Capítulo 20.

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—¡Sí! ¡Sí quiero! —admitió Justin, con una gran sonrisa en el rostro.

Jareth sonrió, sarcástica y maliciosamente.

—¿Tú...? ¿Tú podrías convertirme en uno? —cuestionó el niño, mirando al Rey de los goblins.

—Por supuesto, Justin. Claro que puedo hacerlo —aseguró Jareth.

—Pues me encantaría.

—¡Justin, no! —intervino Emily, molesta e incrédula—. ¡No sabes lo que estás diciendo!

—¡Claro que sé! ¡Yo quiero ser un goblin! —insistió el niño.

—¡No, Justin! ¡Prometimos que ya no volveríamos a pelear!

—¡Entonces déjame! ¡Yo quiero ser un goblin!

—¡No lo voy a permitir! —Emily agarró el brazo de su hermano.

—¡No necesito tu permiso! —Justin se zafó del agarre de su hermana. Después, dirigió su atención al monarca—: ¿Podrías convertirme ya?

—Claro que sí —contestó Jareth, quién había ignorado la discusión de los hermanos—. Acércate más a mí.

Justin se alejó de su hermana, y comenzó a caminar hacia Jareth.

—¡Si te atreves a hacerle algo a mi hermano, juro que--! —La amenaza de Emily se quedó a medias, después de que Jareth apareciera una esfera de cristal, la convirtiera en una especie de enredadera y la lanzará hacia la chica.

La enredadera sujetó a Emily desde sus pies, hasta su boca, impidiéndole hablar y provocando que sus piernas unidas la tumbaran en el suelo.

No podía creer que Justin ignorara aquella intuición por parte de ella, que le indicaba que Jareth era una persona con intenciones no muy buenas; transformar a un niño que no distingue entre el bien y el mal, en una criatura horrenda, era una idea pésima.

La chica abrió los ojos como platos, con una expresión de horror en su rostro.

Jareth creó una esfera de cristal  y la lanzó hacia el niño. Poco a poco, Justin fue encogiéndose y cambiando sus facciones tiernas de niño humano por las facciones grotescas de un goblin.

Al parecer, el pequeño no soportó la transformación, ya que —cuando todo estaba hecho— éste colapsó y cayó desmayado.

Lo único audible en la habitación de las escaleras fueron los llantos y gritos ahogados por parte de Emily, y lo percibido fueron sus lágrimas de miedo y furia.

—Ahora, ¿qué haremos contigo? —preguntó Jareth, caminando hacia la chica.

Aún en su lamentable posición, Emily intentó luchar para ponerse de pie, sin ningún éxito.

El Rey de los goblins rio divertida y sarcásticamente.

—Debo admitir que admiro tu valor, Emily —comentó el monarca, mientras se ponía en cuclillas cerca de ella—. Entonces, ¿qué será? ¿Te convertiré en un goblin como a tu hermano? ¿Te enviaré a un oblivio eternamente? Arruinaste todo, muchacha. Pude haber concedido tus sueños, pero acabaste con esos planes con tu rebeldía e insolencia.

Emily continuó llorando y luchando, y  seguía sin llegar a algo.

—¿Y bien? —dudó Jareth, con una sonrisa malévola.

Entonces, la puerta de la habitación se abrió provocando un gran estruendo. Y a través de esta, entró uno de los guardias con paso apresurado.

—¡Su majestad! ¡Su majestad! —exclamó éste, exaltado.

—¡¿Qué quieres?! ¡¿No ves que estoy ocupado?! —cuestionó Jareth molesto, poniéndose de pie.

—¡Su majestad! ¡Es algo muy importante!

—¡¿Qué sucede?!

El goblin intentó recuperar su aliento.

—¡Vamos, habla! —insistió el monarca exasperado.

—¡Es Sarah! ¡Ella ha llegado a la Ciudad!

Emily abrió los ojos aún más. Su madre había llegado a salvarlos. Al mirar a Jareth, la chica pudo darse cuenta de que éste se veía sumamente mortificado.

—¡DETÉNGANLA! —ordenó el rey furioso—. ¡Hagan lo que sea! ¡Lo que sea con tal de que no llegue al castillo! ¡Pide refuerzos!

La pequeña esperanza que había llegado a Emily, se convirtió en terror al escuchar las órdenes que Jareth le dió al guardia.

—¡MUÉVETE! —Cuando el Rey de los goblins rugió, el guardia salió disparado por la puerta para cumplir con lo que se le había mandado.

Emily comenzó a luchar con más determinación, y sólo Dios sabía cómo había logrado obtener las fuerzas para ponerse de pie. Seguramente, el hecho de que su madre corría peligro al intentar rescatarla a él y a su hermano la aterraba.

El Rey de los goblins soltó una carcajada.

—¡Qué valor, muchacha!

Sin saber la razón, las piernas de Emily comenzaron a fallar poco a poco, empezó a sentir frío y a tiritar y su visión se volvió negra, mientras continuaba escuchando la risa de Jareth.

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