Capítulo 25.

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Hoggle, Ludo, Sir Didymus y Ambrocius se encontraban en el calabozo del castillo, y cada uno en una celda distinta. Irónico, ya que ellos eran los únicos prisioneros del lugar.

El enano se dedicaba a pasar el rato refunfuñando, el monstruo se limitaba a suspirar, el pequeño caballero intentaba abrir la cerradura con su espada y el perro había optado por quedarse dormido.

Los cuatro se sobresaltaron cuando la puerta principal del calabozo rechinó; alguien había entrado.

Los compañeros pensaban que sería el Rey Jareth o alguno de los goblins con cargos superiores que vendría a trasladarlos a otro lugar o a terminar con ellos por siempre.

Los cuatro pensaron en Sarah. No sabían que habría pasado con su querida amiga, y sólo les quedaba esperar que las cosas no terminaran tan mal para ella.

Los pasos -de quién había entrado- se escuchaban cada vez más cerca y todos, a excepción de Sir Didymus, temblaban de miedo y a causa de la incertidumbre por sus destinos.

Ludo, Sir Didymus y Hoggle cerraron los ojos con fuerza, resignados a esperar el final.

-Libérenlos inmediatamente -Una voz femenina y conocida se hizo presente.

En ese momento, la confusión invadió a los prisioneros, por lo que abrieron los ojos y quedaron sorprendidos al percatarse de quién estaba delante de ellos dándole órdenes a los goblins.

-¡¿Sarah?! -exclamaron al unísono.

La mujer le sonrió a sus amigos, y asintió.

-Pero... ¿qué fue lo que pasó? -preguntó Hoggle, mientras un grupo de goblins se aproximaban a abrir las celdas.

-No sé cómo explicarles -admitió Sarah, entre risas-. Es mejor que vengan conmigo.

Sir Didymus, Ludo, Hoggle y Ambrocius siguieron a Sarah a través del castillo y terminaron en la entrada del salón del trono. Los tres -y Ambrocius- se quedaron petrificados.

-Peligro -dijo Ludo, con seriedad.

-Milady, no creo que sea conveniente que entremos allí -comentó Sir Didymus, con un tono de respeto y miedo.

-Descuiden, todo es seguro -confirmó Sarah-. Pasen.

La mujer cedió el paso a sus amigos, y al entrar observaron un gran grupo de goblins dentro y cerca del gran agujero del centro, vieron el imponente trono de Jareth vacío, y al lado de este, el guardián de la Ciudad de los goblins, una chica pálida de cabello castaño y a un pequeño sonriente niño de cabello claro.

Lo que más les llamaba la atención, era el trono vacío. ¿En dónde estaría el temible rey?

-Sarah, ¿qué está pasando? -dudó Hoggle confundido.

Respondiendo sus dudas, la mujer caminó hacia el frente y tomó asiento en el trono de Jareth. Al hacer esto, sus amigos ahogaron un grito.

Inmediatamente, un goblin bajito y rechoncho corrió al frente, carraspeó y anunció:

-¡Presentando a Su Majestad, la Reina Sarah: gobernante de Underground!

El salón estalló en aplausos, y los compañeros de Sarah quedaron atónitos y felices. En menos de diez segundos, los tres se acercaron al trono.

-¡Vaya! ¡Milady, qué honor! -comentó Sir Didymus, antes de hacer una reverencia y que Hoggle y Ludo lo imitaran.

Sarah rio y, poniéndose de pie, dijo:

-Por favor, con ustedes nada de formalidades. Son mis amigos.

-¿Cómo? -preguntó Ludo.

-Verán, el reino iba a quedarse sin gobernante. Y los goblins me contemplaron para aquel puesto -explicó Sarah.

-¿Y qué...? ¿Qué fue lo que pasó con Jareth? -inquirió Hoggle.

-Bueno--

Antes de que Sarah pudiera contestar, Justin corrió al trono a dar una contestación:

-¡Aquí está Jareth! -El niño acercó el globo nevado a los amigos de su madre, y todos exclamaron al observar la figurilla inmóvil del búho blanco-. Mi mami y nosotros lo derrotamos -Justin dirigió su mirada hacia su madre, antes de buscar su aprobación-: ¿Verdad, mami?

-Así es, tesoro -confirmó Sarah, antes de acariciar la cabeza del niño.

-Milady, ¿acaso este jovencito es Sir Justin? -inquirió Sir Didymus.

Justin rio, y su madre asintió, antes de llamar a su primogénita:

-¡Emily! -La chica volteó-. Ven un momento.

Emily se acercó al trono y se paró cerca de su madre y de su hermano menor.

-Chicos, ellos son mis hijos: Emily y Justin -Sarah presentó a los niños-. Hijos, ellos son mis valientes y grandes amigos: Hoggle, Ludo, Sir Didymus y su fiel corcel Ambrocius.

Los niños rieron al escuchar que su madre se había referido a un pastor inglés como si fuera un caballo. También quedaron sorprendidos y encantados al conocer a los peculiares y fascinantes amigos de Sarah.

-¡Hijos! -exclamó Ludo alegre, provocando que los niños volvieran a reír.

-Al fin nos conocemos -comentó Hoggle feliz, mientras miraba a los dos niños.

-Como os decía, Sir Justin. Es un honor conoceros -expresó Sir Didymus, haciendo una reverencia para el pequeño-. Y también es un honor conoceros, Lady Emily -El caballero tomó la mano de la chica y la besó.

-Aguarden un momento -mencionó Hoggle-. Si Sarah se convirtió en reina, eso significa que Emily es princesa y Justin príncipe.

-Es verdad -confirmó Sarah.

Los niños se miraron mutuamente con los ojos como platos, y prosiguieron a reír y compartir un abrazo.

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Al día siguiente, todos en el castillo se prepararon con sus mejores galas y salieron a la rotonda de la Ciudad de los goblins. Mientras tanto, Sarah, Toby y un par de guardias bajaron a las mazmorras y encontraron al imponente dragón hembra encerrado.

A pesar de las medidas de seguridad que propusieron Toby y los guardias para aquella ocasión, Sarah decidió acercarse al dragón y liberarlo de las cadenas ella misma.

La criatura era muy similar al dragón que Sarah había conocido en los bosques. La única diferencia entre ellos, era el color de los ojos: los del primer dragón eran verdes y los del segundo eran púrpuras.

El dragón hembra estaba alterado, y Sarah dió un respingo cuando éste produjo un gruñido. Sin embargo, acercó su mano hacia éste y acarició su cabeza delicadamente.

-Descuida. Jareth jamás volverá a molestarte a tí ni a tu familia. Pronto podrás reunirte con tu pareja y tus bebés.

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Sir Didymus, Ludo, Hoggle y los niños tenían un lugar cerca de la fuente principal, ya que ahí podrían observar todo mejor. Aún así, Emily y Justin se encontraban cada uno en un hombro de Ludo para obtener una mejor visión.

Cuando las exclamaciones se hicieron audibles en la rotonda, todos alzaron la vista al cielo y vieron como un gran dragón grisáceo salía volando desde el castillo en dirección hacia el laberinto.

Pocos segundos después -y recibiendo algunas reverencias- Sarah y Toby se reunieron con los niños y sus amigos.

Cerca de la fuente y de sus seres queridos, Sarah pudo presenciar cómo dos grandes dragones y cuatro dragones bebés salían volando juntos en dirección al norte.

Cuando las criaturas se perdieron de vista y los aplausos finalizaron, Emily y Justin bajaron de los hombros de Ludo y se reunieron con su madre y con su tío para compartir un gran abrazo familiar, al que posteriormente se unieron los tres fieles amigos de la Reina de los goblins.

FIN

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