Capítulo 1: Abuela Sofía

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19 de febrero

- Mami ya no puedo...

- Esto hacen los famosos, Meg. Si quieres brillar tienes que hacer esto.

- Ya no más, por favor... - Supliqué.  Mamá siempre me hacia llorar. - Por favor, mami. Me duelen los pies.

Corrí a los brazos de mi abuela Sofía, ella era muy buena conmigo y me compraba dulces con chocolates. Mami no sabía nada por eso era nuestro gran secreto porque yo no comía golosinas, ella les decía "carbohidratos". No quiero que se moleste, me da miedo cuando grita y papi no está con nosotras.

- Mamá, ya no la consientas, sabes que es por su bien

Mami cruzaba los brazos cuando estaba molesta. 

No quiero que se vaya la abuela porque papi aún no ha vuelto y ya no quiero seguir practicando esos pasos de baile. Me duelen los deditos de mis pies, en especial el gordito. La abuela tenía razón, esos zapatos eran muy ajustados, pero mami dijo que esa talla debería usar y que estaba bien. Me preguntaba que diría mi papi de todo esto....

No. No le voy a decir nada porque volverán a gritarse otra vez.  

Mi abuela y yo nos sentamos en el sofá junto con el señor Gatuno. Es mi gato gris, es muy hermoso y tierno cuando le acaricias la pancita. También está muy gordo y grande. 

¡Muy grande!

- Diana, ya basta. Deja que la nena juegue como una niña normal. - La voz de la abuela siempre era tranquila, me gustaba mucho. Te quiero abuela, te quiero mucho.

- ¡Es que no es una niña normal! - Di un brinquito que asustó al señor Gatuno. 

Quise ir tras el pero mamá odia cuando le doy la espalda mientras habla. 

- Lo sé, cariño, es una niña fantástica, inteligente y talentosa pero es solo eso, una niña no una adulta. 

- Nadie lo entiende, mamá. Nadie entiende lo que puede llegar a ser Megan, el potencial que tiene. 

Volví mi atención a ella cuando dijo mi nombre, otra vez hablaban sobre mi y lo que debería hacer cuando sea grande. Estaba muy nerviosa con ese tema, me pregunto cuánto tiempo falta para ser grande como mi mamá y pueda hacer todas las cosas que quiere  que aprenda. 

Parecía molesta, se sentó enfrente y cruzó los brazos como cada vez que se molestaba, realmente estaba molesta. Podría pintar para que ella se sienta feliz, o tal vez hacer un castillo de legos para que se sienta orgullosa de mi. Pero a mamá no le gusta que pinte, ni que arme castillos, y no quiero cantar ni bailar otra vez pero si eso le hace feliz... entonces, cantaré y volveré a practicar esos pasos que me duelen. Sí, a ella le gustará eso, se pondrá de buen humor y tal vez solo tal vez me deje comer la tarta que trajo la abuela. Pero también recordé que ya comí un pedazo este mes, dudo que me deje pero sí puedo convencerla de jugar con el señor Gatuno.

- Lo entiendo, pero no puedes tratarla como haces siempre. La obligas a hacer cosas que no debería estar haciendo para su edad, como...

- ¡Nadie me entiende, ni tú, ni John, ni nadie!

Mamá salió furiosa de la sala. La abuela me puso en su regazo y me besó en la frente, se sentía tan bien. Debería dejar en paz a mami, luego terminan molestas y no podré visitar a mi abuela.

- Mi bella Megan, no la escuches, ella es así

- Ya lo sé abu, solo quiero descansar un poquito y volveré a ensayar.

- No, mi amor. Quédate conmigo un poco más pequeña que tu papá vendrá pronto y podrán ir a comer helado, ¿te gustaría?

-¡Sí! - Grité. No, ya comiste pastel Megan. - No, mamá se enojará con papá y volverán a pelear.

La abuela me abrazó fuerte y volvió a besar mi frente. Creo que estaba llorando porque su voz sonaba igual que la de mamá cuando peleaba con papá.

- No, mi ángel, no escuches sus palabras, no está bien

- Ellos no son amigos abuela, los amigos y los papás se aman mucho, pero ellos siempre pelean y gritan.

- Ellos no son como tú, mi sol, tú siempre sonríe, deja que ellos se molesten, los adultos lo hacen todo el tiempo.

- ¡Entonces no quiero ser adulto nunca!

La risa de la abuela me hizo sonreír, sus ojos verdes brillaban cada vez que me miraba. - Te quiero, angelito.

- Te quiero, abuela. - Acarició mi cabeza, pero otra vez sus dedos estaban temblando. Tenía frío, me apresuré para envolverla con mi manta rosa. - ¿Siempre estarás conmigo?

No se molestó cuando le pregunté, mamá sí lo hacia. Que malos eran los adultos, siempre están ocupados y molestos. Alguien debería darles una lección... menos a la abuela, ella era muy buena, y tampoco a mi maestra de música, Jennifer, ella me deja toca tocar la guitarra sin seguir todas esas reglas.

- Siempre estaré contigo.

ENTRE VERSOSWhere stories live. Discover now