Capítulo 18

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Hola! Ya estoy aquí... que mal que mi ordenador es un troll asqueroso y actualiza cuando no debe. Pero por fin he vuelto jeje, espero que os guste, es softísimo, aviso.

No me enrollo más, os dejo leer y recordad que vuestros comentarios me hacen super feliz y me muero por leerlos.


XVIII

Estaba cansada, tan cansada que había caído completamente dormida nada más tocar el colchón, después de un beso suave de buenas noches sobre los labios de Inés. Ni siquiera tuvo fuerzas para observar como su mujer daba vueltas en la cama buscando una postura cómoda y confortable para abandonarse el sueño, solía observarla durante todo el proceso, con una sonrisa en el rostro y derritiéndose de amor por dentro pues Inés siempre le parecía demasiado adorable.

Su semana había sido demasiado larga y agotadora, no había podido evitar pelearse verbalmente con el embajador de Estados Unidos y las relaciones con aquella potencia estaban en la cuerda floja, manteniéndola en un estado de estrés continuo y un ritmo de trabajo frenético intentando paliar las consecuencias de su estallido contra aquel maleducado que la había juzgado duramente por ser una mujer.

Necesitaba esa paz, ese descanso merecido, abandonada en el mundo de los sueños recargando sus pilas y sus fuerzas para enfrentarse a todas sus obligaciones al día siguiente, mientras Inés seguía dando vueltas en la cama, con miedo a despertarla pues sabía que había tenido unos días muy difíciles y necesitaba dormir.

Suspirando, pausadamente y acariciando su vientre abultado donde su hija no dejaba de moverse, notó como sus ojos se empañaban en lágrimas empezando a desesperarse pues no podía dormir. Sus ojos se posaron sobre el perfil de Irene, en su rostro sereno, en las pequeñas ojeras que empezaban a dibujarse, producto de su cansancio prolongado, mientras luchaba casi desesperada con un anhelo incesante y un deseo casi tortuoso de un dulce que no tenía a mano y su hija le estaba pidiendo a gritos.

Finalmente, secando una lágrima producto de su nerviosismo y las hormonas que desquiciaban sus emociones, se decidió a despertar a Irene pues no podía continuar dando vueltas como una histérica o enloquecería.

Suavemente, sujetó el hombro de su mujer, zarandeándolo para ver si conseguía arrancarla del mundo de los sueños, mordiendo su labio inferior al ver como esta arrugaba la nariz y se removía, intentando liberarse y seguir durmiendo.

-Ire...- Susurró, con la voz teñida de vergüenza, viendo como la madrileña fruncía el ceño ya que empezaba a despertar. –Amor meu... Despierta.

Irene abrió los ojos pesadamente, enfocando con gran dificultad en la penumbra de la habitación, buscando el motivo por el cual había abandonado el mundo de los sueños y su tan ansiado descanso, encontrándose con la mirada de Inés y encendiendo la lamparita alarmada, sentándose de golpe y mirándola, intentando entender qué le ocurría a su mujer.

-¿Qué tienes mi amor?- Le sonrió dulcemente, viendo como sus mejillas se cubrían de rosado y apartaba su mirada de ella, visiblemente avergonzada. -¿Has tenido una pesadilla? ¿Quieres un cola cao?

-No...- La jerezana jugueteaba con las sábanas, acariciando distraídamente su vientre, sin atreverse a mirarla, mordiendo suavemente su labio interior. –Lo siento Ire, no quería despertarte... Pero nuestra filleta quiere cerezas.

Cerezas... La mente de Irene empezó a funcionar encajando los engranajes necesarios a pesar del sueño que tenía, comprendiendo en el acto qué había perturbado a Inés, lo suficiente como para despertarla... antojos.

Regalándole una sonrisa suave, acarició su mejilla con cariño, recogiendo una de esas lágrimas que a la jerezana le costaba tanto retener últimamente, besándola con toda la ternura que le despertaba ese instante, justo antes de levantarse de la cama y empezar a vestirse con lo primero que encontró.

With youWhere stories live. Discover now