Capítulo 19

462 25 53
                                    

Hola! Siento el retraso, se que soy super inconstante y pido perdón, pero no estoy pasando buenos momentos y mi inspiración decide escaparse.

Bueno, de este fanfic quedan aproximadamente 2 capítulos... LLORO. Pero no hay que preocuparse porque vendrá una tercera parte de la saga :)

Para acabar, quiero dedicarselo a TelitaLaCosa_ porque se lo debo desde hace días, porque quiero que sepa que nunca estará sola y porque aprecio de todo corazón sus intentos por hacer que me sintiera mejor en estos momentos difíciles, disfrútalo bonica.

Sin más, espero ansiosa vuestros comentarios que me alegran la vida. Disfrutad:

XIX

No podía evitar sentirse preocupada tras la nueva visita a la doctora Fonseca, visita rutinaria para saber el estado de su pequeña.

La joven ginecóloga, tras una serie de exámenes y pruebas, había teorizado con la posibilidad de que Inés tuviese un parto prematuro y ella, que sabía perfectamente lo que suponía traer al mundo a tu bebé antes de tiempo, no deseaba que su mujer pasara por eso. La recomendación explicita de la doctora fue contundente, reposo absoluto, Inés debía dejar su trabajo y dedicar todo su tiempo a cuidarse, sin grandes esfuerzos que pudiesen empujarla a dar a luz antes de tiempo.

Por supuesto su mujer no se había tomado muy bien semejante noticia, asegurando que tanto ella como su filleta, como cariñosamente llamaba a la pequeña que llevaba en su interior, estaban perfectamente y no tenía por qué dejar su escaño.

Necesitó más de dos semanas de discusiones, exasperada y casi al borde de la histeria por lo absolutamente cabezota que era Inés, para finalmente convencerla de pedirse la baja, como su médico había sugerido. No se sentía orgullosa de sus métodos, rozando el chantaje, utilizando el amado cola cao de Inés como moneda de cambio y, finalmente, aceptar el pequeño capricho que su mujer había solicitado para dejar su puesto de trabajo y quedarse en casa como debía hacer.

Sentada en su escaño, suspirando casi imperceptiblemente, miraba una y otra vez a su mujer, viéndola sonreír a sus compañeros, hablando casi acaloradamente ya que era su último día antes de sus prolongadas vacaciones. Casi podía escuchar su risa cristalina, observando como cada pocos segundos pasaba su mano por su vientre, casi distraídamente, como un acto reflejo y su sonrisa se ensanchaba al sentir la vida que llevaba en su interior.

Sus nervios por el futuro de su mujer y la pequeña no dejaban de bailar en su vientre, mezclados con la excitación suave y dulce que le proporcionaba saber que, por petición expresa de Inés, como condición inamovible para hacer caso a la doctora y abandonar su puesto de trabajo, llevaba aquel juguete que habían comprado hacía ya varios meses mientras su mujer llevaba el mando que lo ponía en marcha y controlaba la intensidad de la vibración.

En cierto modo deseaba terminar de una vez la sesión del hemiciclo y largarse al despacho a esperar que Inés se aburriese y decidiese jugar, poniéndolo en marcha cuando menos se lo esperaba.

La sesión empezó, con la presidenta llamando al orden y exponiendo los puntos del día donde Irene debía hacer la primera intervención, rutinaria ya que las medidas que pensaba exponer sabía que estaban más que aprobadas de antemano porque eran sensatas y nadie se atrevería a ir en su contra, ni siquiera la oposición.

Salió decidida, mirando a Inés casi como una costumbre ya que, aunque las separasen los escaños, siempre se apoyaba en la mirada suave de su mujer, animándola a comerse el mundo entero si hacía falta. Ambas se sonrieron casi imperceptiblemente mientras Irene arreglaba sus papeles y se disponía a empezar con su discurso, perfectamente estudiado, con la garra acostumbrada... Cuando su rostro se quedó congelado en una mueca, clavando su mirada incrédula en Inés, comprobando que esta sonreía de medio lado sin mirarla, sintiendo como ese dichoso juguetito se había encendido y empezaba a causar pequeños estragos entre sus piernas.

With youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora