CAPÍTULO 1

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Santi y yo compartíamos gustos, pasiones, pensamientos y sentimientos únicos y muy parecidos, es lo que nos había hecho hacernos amigos, aunque  nuestro primer encuentro no fue lo que imaginan, yo tenía seis años cuando Santi y su familia se mudaron a dos cuadras de mi casa, todos sabían de su llegada, pues nuestra ciudad era chica para que las noticias corrieran rápido.

La familia de Santi siempre fue tan pura, tan elegante,
carismática, y Santi para ser un niño de seis años era muy bien portado. Fue una semana después de su llegada cuando su familia invitó a la mía a cenar, no sabía que el padre de Santi, el señor de traje, barba tupida y ojos miel del mismo color que de su hijo sería el nuevo jefe de mi padre, la causa de la llegada de la familia Solan a nuestro pueblo era porque implementarían nuevos métodos de maquinado en la empresa textilera, su desarrollo y ampliación de relación con nuevos empresarios en otras ciudades, pero eso no lo sabía a esa edad, lo supe años después y cuando entendía los términos de esas palabras.

Aquella noche en casa de los Solan mi madre me había puesto un vestido rosa, uno de mis favoritos, que durante la cena lo había manchado con la elegante comida de la señora Raquel Solan, a pesar de tener solo seis años me gustaba verme bien, y haber manchado ese vestido frente a una familia desconocida no me gustaba, aunque nadie le daba importancia más que yo, pues solo veían a una niña pequeña comer como cualquier niño de su edad lo hacía.

Lo que más me había intrigado esa noche fueron los ojos color miel que estaban frente a mí, no sabía que los Solan traerían con ellos un hijo pequeño, parecía de mi edad, y al parecer mis padres esperaban que pudiera convivir con él.

Santiago Solan estaba sentado frente a mí, a lado de su madre, con una camisita de cuadros azules y un cabello castaño alborotado, su forma de comer era chistosa, y en ciertas ocasiones sin que nadie se diera cuenta el se robaba los bocadillos del plato de su madre.

Cuando Santi vio que lo observaba me miro y para mi sorpresa me había sacado la lengua, nadie se dio cuenta de ello, pero me enojo tanto que lo unico que pedía era regresar a casa, había jalado el vestido de mi madre de la parte de la manga para que me hiciera casi pero estaba sumida en una platica, así que solo me regalo una mirada que me decía "tranquila ya casi nos vamos".

La plática de adultos me tenía tan aburrida que comencé a jugar con los vasos que estaban sobre la mesa, era más divertido que escucharlos hablar, todo era normal hasta que el vaso lleno de mi madre lo había puesto muy cerca de mi área de juego, no me di cuenta y mi mano chocó con el haciendo que éste se callera sobre mis piernas, manchando mi vestido de algo que parecía ser vino.

– ¡Sofia! ¿Qué has hecho?, deja de jugar con esos vasos, mírate, estas machada completamente.   ̶ había exclamado mi madre levantándose de su asiento.

Sentí vergüenza en ese momento, había arruinado la cena, el mantel de la señora Raquel, y mi vestido favorito. A pesar de que el señor Solan me consolaba con la frase "No te preocupes nena, no paso nada", mi madre me veía con cara de pocos amigos, así que, lo único que podía hacer en ese momento era esconderme detrás de mi padre e intentando no llorar.

La señora Raquel me prestó ropa de su hijo, yo creo que fue en ese momento en el que a Santi le gustó verme con su ropa puesta, aunque él se reía de mí mientras su madre lo regañaba por burlarse, mi noche no se volvió tan mal después de todo, ya que, después de cenar a Santi y a mí nos dejaron jugar en su cuarto, fue ese momento que comenzamos a hacer clic y que comencé a olvidar lo sucedido en la cena, desde él sacándome la lengua y el haber arruinado mi vestido con vino.

Santi me contó que iría a la misma escuela que yo, y su maestra seria la Señorita Camila, que afortunadamente también era mi maestra, para que Santi fuera un niño de seis años no era  tan tonto ni malcriado como los de mi escuela, él me dejó jugar con sus carritos, y me mostro su guitarra, me dijo que estaba aprendiendo a tocar, yo le conté que yo tenía una de juguete en mi casa, de lo cual él se rió y me dijo que eso no valía, que tenía que ser una de verdad, me dijo que él sería una súper estrella de grande y yo le dije que nunca asistiría a ninguno de sus presentaciones, aunque con los años yo fui de las chicas en primera fila.

– Quizá me venga bien tener una amiga en la escuela y en el vecindario  ̶ había dicho Santi saltando sobre su cama.

– La verdad no sé, en la escuela dirán que somos novios si nos ven juntos, los niños se deben juntar con los niños, y las niñas con las niñas  ̶  dije mientras me sentaba en el piso de la recamara.

– Eso no es verdad, mi mami dice que puedo juntarme con quien yo quiera.

– Eso es cierto, pero no quiero ser molestada por los demás.

– Tengo una idea ̶ Santi dejo de saltar y se sentó frente a mi ̶ Podemos decir que somos primos, así nadie nos molestará.

– Pero ¿Qué pasa si te gusta más juntarte con los niños y no conmigo? ̶ había hecho un puchero que hasta el día de hoy lo conservaba cuando
algo no me gustaba.

– Bueno, no creo que pase, pero te prometo que no te cambiare ni te dejaré sola. ̶ mientras lo decía mantuvo su mano en señal de promesa y a pesar de tener solo seis años le creí, y déjenme decirles que el mantuvo esa
promesa de no cambiarme hasta en los momentos más difíciles, lo único que no prometió es que no me dejaría sola, eso no lo cumplió y lo odio por eso.

Un Nuevo Amanecer Where stories live. Discover now