CAPÍTULO 10

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Aquellas minis vacaciones de verano en la playa, en casa de la abuela Ruth (como había pedido que también la llamaramos) fueron sin duda algo que marcó la relación entre Santi y yo.

No había podido dormir, estaba dando vueltas en la cama, y no es que fuera incomoda, sino que el bochorno del clima era como si te metieran a una caja por dos horas, sin agua ni filtración de aire, se sentía que uno se moriría de asfixia.

Aquella noche después de la piscina Santi se había acercado a mi y así sentarse a lado mío, solo eramos él y yo, ya que Thalia se había ido al supermercado con su abuela para comprar lo necesario para ir a la playa al siguiente día.

Santi tenía la mirada en el cielo, y yo en el movimiento del agua y como se podían ver mis piernas a través de ella.

–Sofía...  – comenzó Santi volteando a verme, su mirada era difícil de adivinar lo que estaba pensando, pero su tono al decir mi nombre me decía que lo que diría sería algo serio.

–dime...  – respondí, mirándolo a los ojos y después regresando mi mirada al agua de la piscina.

– ¿Recuerdas la vez que te caíste de la bicicleta y lloraste porque te habías raspado horriblemente la rodilla?  – lo mire con confusión, no sabía realmente a que venía esa pregunta pero recordé ese momento con claridad, así que asentí.

...

Santi y yo teníamos alrededor de nueve años de edad, habíamos ido al parque con nuestras bicicletas y habíamos hecho una carrera de que, quien llegara primero al lago decidiría que película se vería aquella tarde, así que mi "yo" la cual ha sido perfeccionista en todo y tratado de ganar en todo, tomo aquel reto como algo que ganar, así que había aceptado.

Santi contó hasta tres para comenzar la carrera, así que comenzamos a pedalear, íbamos demasiado rápido, yo iba demasiado rápido que mi cabello comenzó a molestar mi vista, ya que era largo y no lo había sujetado y con el aire que chocaba con mi cara no ayudaba nada, llego un punto en que no mire por donde iba y perdí el control de la bicicleta, no recuerdo realmente como pasó todo pero terminé en el suelo, con dolor en las manos y rodillas.

–¡Sofía!  – habían gritado mi nombre, no me podía mover, estaba en shock y mis ojos estaban nublados, estaba llorando, y no me di cuenta que igual gritaba de dolor –¡Ay por Dios Sofía! Tranquila, tranquila –la voz de Santi al fondo me ponía aun más en shock, él estaba tan asustado y en sock como yo, ni siquiera lo había visto pero deduacia la imagen en su cara.

En ese momento ninguna persona había pasado por donde estábamos así que nadie se había parado a preguntar que había pasado, y porque una niña de nueve años gritaba y lloraba como un bebé al que le habían tirado su dulce favorito.

– Sofía di algo...  – la voz de Santi era entrecortada, había comenzado a sollozar por el hecho de no saber que hacer, así que en vez de que yo siguiera llorando comencé a calmarme.

Seguía boca a bajo porque me dolía todo para moverme, así que con todas mis fuerzas y con dolor me senté en el asfalto, mi vista seguía borrosa y gemia de dolor, traté de calmarme y aclarare mi vista, frente a mi estaba Santi asustado al que le corrían lágrimas por toda la mejilla, así que lo único que pude hacer fue abrazarlo, él tardo en devolermermo, pero lo hizo.

Aquel día me tocó consolarlo, a pesar de que a quién le había pasado el accidente fuese a mi, que a quien le dolía todo el cuerpo era a mi, en ese momento no importó, la cara de Santi era tan pura y sentimental que lo único que quise hacer era que el se calmara, y con aquel abrazo el me tranquilizó y yo a él.

–Perdón... yo...  – comenzaba a decir Santi aun sollozando, así que lo único que le dije fue que estaba bien, aunque eso no era cierto.

Al final de todo, regresamos a casa, Santi se llevó las dos bicicletas y yo caminaba muy despacio, fue después de todo el alboroto y lloriqueos que me di cuenta que mi rodilla era un desastre, estaba sangrando y tenía arena enterrada, traté de ser fuerte hasta llegar a casa, porque al llegar me solté a llorar todo lo que me había faltado, mis padres me llevaron al doctor, Santi se había ido a su casa, ya que sus padres habían ido por él.

El doctor había dicho que sólo había sido el raspón, así que solo desinfecto, algo que había dolido hasta el cielo, me puso medicina y me recetó pastillas para el dolor, no podía recargar bien el pie en el piso, pero era algo normal por el dolor.

Aquella semana en que me recuperaba Santi me visitaba todas las tardes, veía la película que yo quería, me llevaba helado y le ponía una manta a mi rodilla para que no pasara frío, fue su forma de pedir perdón por lo que había pasado, aún cuando el no tenía culpa de nada, pero ahí estaba él, siempre cuidandome dando ánimos y eso es lo que más amaba de él.

....

–Lo recuerdo, ¿Eso a qué viene?  – pregunté después de aquel flashback.

– Aquella vez me di cuenta que me preocupaba todo lo que llegaras a sentir, sentí tu dolor aunque no era yo quien tenía manos y rodillas raspadas, tenía miedo...  –Santi veía el cielo, al decirlo no me miro, pero su confesión me había dejado como en aquel accidente, en shock, no sabía que contestar porque realmente no sabía a que venía eso, lo mire buscado a que dijera algo más, y lo hizo.

–No quiero que nada te haga sentir mal, nada de lo que pase, odio verte preocupada o molesta por algo, porque también a mi me molesta aun sin saber que es lo que pasa por esa cabezota, tu realmente me preocupas– él me miro con una media sonrisa y yo solo le sostuve la mirada, me sentía nerviosa mirándolo, aquellos ojos miel, eran hermosos, causaban algo en todo el cuerpo y más que nada hacía que mi corazón latiera demasiado rápido –y no quiero que nadie te lastime... - terminó.

Asentí a lo que dijo, aunque no sabía claramente a que venía todo eso.

– Santi... yo...  – iba a confesarlo, le iba a decir que estaba enamorada de él, estaba a punto de hacerlo, y el esperaba que yo lo dijera, lo veía en sus ojos, él se había acercado a mí, nuestras caras estaban aún más cerca.

–Sofía...– suspiró y me miró mis labios, sentía su respiración más cerca, él también lo sentía, no decíamos nada pero nuestras acciones nos delataban.

– ¡Llegamos! –gritó Thali desde adentro de la casa, rápidamente Santi y yo nos separamos, nos quedamos sentados uno a lado del otro pero sin decir nada, a los pocos segundos Thali llegó a la piscina.

–Está todo listo para mañana, estoy tan emocionada de tenerlos aquí  – dijo sentándose en una silla cerca de la piscina, ella no se había metido esa noche, después de que nos contará los planes para el siguiente día, todos optamos por irnos a dormir, Thalia se había adelantado pues decía que estaba agotada y que quería dormir bien para mañana aprovechar el día el máximo.

Santi y yo nos quedamos parados en el pasillo de las habitaciones, aun sin decir nada y sin descifrar exactamente que es lo que significaba lo que acababa de pasar.

– Oye Sofi, yo...  – Santi estaba nervioso, se comenzó a tocar su cabello, y desviaba la mirada a la puerta de la habitación que le habían asignado  – bueno, solo quería decir que, estoy...  –lo dirá, él dirá que está enamorado  – yo, estoy feliz de tenerte en mi vida, eres la mejor amiga  – suspiró, y ahí mis paredes cayeron, mi corazón se rompió en mil cachitos, él solo se limitó a darme una pequeña sonrisa, como de compasión.

¿Eso era lo que realmente me iba a decir en la piscina? No, no lo creo, eso no se significaba nada, nos íbamos a besar y el salía a decir que su mejor amiga. No, no y no. ¿O si?

Estaba con mis cejas casi juntas de confusión, y él no me miraba, estaba enojada, decepcionada, triste. Yo había aceptado que estaba enamorada de él, bueno, aunque no en voz alta pero él parecía que no se daba cuenta de nada, era fácil descubrilo, que estúpido.

– Yo igual, buena noche  – fue lo único que logré decir antes de entrar en mi habitación, Santi se había quedado en el pasillo pero no quise que supiera lo que había causado en mi sistema.

Así que después de lo del pasillo, y darme una larga ducha meditando todo lo que había pasado, decidí tratar de dormir, pero después de seguir repasando esa escena de la en la piscina una y otra vez, no lo lograba, ¿Y Si Thali no hubiese llegado realmente nos hubiéramos confesado y besado?

Un Nuevo Amanecer Where stories live. Discover now