Una breve probada de la felicidad

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—¿Así? —Desde el medallón que levitaba a su lado, Ari asentía para demostrarle que imitaba su posición a la perfección, al sostener a la diminuta ave casi sin plumas. Le agradeció en voz baja, cerró la tapa y se lo volvió a colgar del cuello, manteniéndolo bajo la ropa—. Hola, Fawkes, ho- hey, sin morder. No muerdas- ¡Fawkes! Se supone que eres una criatura de inmensa sabidu- ¡ay!

Sobre su palma extendida, el fénix en su etapa de regreso a la vida desde las cenizas, cerraba el pico sobre su pulgar, balanceándose cuando lo sacudía para que lo soltase.

—Una criatura de inmensa sabiduría te está mordiendo —Neville se inclinó por detrás de él. Acarició la cabeza del pequeño Fawkes con un dedo; el traidor no lo mordió.

—No es divertido...

—Ni siquiera debe morder fuerte, Draco.

—¿Estás de mi lado o del de la bestia? —Su amigo arqueó las cejas y fingió considerarlo. Señaló al fénix.

—Es más bonito, no es mi culpa.

Draco masculló sobre tener amigos traidores, sosteniendo al fénix con cuidado. No se imaginaba las expresiones de Dean, Seamus y Ron cuando lo viesen llegar al dormitorio con una jaula nueva y un fénix dentro.

—Por favor, siéntese, señor Zabini —Ambos se dieron la vuelta cuando la profesora McGonagall (la directora, se tuvo que recordar), tomó el Sombrero Seleccionador y caminó hacia el muchacho, que ocupó el banquillo puesto en el centro de la oficina.

—No pidas Gryffindor —Mencionó Draco, divertido—, ya tenemos bastante con aguantarte fuera para también hacerlo en los cuartos.

Blaise le sacó la lengua cuando la bruja se distrajo. El Sombrero cayó sobre su cabeza, sin cubrirlo tanto como hizo con ellos a los once; era lógico, teniendo en cuenta que la profesora A lo había cambiado para el inicio del quinto año.

Le tomó un momento y un breve intercambio llegar a una conclusión que tendría que haberse imaginado.

—¡Ravenclaw!

La profesora McGonagall le retiró el Sombrero y le dio las instrucciones de acudir a Flitwick, como Jefe de Casa, para que lo acomodase en la tarde que les quedaba libre. Al día siguiente, el expreso traería al resto de los estudiantes a una Hogwarts reforzada.

Cuando Blaise se puso de pie, extendió los brazos a los lados y elevó la barbilla, a la espera de unas felicitaciones. Draco rodó los ojos y negó.

—¿Se lo pediste? —Él asintió—. Pero que no se te olvide que tienes que seguir siendo Slytherin en el fondo para honrar a nuestros padres.

Blaise enseñaba un atisbo de los colmillos al sonreír.

—Mantendré la imagen de malvados magos oscuros a la perfección —Juró, con una reverencia profunda y teatral, que hizo reír a Neville. Él lo vio de reojo, sonriendo cuando Blaise le guiñó. Lo pensó un momento, antes de codear al otro Gryffindor.

—¿Puedes explicarle lo que todavía no sepa del colegio y llevarlo con mi padrino, para que lo acompañe con Flitwick? Se lo prometió a la profesora A —Neville vaciló al escuchar la mención a Snape, por lo que movió al pequeño fénix que tenía entre las manos y utilizó su mejor carta—. Tengo que decirle a Fawkes que no ataque a Salazar y a Salazar que no se coma a nadie este año tampoco, ¿cambiamos de puesto?

—Yo lo ayudo a acomodarse —Agarró el brazo de Blaise, se despidió de la profesora y lo sacó de la oficina. Draco se sentía bastante satisfecho con su plan, no lo disimuló ni siquiera cuando McGonagall le dirigió una mirada conocedora por detrás de las gafas que se ajustaba.

Juegos mortalesWhere stories live. Discover now