Preguntas

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—Blaise, feromonas. Otra vez.

Draco mantuvo la nariz arrugada por el insoportable olor dulzón que le hacía sentir un picor, hasta poco después de que su compañero hubiese respirado profundo para obligarse a recuperar el control.

—¿Cuánto tiempo te...? —Se interrumpió a sí mismo con un quejido bajo, cuando Fawkes cerró el pico en torno a su dedo índice. Lo sacudió, reprendió al ave, se ganó un graznido en respuesta, y volvió su atención al chico a su lado—. ¿Cuánto tiempo más vas a estar soltando esas...cosas?

—Cuando esté entrando a la edad adulta sólo saldrán cerca de la luna llena —Blaise se reclinaba contra el respaldar del asiento. Sostenía un libro entre las manos. Cada pocos segundos, giraba la página, echaba un rápido vistazo, se fijaba en la puerta de la biblioteca, y repetía el procedimiento—. Ahí comenzará a ajustarse hasta que pueda usarlas cuando quiera.

Draco frunció el entrecejo. Tenía la impresión de que se arrepentiría de preguntar, pero necesitaba sacarlo de su sistema.

—¿Para qué se supone que las usas?

Su compañero lo observó de reojo, arqueando las cejas. La sonrisa ladeada le enseñaba los colmillos.

—Oh, princesa —Se estiró para colocar una mano sobre la que él tenía encima de la mesa. Le dio ligeras palmadas—, si nadie te ha dado la charla teórica ni has hecho la parte práctica con Potter, no seré yo quien te cuente.

El niño-que-vivió le dio una patada por debajo del escritorio, cuando se echó a reír entre dientes. Blaise sacudía la cabeza, abandonando su libro en el espacio en medio de ambos; uno de sus dedos hacía de marcapáginas.

—Hablo en serio —Le aclaró Draco, todavía ceñudo, y un poco ruborizado, a su pesar—. Porque no todos lo sienten...

—¿Crees que todos tenemos a alguien destinado para amar?

La pregunta repentina, suave, lo dejó descolocado un momento. Parpadeó.

—Dime que no te me vas a declarar, Blas, porque sería terriblemente incómodo —Las posiciones se invirtieron; Blaise le atinaba una patada en la pantorrilla, Draco ahogaba la risa. Carraspeó e intentó serenarse, porque él había utilizado un tono serio y se lo debía—. Creo que elegimos querer a las personas, ¿no? Sólo que sin pensar, es...inconsciente, supongo.

Blaise movió la cabeza de lado a lado, en un gesto que no era afirmativo ni negativo.

—Mientras más fuerte sientes el aroma, más...importante —Seleccionó el término con cuidado— es la conexión de la persona con- pues con- —Se abarcó a sí mismo con un gesto, por completo—. Pero es una decisión del lobo, prácticamente, por eso cuesta controlarlo al principio.

—¿Me estás diciendo que cada vez que casi me asfixias con feromonas, me estás recordando que somos amigos?

Blaise rodó los ojos al oírlo.

—Es...no sé, es difícil de explicar para alguien que no tiene un lobo. Es como- como una energía que te hace querer estar alrededor de otra persona, te tranquiliza. Es como tener un amigo predestinado, personas que ni siquiera el lobo odia. No es que sea más amable con ellos, o que no los pueda lastimar, sólo...—Se encogió de hombros. Draco asintió, despacio.

—Creo que lo entiendo. Un poco —Añadió, más vacilante. Los dos sonrieron a medias—. ¿Qué hay de las demás personas, las que no lo sienten o a las que les gusta?

—La mayoría no lo siente —Sacudió la cabeza—. A quienes les gusta, es...madre dice que es como una forma de conexión diferente. Como si me señalase quién es...compatible —De nuevo, seleccionó la palabra con cuidado— conmigo. No de una forma romántica, es más como...

Juegos mortalesWhere stories live. Discover now