Cafetero

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"Cafetero" es un estilo de juego en el ajedrez, caracterizado por la agresividad y el riesgo, pero también por su poca precisión. Era muy popular en los cafés del siglo XIX.

—¡Crucio! ¡Crucio! ¡Enervate! ¡Crucio!

—¿Lo está manteniendo consciente mientras lo hace...? —Harry habló tan bajo como podía. Le temblaba la voz. Cuando un fuerte sollozo llenó el cuarto contiguo, alcanzándolos a ellos también, apretó los párpados y se obligó a respirar profundo.

Continuaban solos en el segundo cuarto. Por los tallados de las vigas del techo, la forma de las columnas y ventanas, a Harry le recordaba a estas imágenes de antiguas casas de familias ricas. Por supuesto que no bastaba para darles alguna información real con respecto a su posición.

Longbottom, desde hace un rato que se le antojaba eterno, no dejaba de sacudirse contra las ataduras. En un principio, había bufado y le recalcó que no se zafaría como si se tratase de una cuerda común, por mucho que lo intentase. Fue la primera y única vez que escuchó a Neville Longbottom mandando a alguien a la mierda para que se callase. Y fue a él, además. En otra situación, habría estado indignado después del shock inicial. En esa, en particular, no lo consiguió.

—Tengo una idea —Le mencionó Neville. Se sacudía tanto que comenzaba a temer que fuese a alertar a Voldemort. Por otro lado, siendo un Gryffindor, alertar al mago oscuro y demente bien podía formar parte del plan. Decidió permitir que intentase lo que fuese, aunque incluso luego, sólo lo vio cerrar los ojos, murmurar para sí mismo y seguir retorciéndose en el amarre.

El silencio llenó ambas habitaciones por los siguientes minutos. Otro murmullo, uno que interpretó como un hechizo para mantener despierto, se escuchó desde el cuarto de al lado. Hubo pasos, un sonido de arrastre, una puerta que se cerraba.

Harry esperó. Los pasos que había oído se alejaron hasta perderse; debía existir un pasillo que los conectase, porque le pareció oír que pasaba frente a la puerta del cuarto de ellos antes de desaparecer. Draco estaba realmente cerca. El dato sólo lo desesperaba más.

—¿Crees que pueda oírnos desde aquí? —Se mordió el labio nada más preguntarlo, con fuerza suficiente para sentir el sabor de su sangre. Necesitaba oírlo. Necesitaba decirle que no se tenía que preocupar por ellos, que lo sentía por su padrino. Necesitaba pedirle que aguantase, jurarle que ya iba para allá, que apenas supiese cómo soltarse, iría a buscarlo.

Por unos segundos, lo único que escuchó fue el forcejeo de Longbottom, hasta que se detuvo con un resoplido casi animal. Más gruñido que bufido.

—No lo sé. Si lo intentamos, posiblemente él vendrá para acá.

—Tal vez Draco pueda...

—También está amarrado.

—Entonces nosotros podríamos...

—¿Podríamos qué? —Neville ladeó la cabeza para mirarlo. Él vaciló. No, no tenía ninguna idea.

¿Longbottom siempre había tenido los ojos amarillos? No lo creía. Tampoco podía lograr que le importase. Debía ser la luz.

Ambos saltaron cuando escucharon el ruido de algo pesado que caía, dos golpes seguidos a una pared lejana. Los pasos regresaban deprisa, el suelo temblaba un poco.

Sí, un corredor los conectaba. Prestó especial atención al cómo el andar de Voldemort se sentía más cerca junto a una de sus paredes, y luego venía la puerta del otro cuarto, abriéndose.

Sólo tenía que soltarse y llegar a Draco. No estaba seguro de cómo haría lo primero ni lo segundo, ni qué sería después. Pero lo pensaría en su momento.

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