El retiro del rey victorioso

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—¿...y qué es lo que harás ahora?

Draco hizo una pausa, probablemente pensando que aquello no estaba contemplado en lo que aceptó cuando la prensa mágica pidió una entrevista. Tampoco parecía lo que McGonagall estaba dispuesta a permitir, porque enseguida la bruja hizo ademán de detener a Skeeter. Él la tuvo que frenar con un gesto.

Respiró profundo. Las manos, presionadas en los bordes del estrado que instalaron en el patio para la ocasión, le temblaban un poco. Pomfrey decía que los espasmos tardarían más en desvanecerse por completo.

—¿La verdad? —Se fijó primero en Skeeter, el único rostro conocido. La bruja lucía tal expresión hambrienta de chismes, que le habría desagradado, sino le hiciese gracia su desesperación porque soltase algo valioso—. Voy a intentar convencer a la profesora McGonagall de que los de quinto no deberíamos tener TIMO's este año, porque haber tenido a Voldemort —Algunos se exaltaron entre el público. Draco los ignoró— dentro del colegio, ya fue bastante reto de por sí.

Notó, por el rabillo del ojo, que la directora meneaba la cabeza, casi resignada. Más allá, Regulus le enseñaba un pulgar arriba. Harry, lejos de la pequeña tarima donde McGonagall les explicó lo sucedido sin detalles, le hacía una mueca divertida y negaba.

Él pensaba que era un gran plan. Se merecían un descanso.

—¿Y más adelante? —Luego insistió Skeeter, con ese entusiasmo ferviente que rozaba lo frenético. Se le ocurrió que era maravilloso, para ella, que amase tanto su trabajo. No lo era para el resto, ¿pero qué podían hacer?

Sabía lo que quería oír, de lo que esperaba que hablase. Se lo concedería, sólo porque era cuestión de tiempo para que tuviese que conversarlo con otras personas, de todos modos. Le ahorraría una parte del fastidioso trabajo de declinar.

—Aunque agradezco la oferta del Departamento de Aurores, he tenido suficientes riesgos y preocupaciones por una vida. No sé qué haré luego —Draco comenzó por aclararlo, consciente de las intenciones de la bruja de adelantarse a los hechos y presionar más. No tenía una paciencia infinita para tratar con ella, ni siquiera ese día. Sólo había dormido media hora la noche anterior—, no tengo idea de qué va a pasar después de estas vacaciones. Cuando termine quinto, iré a una casa de campo con mi primo y mi hermano —Se percató de que más de uno hacía una anotación por el término; en su cabeza, le deseó suerte a Neville cuando fuese acosado por preguntas también—, que no diré dónde queda, porque todos aquí son capaces de acercarse sólo para arruinar mi verano —Un par de risas más nerviosas que divertidas se lo confirmaron—. Luego...quién sabe. Es lo único que tengo para decirles sobre mí.

Se acababa de alejar un paso del estrado, cuando Skeeter se elevó unos centímetros del suelo con un encantamiento levitatorio, la vuelapluma agitándose con precisión sobre el pergamino. Draco se detuvo, más por encontrarse resignado a no dar batallas innecesarias, que porque le gustase la idea de dejarla continuar. McGonagall se acercaba más, dispuesta a sacarlo de ahí a la menor señal de incomodidad.

—¿Qué hay de tus cicatrices?

Procuró mantener una expresión tranquila al observarla de frente. Había conseguido tensar a varios de sus compañeros en la enfermería, mientras los revisaban para comprobar que no les hizo daño la exposición a la magia negra suelta, porque pensaban que lucía molesto al hacerlo.

—Es lo único que tengo para decirles —Le repitió, más suave.

Se dio la vuelta, bajó los escalones de la plataforma y dejó que la directora los despachase por su cuenta. Regulus le pasó un brazo alrededor de los hombros en cuanto los alcanzó.

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