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1938, Septiembre, 14.

          — Señorita Im, debe casarse con el señor Jeung. Es por el bien de ambas familias. No puede negarse.

La joven tomó el jarro de cristal que se encontraba sobre la mesa. Este adornado de preciosas margaritas blancas con una pequeña nota que decía: “Ni la más bella de las flores se compara a la belleza de tu corazón, Im JaeBum”. Estaba enamorada de ese chico, no de Jeung Taeyon. Consumida por la rabia lo alzó con todas sus fuerzas para dejarlo caer contra una de las paredes de la sala.

            — No lo haré. No debo nada a esas personas. Mi corazón pertenece a otra persona y así deberá ser.

La encargada de la joven ama tuvo que aguantar una cara de desaprobación. Ella quejándose por un matrimonio mientras la criada no tenía libertad ni para elegir qué iba a comer ese día.

            — Les debemos mucho, señorita Im. Sin ellos ahora mismo estaríamos en la calle, ¡en bancarrota!

            — ¿Y a mí qué? No tiene nada que ver una ayuda con un matrimonio. Dudo que su hijo tenga interés alguno en casarse conmigo.

Im Sunmi estaba a unos segundos de perder completamente los nervios. Era cierto que habían sufrido mucho por la crisis pero esto no quiere decir que ahora deba entregar su vida a un hombre no conocía. Estaban en en siglo veinte, no el siglo dieciocho.

               — La guerra...

               — ¡Basta! —no fue la joven la única que dio ese grito. Su padre acababa de entrar en la habitación.

Un puro colgaba entre sus dos dedos mientras su mirada se encontraba más oscura de lo que jamás había visto. El enfado era tan grande que la propia Sunmi temió haberse pasado demasiado.
Se preparó mentalmente para recibir algún que otro golpe como reprimenda por su actitud de niña caprichosa.

                — ¿Quién te dijo que tenías derecho a dar alguna opinión, eh? ¡Maldita malcriada! ¿Quién te ha enseñado a actuar así? ¡No eres nadie! ¿Entiendes? ¡Nadie! ¡Si yo digo que te vas a casar con el joven Jeung lo harás! ¡Respóndeme, pedazo de escoria!

La niña aterrorizada solo pudo asentir ante los gritos de su padre. Derrotada se dio cuenta de que no había forma de escapar de ese matrimonio. Estaba condenada.

Cuando su padre dejó la habitación dejo un silencio tan grande que casi daba miedo. Sunmi pidió a la criada que la dejara sola pues necesitaba unos minutos para aceptar la situación. Sabía que siempre había sido más objeto que otra cosa pero aceptar que realmente iban a intercambiarla como un favor dolía. Pensaba que quizá sus padres la querrían lo suficiente para comprender que estaba enamorada de otro chico. Darse cuenta de que no era así le rompió el corazón de alguna forma.

Mirando el jarrón roto en el suelo pensó en el parecido que éste tenía a su corazón. Hecho añicos y sin vuelta atrás. Toda la belleza perdida por el golpe. Pero, aún así, se dio cuenta de algo más. Uno solo pierde cuando se rinde. Si su corazón estaba roto y su vida despreciada bien al menos terminara demostrando que no se puede controlar un corazón.

                                 ×××

El día de la boda Jeung Taeyon era el chico más feliz de la tierra. Así se creía él. Siempre había amado a la más joven de la familia Im pero siempre supo que era inalcanzable. Demasiado bella, demasiado libre para que alguien como él pudiera amarrarla.

Tuvo la suerte de que el destino quisera favorecerlo, así pues sus padres hicieron un acuerdo de matrimonio entre ellos dos para juntar así los beneficios de ambas empresas convirtiéndose en la más grande de toda Corea. En tiempos tan difíciles era difícil que pudiera darse algo así y si lo conseguían el éxito sería eterno.

             — Hyung, ¿crees que seré digno de Sunmi? —preguntó Taeyon nervioso a su hermano antes de la celebración.

 
De los labios de su hermano se escapó una sonrisa cálida, llena de orgullo. 

             — Serás el mejor esposo que esa niñata jamás podría imaginar.

Taeyon miró enfadado a su hermano por llamar a su amada niñata pero en el fondo sabía que estaba en lo cierto. Si esa chica tenía una reputación era de ser demasiado caprichosa. El hermano mayor, Taehyun, dio un pequeño empujón al joven para que avanzara hacia el altar dando comienzo a la boda.

La celebración había sido hermosa, todos parecían felices y orgullosos. Todos menos la novia que parecía estar nerviosa por alguna razón. Taeyon quiso ignorarlo. Quiso pensar que era por tratarse de un día tan importante. Confirme se acercaba la hora del banquete la joven Im parecía sudar de manera cada vez más evidente.

            — ¡Brindemos! —gritó de repente—. Por esta nueva alianza entre nuestras familias, ¡que dure hasta que la muerte nos separe! 

Todos se alzaron entre gritos de júbilo y alegría con sus copas. El marido tomó su copa levantándose también pero la recién casada tenía otras ideas.

            — Cambiemos nuestras copas como símbolo de nuestra unión, Taeyon.

Él no podía contener la felicidad que sentía por ver a su esposa tan emocionada con su matrimonio. Si por fin mostraba interés debía complacerlo en todo lo que esta deseara. 
Así pues cambiaron sus copas repletas de un vino rojo oscuro. Cruzando las miradas levantaron sus bebidas al mismo tiempo y comenzaron a beber.

A mitad de la copa la chica sonrió mientras Taeyon perdía el equilibrio. Era el principio del final. El pelinegro cayó al suelo desplomado en cuestión de segundos. Sunmi reía a carcajadas entre lágrimas. Se sentía tan libre como aterrorizada. Todo había terminado.

ethereally, im. [im changkyun]Where stories live. Discover now