CAPÍTULO TRES: QUE COMIENCE EL JUEGO
—¿ESTÁ ADENTRO?
Gale asiente. Ambos estamos compartiendo uno de nuestros descansos juntos mientras Katniss va a ver a Peeta.
No hay nadie en la cafetería, así que nos sentamos en una de las mesas. Él tiene la cabeza entre las manos, con los codos en la mesa de metal, y no me mira cuando le hablo.
—Estará bien —añado.
Él sacude la cabeza y la levanta para mirarme. Tiene los ojos rojos. Intento no sorprenderme al darme cuenta de que ha llorado. Parece percatarse de mi reacción, porque vuelve a mirar hacia abajo mientras se encoje de hombros.
—¿Qué importa eso? La he perdido. —Suspira. Nunca le he visto así, tan vulnerable. — No, no la he perdido. Ella nunca me quiso, así que nunca fue mía.
Me duele oírle hablar así. Y es precisamente por eso que debo de olvidarme de él, porque si sigo distrayéndome de mi trabajo por un amor no correspondido, acabaré como él: llorando porque la persona que me gusta no me da ni la hora. Desde que se acercó a mí en la enfermería, no he podido olvidar su tacto, su olor a colonia barata mezclada con el olor inconfundible de los uniformes del Trece. La esperanza que nació de su proximidad y sus palabras puede llegar a pasarme una mala pasada.
—No es culpa tuya, Gale.
—Sí es culpa mía —su tono es duro y me resquema—. Me tendría que haber olvidado de ella hace mucho tiempo, pero lo que hice fue ir a rescatarle a él.
—Peeta tampoco tiene la culpa.
Mis palabras le enfurecen. Aprieta los puños y golpea la mesa. Como acto reflejo, me aparto bruscamente. Sus ojos me miran, ahora sorprendidos.
—Lo siento —dice rápidamente, y se alisa la camisa—. Lo siento.
Me paso las manos por la cara. Estoy sudando. Entonces nos miramos, y parece darse cuenta de algo. No dice nada, no mueve la boca, pero sus ojos grises se vuelven de repente más claros y más nítidos, como si hubiese encontrado algo que andaba buscando. Se queda congelado, mirándome, y me fuerzo a decir lo primero que se me pasa por la cabeza.
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A STORM LIKE HER ━ Gale Hawthorne
FanfictionA STORM LIKE HER | Thyra sabe que no puede rendirse, porque si lo hiciera, la muerte de su hermana Eyna no habría significado nada. Cuando la rebelión llama a su puerta, Thyra le da la mano y se despide de todo lo que conocía. Sabe que no hay vuelta...