A STORM LIKE HER | Thyra sabe que no puede rendirse, porque si lo hiciera, la muerte de su hermana Eyna no habría significado nada. Cuando la rebelión llama a su puerta, Thyra le da la mano y se despide de todo lo que conocía. Sabe que no hay vuelta...
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CARGO Y DESCARGO EL ARMA una y otra vez con nerviosismo. El collar de Eyna, metido dentro de la camiseta, me quema la piel.
Gale baja las escaleras al sótano y nos mira antes de suspirar.
—Está amaneciendo —anuncia—. Fuego de armas ligeras; podría ser Paylor. Los rebeldes están cerca.
Crésida me mira.
—Ha llegado la hora.
Antes de que pueda hablar como única comandante de esta misión suicida (como la única que aún no ha perdido la vida), el intercomunicador que hay en una esquina pita y emite una transmisión en directo de Snow.
Aparece vestido en traje y con una rosa blanca en la solapa de la chaqueta.
—A todos los ciudadanos del Capitolio que estén a más de un kilómetro del círculo de la ciudad —empieza—: decreto la evacuación obligatoria. —Me pongo de pie de un salto, dándome cuenta de lo que eso significa—. Vengan a la Mansión; les prometo refugio y asilo. Que todos los refugiados vengan a mi casa. Se les proporcionará alimento, medicinas y cuidados para sus hijos. Y juro solemnemente que les protegeré hasta mi último aliento.
—Que a ver si llega rápido —dice Crésida.
—Nuestro enemigo no es como nosotros, no comparte nuestros valores; no ha conocido nuestras comodidades y sofisticación. —Cabrón—. Y nos desprecia por eso. —Niego con la cabeza, viendo de reojo como Gale aprieta los puños—. Créanme, no han venido a liberarnos, ha venido a acabar con nuestra forma de vida. Ha venido a enterrarnos.
La transmisión se corta. Katniss mira hacia Peeta.
—¿Sigue en la Mansión? —le pregunta, pero él está ensimismado—. ¿Peeta?
—¿Eh? Sí, sí. Reconozco la habitación.
—Perfecto —digo, sacando el mapa de mi bolsillo y poniéndolo frente a todos. Le hago una señal con la mano a Crésida—. ¿Dónde está?
