Epílogo: Una tormenta como ella

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EPÍLOGO: UNA TORMENTA COMO ELLA

EPÍLOGO: UNA TORMENTA COMO ELLA

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CINCO AÑOS DESPUÉS

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CINCO AÑOS DESPUÉS

GALE HAWTHORNE NUNCA HABÍA SIDO muy habilidoso con las palabras. Él mismo suponía que tenía algo que ver con el hecho de que nunca se había esforzado mucho en el instituto, pero como ese día se cumplía su primer aniversario con su esposa, había decidido hacer un esfuerzo.

Ella estaba de vacaciones, pero él no había podido pedírselas, así que se contentó con pasar por la floristería de camino a casa. No había comprado rosas, (las rojas le recordarían a un incendio en concreto, las blancas a un tirano en concreto; además, a ella no le gustaba el rosa y él detestaba el amarillo) así que había optado por doce tulipanes rojos. La dueña de la floristería le había dicho que representaban el amor y la pasión. Gale no sabía mucho de flores, él había tenido que aprender sobre plantas medicinales, pero le habían parecido una buena opción. Con su poca habilidad para los poemas, les había colgado una tarjeta a las flores. Esperaba que le gustaran.

Se aliso la camisa y se colocó bien la corbata (negra) antes de picar a la puerta. Ésta se abrió unos segundos después, y enseguida pudo distinguir el olor de lo que sea que Thyra había cocinado para cenar.

Le sonrió a su mujer, que se había dejado la melena morena suelta como a él le gustaba, y le tendió las flores mientras ella exclamaba con sorpresa.

—Feliz aniversario, mi amor —le dijo.

La joven agarró el ramo y entró a casa, con él detrás.

—"Para la comandante más valiente y bella de todo Panem" —leyó ella de la tarjeta en alto—. "Tu soldado te quiere más y más cada día". Qué bonito, cariño.

Después de poner las flores en un jarrón con agua, se lanzó a los brazos de su marido para que le diera un beso.

Se abrazaron un rato, mientras ella repetía lo bonitas que eran las flores y la tarjeta. Gale se alegraba de haber triunfado.

—No sabía que nos íbamos a vestir tan bien —dijo ella señalando el traje que Gale llevaba puesto.

Por supuesto, estaba bromeando: él se vestía así todos los días para ir al trabajo.

Thyra llevaba una camiseta vieja de Gale y unos pantalones de chándal.

—Está usted preciosa se ponga lo que se ponga, señora Hawthorne —respondió él.

Ella soltó una risita, y ambos se sentaron en la mesa, a comer pizza casera, mientras hablaban y se reían.

Antes de subir a cambiarse a su habitación para ver una película juntos, Gale agarró la libreta que había en la encimera. Escribió 74 bajo el título, que ponía "noches sin pesadillas".

Volvió al piso de abajo, ahora con el pijama puesto, y rodeó con un brazo a su esposa mientras ella buscaba qué película querían ver.

—Creo que vamos a tener que vaciar el estudio —le dijo ella entonces como si llevaran todo el día hablando de reformas.

Él sacudió la cabeza con confusión. La antigua habitación de Thyra se había convertido en una especie de oficina con dos mesas cuando habían empezado a usar el mismo dormitorio.

—¿Por qué? —preguntó él sin comprender.

Ella le dio una sonrisa, los ojos chocolate brillándole con emoción. Se levantó un momento para buscar algo en el armario del salón. Era un mueble pequeño, marrón, un regalo de boda de Sate, uno de los mejores amigos de Thyra. Encima había un jarrón muy caro de cristal que les había regalado la madre de Gale.

—¿Qué haces? —dijo él.

Thyra se giró, las manos a la espalda y una sonrisa juguetona en el rostro. Siempre que le miraba así es que se había roto algo de la casa, y Gale comenzó a temer por su tiempo libre del fin de semana.

"Que no haya vuelto a estropear el fregadero...", pidió al cielo.

—Creo que vamos a tener que vaciar el estudio —repitió Thyra—, por esto...

Le tendió un palito blanco.

Gale lo sujetó con confusión, moviéndolo de un lado a otro. En la pantalla del medio había dos rayas verticales, rojas.

No entendía nada.

—¿Qué...?

Thyra se acercó para sentarse en su regazo. Le dio un beso en la frente a su marido, y él la notó temblando.

—Vas a ser papá —susurró sin más.

Por un momento él no sentía nada.

Al segundo después lo sentía todo.

Mientras la abrazaba, llorando de felicidad, Gale se dio cuenta de la suerte que tenía de seguir vivo. De estar, allí, junto a ella, su mujer y, dentro de poco, la madre de su primer hijo o hija.

Qué suerte tenía, de ser él mismo, de haberla conocido a ella, de haberse enamorado y de haber vivido lo suficiente como para contarlo.

Thyra había sido la chica que había puesto su vida y su cabeza patas arriba, y Gale estaba seguro de que no iba a querer nunca abandonar el ojo de una tormenta como ella.

FIN DEL LIBRO

A STORM LIKE HER ━ Gale HawthorneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora