Mi responsabilidad

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"Nunca fui de jurar, hasta que me preguntaste si te quería"

Bloqueé mi celular con cierta rabia acumulada en la yema de mis dedos. No podía creer que estaba pasando por todo esto, y que una vez más debía solucionar problemas que no me correspondían.

Salí de mi cuarto con determinación y me dirigí hasta la puerta de Rin, tocando y empujando la puerta seguidamente, antes de que ella pudiera darme una respuesta.

- Me escribió Yuma diciendo que Miku estaba muy mal.

La chica me miró de arriba a abajo, y volvió la vista al techo. Estaba ya vestida con el pijama y acostada en su cama, imperturbable. Ni siquiera se molestó en responderme.

- Entiendo que ya no quieras ser su amiga y francamente no me sorprende, pero podrías hacerle saber que estás bien. Ya sabes cómo se pone -insistí, intentando conciliar las cosas entre dos mujeres. Claramente eso estaba fuera de mi alcance, pero aún así hacía el intento.

- No me importa, ella no se merece saber nada de mí -musitó, y luego lanzó un largo suspiro.

- La última vez que hablamos sonaba preocupada -recordé en voz alta, hablando casi para mí mismo-, creo que temía que pudieras lastimarle o algo así.

Fue recién entonces cuando Rin se dignó a tomar asiento y golpeó suavemente el borde de la cama, invitándome a su lado.

- Miku dice eso para manipularte. No creas nada de lo que ellos te digan. Es más, ni siquiera deberías contestarles los mensajes -me pidió. Una parte de mí, sin embargo, intuía que ella no estaba siendo del todo honesta conmigo.

Daba igual, no tenía de otra que dejarlo pasar.

- Te veo muy tranquila -comenté, cambiando de tema a algo más alegre-, me alegra que estés haciendo más amigas. No quería que Gumi se enamore de ti y te la robes -sonreí con picardía y la rubia me aventó una almohada como respuesta.

A estas alturas, tal vez tenía más miedo de perderla a ella.

- Gumi es de mi propiedad -me recordó, con una falsa seriedad-. Es sólo que es muy apegada a Mikuo, y no me apetece estar calentando la olla por el momento.

¿A qué se refería con eso?

Preferí no estirar de aquél hilo.

- Bueno, le diré que haga espacio en su apretada agenda para ti-canturreé, y tuve el inusual impulso de depositar un delicado beso en su frente.

Por una fracción de segundo intercambiamos miradas, y a pesar de que no podía descifrar la suya, salí de la habitación.

- Hasta mañana.

Inmediatamente después de cruzar la puerta sentí remordimiento por haber traspasado aquella línea con ella. ¿La había invadido? ¿La había incomodado?

No podía negar que cada día que pasaba la rubia despertaba aún más interés y curiosidad. Se había convertido en una hermana para mí.

Porque eso era ella para mí... ¿no?

¿No?

Aquellos recuerdos de la noche anterior volvieron a mí de golpe, cuando al día siguiente y luego de la clase de deporte, uno de mis amigos me pidió ayuda con Rin.

- ¿Ya le has hablado de mí? -inquirió el peliverde, escrutándome con la mirada en el vestidor de hombres.

- Sí -mentí-. Todo va súper bien.

- Rin me evita como la peste -objetó Mikuo, levantando una ceja.

Fukase, Oliver y unos más se encontraban escuchando nuestra conversación, en completo silencio. Allí no volaba una mosca.

Me vi forzado a apartar la mirada y continué en mi labor de abotonarme la camisa. El cabello húmedo aún me mojaba los hombros y los nervios estaban empezando a hacerme sudar. De nuevo.

- Nah, solo es tu imaginación. Ella te adora -volví a asegurarle, desconociéndome a mí mismo. ¿Cuándo había empezado a mentirles a los demás?

- El otro día se cambió de grupo-mencionó, y noté la frustración en su expresión. Claro, Rin le había comido la boca, se había robado su corazón y ahora le hacía el vacío.

No me hubiese imaginado que las mujeres podían ser así de frías.

- Eso es porque quería estar con sus nuevas amigas, ya sabes cómo son las mujeres. Eso es todo... Rin, Una e Ia ahora son muy cercanas. Incluso creo que van a ir a casa este fin de semana.

Silencio, Len. Deja de inventarte cosas.

- Yo creo que a ti te gusta Rin -soltó el pelirrojo sin más, volviendo a hacerme presa de las miradas de todos.

- ¿Qué? -chillé, agudizando mi voz con demasiada indignación- No digas estupideces. Rin es mi responsabilidad.

En eso no mentía.

- Mi hermana también es mi responsabilidad, y no ando por ahí pegándole la salchicha -Fukase me iba a pagar por todos los comentarios no solicitados que estaba haciendo ahora mismo. Estaba hundiéndome, y esto no se iba a quedar así.

- ¿Es en serio, Len? -se indignó el peliverde, levantándose de inmediato-. Me podías haber dicho simplemente que no querías ayudarme, en lugar de perder mi tiempo y hacerme quedar mal. Todo tiene más sentido ahora.

Sentí un nudo en el estómago. Si bien no era mi mejor amigo, no estaba dispuesto a entrar en guerra con nadie. Al menos no abiertamente.

- ¡Claro que no! -negué, levantándome también y alzando un poco el mentón, para reducir la diferencia de alturas- ¡Jamás podría gustarme alguien tan complicado como ella!

- Ya lo veremos -dijo con incredulidad, y sin más se retiró.

- ¡¿Qué mierda te pasa, Satoshi?! -me giré con furia hacia el pelirrojo y lo empujé un poco, después de todo él había sido quien me lanzó al fuego en primer lugar.

- Si tú no vas a decir lo que piensas, al menos déjame ayudarte-se defendió, levantando las manos en señal de tregua.

Quedé un momento en silencio, analizándolo... Y luego percibí que no estábamos solos. Oliver también seguía allí, mirándonos como si fuese Suiza durante una guerra.

- No necesito tu ayuda -terminé diciendo, aún sin enfriarme completamente.

Salí de un portazo con el bolsón al hombro, y toqué mi rostro comprobando que estaba ardiendo como las brasas. Apenas era mediodía, y en cosa de nada debía volver a verla.

¿Qué le diría? ¿Debía ignorar este impulso que sentía adentro, esa necesidad de cuidarla y protegerla de los demás? Claramente, a ellos sólo les parecía atractiva porque era diferente a las chicas de aquí. No la conocían como yo.

Y en el momento más inoportuno las palabras de Miku de aquél día retumbaron en mi memoria, de nuevo, consiguiendo que me inquiete aún mas.

"Deberías preguntarte qué podría hacerme ella a mí"

Fue lo que me dijo la última vez que la vi, pero... ¿Acaso había ya terminado de entender a Rin?

"No creas nada de lo que ellos te digan"

Eso me había pedido ella la noche anterior. Pero... ¿Qué podrían llegar a inventarse que sea tan trascendental como para ponerla así? Sí, era verdad que estaba despechada porque sus amigos la habían engañado, pero ¿ni siquiera le iba a dirigir la palabra a la que fue su mejor amiga de toda la vida?

Debía hablar con Miku, y pedirle que me aclare las cosas.

"¿Te puedo llamar?"

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