A.J.

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-Ni una sola, ¿cómo la ves?

Merced a mi condición de director del periódico estudiantil (y a que Alina era mi enamorada), me había hecho con las listas de alumnos de algunos ciclos del Vaxi, buscando un nombre en particular.

-Debe estar por algún lado -dijo Isabella, mirando por encima de mi hombro -. No me la creo que no exista ni una Cirse en todo el Vaxi.

-Aunque tienes a tu favor el hecho de que éstas son las listas de asistentes de hoy: aún no consigo acceder al registro general.

-Eso espero. No me alucino que hayamos dejado a ésa chica en Arequipa, por ejemplo.

-¿Se va a servir algo?- me preguntó Alina, muy guapa en su uniforme mientras se acercaba a nosotros.

-Yo quiero todo -le respondió Isabella, pero no fue escuchada.

-Ese uniforme te queda muy bien.

En realidad, todo en la fuente de soda era muy chévere: el local, la música, los trabajadores. El nombre era lo único que aún no me cuadraba.

-Un "especial coma y punto", por favor -respondí, señalando el mejor helado de la carta y que anexaba el nombre del lugar.

-Sale -dijo Alina, mientras iba por mi pedido.

Al cabo de unos minutos, Julio llegó a hacerme compañía.

-¿Revisando listas de cachimbos, sabandija? -me dijo no bien se sentó a mi lado -. ¿Buscando víctimas, tal vez?

-No, nada. Y si lo sigues diciendo, Alina me matará -bromeé.

-Cierto, e irá a hacerme compañía -añadió Isabella.

-Yo conocí a una hace unos días: una chibola de nuestro salón bastante potable que toca huaynos como mi antiguo maestro Serafín -me dijo Julio.

Me habló de ella por espacio de unos minutos. Le hice notar que Stephanie, si bien no era celosa, era demasiado histriónica y era capaz de hacerle un escándalo sin querer.

-No te preocupes, lo sé. ¿O acaso no recuerdas que el año pasado me plantó una bofetada solo porque me aburrí de plomearle el vestuario?

Stephanie era bailarina en un conjunto femenino de cumbia (de esos cuyas integrantes usan muy poca ropa y son las delicias del público masculino) y durante el año pasado se hacía acompañar de Julio para que la ayude con su vestuario.

-Ella es así. En fin, supongo que sabrás cómo tratarla. Oye, ¿no te dicen nada por estar sentado conmigo?

-No: justo estoy en mi hora de descanso -me explicó -, y como no han dejado tareas en el Vaxi, pues normal.

Hasta donde yo sabía, Julio sabía compaginar muy bien su vida académica con su trabajo y labores adicionales. Durante sus descansos en "Coma y punto" hacía las tareas: había hipnotizado a Cinthya para que le preste su laptop, supongo.

-Solo falta Jhonny, ¿eh?

-Aquí estoy, sabandijas -nos dijo el susodicho, que recién se aparecía -, ¿de que me perdí?

-Como dijiste que ibas a ver a unas chiquillas -respondió Julio-. Pensé que no vendrías.

-Como te gusta falsear todo, chino. No fue así. Una amiga de mi madre le pidió que les diera clases de música a sus hijas ya hace un tiempo, pero la verdad no dan. Ya tocan regular, aunque postularon al Vaxi éste año, las chotearon. ¿Les digo para que les des clases, chino? La mamá de ellas me paga cien cocos por hora y media.

-No jodas: es un dineral -dijo Julio.

-Le voy a escribir entonces a la tía que eres un excelente maestro, que me enseñaste a mí y todo el floro. Sobrado haces entrar a las Rutherford.

-¿Están potables? -preguntó.

-Si. Son gemelas, guapas y judías. Alanisse y Theresa -respondió Jhonny, mientras texteaba en su celular.

-Cada vez que me dicen "judío", me imagino a monjes shaolin, no sé por qué. ¿Se rapan la cabeza?

Nos reímos, un tanto ruidosamente. Al poco rato, Alina me trajo mi pedido.

-¿Y para mi?

-Si quieres algo, chino, te levantas, te lo preparas y te lo traes -replicó, mientras tomaba el pedido de Jhonny.

-Que feo es tu corazón, Alina.

-Tranquilo, te pedí una copa -musitó Jhonny, mientras mi enamorada iba hacia la cocina del local.

-Eres grande, sabandija -se alegró el chino.

-¿Y qué tocan? -le pregunté a Jhonny.

-Ése es mi amigo A.J., preguntando lo que es realmente importante.

-Me refiero a instrumentos, chino.

-Especifica pues, sabandija.

-La mayor, que es Alanisse, toca percusión. La menor, Theresa, es saxofonista.

Nos contó que se quedaron sin ingresar por unos puntos. Eran hábiles, pero en teoría musical estaban técnicamente en la calle.

-Oye, Julio, con respecto a la chibola de nuestro salón que me comentabas, esa que apareció en el muro del Vaxi -le dije -: no le vayas a jugar chueco a Steph, ¿eh?

-No, nada, ya te dije. Está medio rayada la ayacuchana. Hasta parece que adivinara lo que pienso. Sólo le hablé esa vez, y no se volverá a repetir. Para locas, en mi casa.

-Ah, pero en cambio, si yo tuviera flaca, no le hablaría ni a mis profesoras -dijo Jhonny.

-Un enamorado así, quien no querría -suspiró Isabella.

El año pasado le había echado el ojo a Julio. Este año parece que le tocaba a Jhonny.

-Porque no te da la gana. Kat está disponible para ti cuando quieras.

-No, gracias. Paso.

-Mi tío dice que no es tan corcho como yo para la guitarra.

-Entonces le está dando clases, al final.

-Anda, de eso no sabía nada -dijo Jhonny, tomando su helado.

-Ah, sí. Es que justo cuando te iba a contar, llegó el pollo a la brasa. Anoche, ¿recuerdas?

Cuando se trataba de comida, Julio se olvidaba de todo lo demás. Precisamente, en ése momento se olvidó de todo al ver su gran helado.

-¿Alguna cachimbo interesante, al fin, sabandija? -preguntó el chino, ya a punto de terminar su copa.

-No. Sólo estaba poniendo en orden ésto. ¿Y si alguien de El Club tiene relación con algún ingresante? -improvisé.

El año pasado mis amigos y yo no encargamos de desbaratar la mafia enquistada desde hacía años en el Vaxi. Dicho sea de paso, nunca nos dieron el crédito de dicha operación.

-Cierto -dijo Jhonny-. Pero creo que El Club está más que acabado. Alucinen que, según la mamá de las judías, que es abogada y está metida en los juicios de El Club, declararon al psicólogo inimputable por delicuescencia.

-Lo que quiere decir...

-Que está loco, así que lo mandaron al Larco Herrera.

Di un silbido de admiración.

-Sí. A los demás, los sentenciaron a prisión suspendida, salvo a los menores de edad: ellos están en correccionales, por un año en algunos casos. Los profesores y el personal administrativo involucrados no tuvieron tanta suerte: prisión efectiva de tres años y reparaciones civiles al ministerio de educación por un monto en su conjunto de un millón de soles.

-Como quisiera que me los den a mi -se quejó Julio.

-Pues empieza a hacer planes, sabandija -le dijo Jhonny, celular en mano-: la mamá de las Rutherford está de acuerdo con el cambio. Te voy a dar su número para que la llames y coordines. No le cobres menos de cien dólares.

Aún en la soledad - Antes De Las nueve IIWhere stories live. Discover now