SABANDIJAS

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-Para ser completamente sinceros, te ha pasado a tí lo mismo que me pasó a mí con Kat, sabandija.

Habían llegado a Coma y Punto a la hora del descanso de Julio. Jhonny interpelaba al chico trabajador mientras A.J. se llenaba la boca con una torta tres leches.

-¿Cómo así? -preguntó.

-Pues que te viste reflejado en sus ojos, sabandija. De repente te diste cuenta lo linda que es y ésas cosas: eso es lo que viste en Windy.

En realidad, había sido algo más que eso, pero no mucho más.

La semana anterior se había dado todo para que Julio y Windy coincidieran en varios lugares dentro del Vaxi y que justo el jueves pasado tanto las Rutherford como los sabandijas se ausentasen durante un alto a las clases que duró tres horas y tanto el nikkei como la filipina compartieron ése largo lapso.

Windy le contó que habían llegado de Filipinas hacía casi tres años y que casi no veía a su padre puesto que trabajaba en minas (de vez en cuando regresaba a casa, pero era esporádico). Vivía con su madre y tres hermanos: dos mayores que eran Cristian y Fátima, y una menor que era Celia. Su familia se completaba con dos hermanos que ya vivían fuera de casa: Emilio, que era cantante en una orquesta de salsa bastante conocida, y Gonzalo quien trabajaba en una fábrica importadora de conservas vegetales.

-Cristian y Fátima también trabajan: él es enfermero y ella combina su trabajo de niñera con sus clases de cocina: hace unas tortas muy ricas, de verdad. Celia va al jardín: es muy pequeña.

-¿Y por qué no ingresaste al Vaxi hace un año y medio? Tenías beca y estabas exonerada del exámen.

Ella pareció titubear un poco, como dudando si contar o no.

-No, por nada en especial.

También le contó que la primera fiesta a la que asistió fue un desastre, porque el dueño del cumpleaños se enfrascó en una pelea con un señor y ella tuvo que huir con su hermana Fátima. Le contó de sus travesuras en Filipinas (nada extremo: a duras penas unas cuantas guerras de comida y la confección de bombas apestosas caseras), la exigencia de su madre para que sea una gran cantante.

En realidad la muchacha era un tratado de armonía y una biblia de acordes, además de tener oído absoluto. Inevitablemente terminaron hablando de música y, aunque su fuerte era la trova, ambos pudieron entenderse muy bien.

-Ustedes siempre me friegan con Windy, sabandijas -aseveró Julio, sin faltar a la verdad-. Bueno, ustedes y las judías: parece que me la quieren meter por los ojos a como dé lugar.

-Siendo objetivos -dijo A.J.- sería una buena idea. Tu eres un buen guitarrista, ella canta trova: la sociedad sería muy beneficiosa. Y seamos sinceros: Windy puede ser una cantante extraordinaria, pero su mismo temperamento evita que se luzca, en cambio tú eres un showman, un performer frustrado y con un extraordinario sentido del humor. Además los dos son chinos. Te gusta, ¿no?

-Sí, creo que algo.

Jhonny sonrió:

-Entonces ¿qué esperas, sabandija? De una vez nomás, aplica.

Antes de diagramar algún plan para conquistar a Windy, el descanso de Julio terminó. Jhonny y A.J. se despidieron de él y se marcharon a sus casas.

Luego de que Jhonny partiera en su auto, A.J. se dirigió con Isabella a buscar su autobús.

-Ya estoy bien preocupada, A.J. Estamos casi a mediados de agosto y éste brazalete sigue sin salirse. ¿Qué estamos haciendo mal?

El frío azotaba las calles limeñas por donde andaban. De pronto, el celular de él vibró.

Vio la pantalla y sonrió: era "la paraguaya ésa" y le solicitaba que la acompañase a la estación del tren, que se le había hecho tarde y no quería cruzarse con cierto perro molestoso.

En menos de quince minutos, A.J. se encontraba con ella y le expresaba los temores de la fantasma.

-Isabella, tal vez tenga relación con el Perro Gris -dijo ella.

La fantasma movió la cabeza de un lado a otro.

-Estoy perdida -se quejó.

-Tranquila -la confortó A.J. -. Todo se solucionará pronto.

-Cierto, ten calma. Aún restan más de tres meses.
Caminaron lentamente hasta la estación del tren, mientras recordaban la anécdota del día con respecto "al que la tiene gruesa". Como ambos se rieran más de la cuenta e Isabella estuviera bastante perdida, pidió que le contaran a qué venía tanta carcajada.

En la mañana, A.J. fue arrastrado por Olinda a su clase de teatro, a la cual había sido admitida ya de forma permanente: el taller lo dirigía Josué Mimbela, un reconocido actor, excelente profesor y homosexual "convicto y confeso", como él mismo se autodenominaba. Sin embargo, a pesar de dichas credenciales, de su juventud y su excelente sentido del humor, era muy respetado por todos en el Vaxi. Ni siquiera Julio, el payaso de cuarto ciclo, lo vacilaba: cuando ambos se encontraban en los pasillos, el chino lo trataba de "maestro"; y atendiendo a la cortesía, Josué lo llamaba "joven Kitahara".

El asunto fue que estaban en pleno taller de títeres y el muchacho encargado de hacer la voz de Dios se había ausentado por viaje, por lo que A.J. pasó de observador a integrante de los ensayos. No era complicado: todo se resumía a esconderse y hablar.

-Como Dios -dijo el maestro Mimbela, cadera quebrada y mano a la cintura-, así que usa tu imaginación, Fernández.

Por supuesto, A.J. no se dejó intimidar: estaba de invitado y Olinda estaba presente, por supuesto que haría una intervención genial. Preparó su mejor voz de bajo y tronó con potencia:

-¿A quién buscas en el cielo, Osito Azul?

Y con la misma entonación leyó todas sus líneas. Olinda le sonreía, los muchachos del taller aprobaron su intervención y Josué parecía al borde del clímax.

Al finalizar, ocurrió la anécdota: Josué se levantó de su silla y aplaudió:

-Geniales todos. Gómez, dale más vitalidad al grillo: se supone que es fuerte. Di María, quítale ese dejo porteño a la paloma, hijita. Gonzales, dale más emoción a ése niño que se está reencontrando con el Osito Azul. ¿Y dónde está el que la tiene gruesa?

-¡Profesor Josué!

-Ay, la voz.

Esta vez fueron los tres los que no pudieron contener las carcajadas mientras cruzaban la avenida en dirección a la estación.

-Cuando llegues, me avisas. Y toma un taxi desde la estación hasta tu cuarto.

-Sí, amor.

La broma le hizo sentir a él un calorcillo bastante agradable que llenaba su interior, el cual se disipó casi inmediatamente, al sentir que su celular vibraba y que en la pantalla aparecía el numero de su ex.

-Cuélgale a Chernobyl -dijo Isabella.

Por señas, le hizo saber a Olinda que era Alina. La paraguaya, por toda respuesta, le quitó el celular.

-Aló -dijo, mientras activaba el altavoz.

-¿Quién eres? -crepitó en la bocina la inconfundible voz de Alina -. ¿Donde está A.J.?

-Se está bañando, querida. ¿Le queres dejar algún mensaje?

Por toda respuesta, Alina colgó.

En sus respectivas casas, una hora después, ambos seguían riendo.

***

Con esto terminamos momentáneamente la quinta parte. A pesar del dolor de perder a un ser querido, la mayoría lo ha resuelto relativamente bien.

El Perro Gris ha movido sus fichas y ha conseguido que Jhonny deteste a Caricia (siendo el que peor carácter tiene, se veía venir la verdad); Windy empieza a tomar más protagonismo y Olinda parece tener algo más que una simple amistad con A.J.

Continúen leyendo las siguientes páginas: estoy seguro que las siguientes tres partes serán aun mejores. Gracias por leer.

Aún en la soledad - Antes De Las nueve IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora