BEATRIZ

1 1 0
                                    

Una vez terminado el breve refrigerio, Beatriz pidió un taxi hasta su casa. Julio, de acuerdo a lo que su hermana le había solicitado, la acompañó hasta su nueva casa.

-Por un momento pensé que seguían viviendo en Surco.

Ella acomodó a su bebé en sus piernas, mientras Julio metía su maleta en la parte de atrás.

-No, mi familia se mudó a Comas hace un par de años. ¿Tú sí sigues en Surco?

Él le comentó que durante las vacaciones del anteaño pasado se mudaron a Barranco: una casa más pequeña, pero más confortable y acogedora.

-Ahora, tampoco creas que fue la gran mudanza: sólo fueron dos cuadras. Aún le sigo comprando al chino Ling. No sé si lo recuerdas.

Beatriz sonrió con cierta malicia.

-Hay cosas que no se olvidan fácilmente, "Kitala".

Ambos se rieron, bastante divertidos.

-Pues qué gran mudanza. No me digas que es la casita verde que veíamos cuando nos íbamos a pasear al malecón. Bueno, pero yo ya hablé bastante, Julio. Dime, ¿cómo te ha ido a tí? ¿Sales con alguien? ¿Tienes enamorada?

Cuando Julio la ayudó a bajar del taxi, toda la familia de Beatriz salió a recibirlos.

-Traje dulces para todos -dijo ella, no bien estuvieron instalados cómodamente en el comedor.

-Qué rico. ¿Los hiciste tú, Bea? -preguntó su madre.

-Los que están envueltos en papel manteca sí.

Y fue sacando de su bolso pequeños presentes, que fue entregando a cada uno de sus familiares.

-Y para tí -le dijo, dándole un llavero con un motivo mochica a Julio-. Tengo uno para Mitsui, pero a ver cómo le hago para mandárselo hasta Japón.

-Dámelo, Rei verá cómo se lo hace llegar. Está tejiendo una bufanda y una chompa, así que debe enviarlo para antes de diciembre.

Tras una breve charla entre Julio y los padres de Beatriz, éste anunció que se retiraba.

-¿No te vas a quedar a almorzar? -preguntó el padre.

-No, míster: muchas gracias. Mi mamá se toca de nervios si no estoy en la mesa para comer lo que ella inventa -luego se dirigió a Beatriz-: ya te visitaré con Jhonny, y te presentaré a mi amigo A.J.: los dos son muy divertidos -por último, se dirigió a la madre-: señito, ya me tendrá pronto por aquí.

No bien se hubo ido, Beatriz anunció que estaba exhausta y, tomando a Brenda en brazos, se retiró a descansar.

El torrente de información que le había soltado Julio en cuanto ella le preguntó qué había sido de su vida la había abrumado un poco. Le costaba un poco retener los nombres de las chicas a las cuales aludió -en realidad retuvo algunos, y segura estaba de que la mitad se le habían olvidado-, pero las situaciones no se le iban de la mente.

Acostó a Brenda en la cuna que su padre había mandado hacer para ella no bien supo que su hija estaba de vuelta.

Agotada por el viaje, hizo uso de su vieja cama de adolescente: un mueble que no le hizo ningún tipo de recriminación por la ausencia de tres años.

-¿Isabella? -murmuró, recordando el nombre de la chica de la que habló Julio.

El nombre se hundió junto al de Cirse ("mi aventura del viaje de prom: los baños de las discotecas en Cuzco son bien inseguros"), Giannina ("nada del otro mundo: acompañé a su conjunto de danzas afro cuando nos fuimos a Cañete"), Alondra ("resultó que estaba compinchada con El Club, alucina"), Alina ("nunca me dejó avanzar más de besos. Le sacó la vuelta a mi amigo A.J., fácil que te lo presento mañana"), Stephanie ("Era flaca de A.J. Su hermano se prendía, pero parece que la que quemaba neuronas era ella"), Merrian ("es mi pataza, mi mejor amiga: tienes que conocerla") y Windy.

-Esa flaquita también está demente -dijo él, mirando hacia el techo -. Es cantante, cómo tú. Y bastante buena, por cierto. Tiene una voz muy melodiosa, además de una técnica depurada, y también...

-¿Estás enamorado, entonces? -lo interrumpió ella.

-Nada que ver. Es mi amiga, nomás.

-No lo niegues, Jui-chan. Te brillan los ojos cuando hablas de ella.

Estaba a punto de dormirse, pero se inquietó porque, cuando hablaban de ésa chica, sintió algo extraño por dentro. ¿Sería tal vez rabia?

-¿Por qué se fue Mitsuishi? -preguntó ella.

-Después de la muerte de Celeste, hizo sus maletas y no se despidió de Jhonny. Ah, porque no te conté de Jhonny y mi hermana. Y de Celeste. Bueno, primero lo de mi hermana y luego lo de...

Celeste, la chica más maravillosa del mundo, sin duda alguna, después de escuchar todo lo que Julio tenía que decir de ella. Aunque luego de saber todo acerca de su amistad, hasta se sintió mal de haber sentido lo que sintió cuando Julio se extendió sobre la vida de su amiga, y cuando guardó silencio al recordar su muerte.

Celos. Eso es lo que sintió. Y lo admitió consigo misma.

Julio había hecho su vida al margen de ella. Era como si hubieran caminado un trecho y luego seguido por sendas distintas, alejándose (por su culpa) tanto que ya casi no podía reconocer al niño que le hacía los dibujos del muchacho alto, atlético y con una barba incipiente que tenía por hobby andar de una chica en otra.

Y es que era distinto. ¿En qué momento el chico tan bueno se dedicó a ser un conquistador? ¿Por qué lo hacía? ¿No sería mejor que encontrara una buena chica y se estableciera con ella? Aunque, al fin, la menos indicada para dar ése tipo de consejos era ella.

Hiciera lo que hiciera, ambos pertenecían a mundos diferentes. El, joven y vigoroso, estudiando y perfeccionando su arte, con todo un mundo de posibilidades: porque también le comentó que había continuado progresando con su guitarra. Ella, madre soltera y desempleada, además de ajena a su realidad. Lo peor es que creía firmemente que la razón del comportamiento actual de Julio era única y exclusivamente consecuencia de no saber cómo aceptar que podía estar enamorada de dos personas a la vez.

-Isabella -volvió a murmurar -. ¿Acaso no era la chica amiga de Rolando? ¿A la que llevó a mi fiesta de quince años? ¿Con la que me sacó la vuelta la primera vez, que dicho sea de paso no fue la última?

Ignoró ese ultimo pensamiento y se durmió.

Aún en la soledad - Antes De Las nueve IIOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz