JHONNY

1 1 0
                                    

-Fatal, sabandija. Fatal.

Me encontraba caminando con Julio por la soleada Alameda que está por el centro. Habíamos ido a averiguar unos discos inéditos de guitarra sola.

-Se marchó, viejo. Otra que se me va.

Juglar también se marchó del colegio. Merced a una treta, consiguió dar los exámenes finales de manera extemporánea. Una vez aprobados todos, se marchó sin despedirse de nadie.

Odiándome para siempre, sin duda.

Un grupo de chicas nos hicieron adiós con la mano. Julio hizo el ademán de acercarse, pero como yo siguiera mi camino, decidió alcanzarme.

-Vaya, sabandija. Aunque sea quisiera aprovechar tu pinta para hacer nuevas amigas.

Según las mujeres de mi familia (Ferrand), yo había heredado el atractivo físico de mi bisabuelo, un próspero empresario maderero francés. La verdad yo nunca me lo creí, hasta que me mostraron una foto (a blanco y negro, claro): mi abuelo me dijo que tenía los ojos azules: por lo visto sería lo único que nos diferenciaba.

-Di la verdad, Jhonny. Extrañas más a Kat o a Juglar.

Finjo pensar, aunque en realidad ya tengo la respuesta.

-Juglar nunca me jugó chueco. Kat sí.

Eso, por supuesto, no respondía la pregunta (la cual no tenía ganas de responder). Ya sea por despiste o por no querer ponerme en aprietos, Julio no insistió.

Encontramos sólo uno de los discos que fuimos a buscar. Luego de prometer sacar una copia, fuimos a tomar refrescos: aún faltaba para el almuerzo y le había prometido a Julio que si ingresaba (algo que no dudaba) lo invitaría a almorzar lo que quisiera.

-¿Qué hora es, sabandija? Me muero de nervios.

Hacía una semana que Julio había rendido el exámen para becarios del Vaxi, mientras que por otro lado yo había rendido el exámen regular hacía quince días. Los resultados para mí llegaron a los pocos días, mientras que los de él estaban programados para ése día.

-Ya son las doce, sabandija.

-Chequea los resultados, pues. Estoy asustado y además no tengo internet en mi celular.

-Déjame ver en la web -le digo, mientras reviso mi celular.

Los resultados ya estaban publicados, pero algo no me cuadraba.

-Según lo que veo, me parece que sí ingresaste. Pero no entre los primeros, sino más bien con las justas. ¿Para guitarra no se supone que sólo hay cinco vacantes en beca?

-¿Pero estoy dentro? -preguntó mi buen amigo.

-A ver, te los nombro: Baca, Cutipa, Erasmo, Fernandez y Kitahara.

Julio se levantó de un salto y miró por encima de mi hombro.

-Sabandija, eso está en orden alfabético.

Era verdad. Al lado de cada nombre, figuraba el puesto.

-Entonces...

Los dos dimos un grito que asustó a todos los presentes.

-Primer puesto, carajo -exclamé, eufórico.

Nos dimos un abrazo bien fuerte: me dejó sin aire.

-Sabandija, hoy la hacemos. Vamos a juerguear.

-Sale. Pero primero dejame avisarles a mis padres. Fácil que se alegran tanto que se ponen el almuerzo.

Tal y como supuse, fue así. Almorzamos parrillada y padre insistió en brindar con un vino argentino.

-Por Julio y Jhonny, los futuros mejores guitarristas del Perú

Luego de obtener el permiso de mis padres y de la mamá de Julio, fuimos a una de las mejores discotecas de Lima. Vaya a saber cuándo volveríamos a salir a una, ahora que estudiaríamos por tres largos años.

Un par de horas más tarde, estábamos en el departamento de dos hermanas bien simpáticas. Mientras Julio jugaba damas chinas con la mayor, yo iba charlando con la otra.

Intercambiámos números. Luego llevé a mi buen amigo hasta mi casa y, mientras nos reímos de todo, llegamos a ese punto donde no sabes si es muy tarde o muy temprano.

Al final tuvimos nuestra ceremonia de clausura del colegio. Allí recién supe algunas cosas de mis compañeros con respecto a dónde irían al finalizar el colegio: el gordo Cazulo quería ser periodista, Margarita Cépeda pensaba estudiar diseño de modas, Camilla Arenas tentaría la posibilidad de estudiar medicina humana... Había quienes pensaban trabajar, otros estudiar más todavía y un par decidió tomarse un año sabático tras casi catorce años de estudios ininterrumpidos.

Eso lo supe al final de la clausura, y voy a pasar a explicar por qué: normalmente no acudía a las clausuras porque era una secuencia de tonteras que me aburrían. Julio no se perdía nunca una porque su mamá lo obligaba; a mí también me obligaba mi mamá, pero a veces ella también se quedaba dormida y ya no iba, aunque un par de veces me obligó a ir tarde.

En primero de secundaria fui de obligado porque tenía que actuar, en segundo no fui. En tercero fui a apoyar al coro de niños y en cuarto tampoco fui.

Fue Julio el que notó la secuencia:

-Tu vas un año sí y el otro no, sabandija. Pero siempre haces tu entrada triunfal, faltando pocos minutos o segundos antes que todo salga mal.

-Nada que ver, sabandija. Tan sólo es casualidad. La verdad no lo hago a propósito.

-Estoy seguro que éste año harás eso. Creo que una profe de primaria va a cantar, vendrás a acompañarla.

Y acertó: pero juro que no lo hice para ser admirado. La verdad ya habíamos ensayado y todo, y el mismo día llamé al colegio para decir que no iría a la clausura. Y quien sabe por qué, pero me arrepentí, pedí un taxi y me fui al colegio.

-Otra vez la entrada triunfal -me dijo Julio cuando me vio entrando con mi guitarra.

De eso ya había pasado algún tiempo, y con él llegó nuestro primer día de clases en el Vaxi. Julio me fue a buscar muy de mañana, llevando su guitarra al hombro, además de un cuaderno y un lápiz. Yo tenía ya mi mochila lista, con todo lo necesario para afrontar esa nueva etapa.

Llegamos relativamente temprano para ver a las chicas. Habría, como no, una alocución por parte del rector Echevarría, pero se daría al mediodía. Estábamos conversando alegremente el chino y yo, viendo llegar a los rezagados cuando de repente se cerró un círculo que yo creía desaparecido, al notar a alguien que yo conocía muy bien, pero cinco años mayor.

Mi viejo amigo de la primaria, Fernández. Lo veo entrar al salón y decido ir a saludarlo.

Y me parece que con esto puedo dar por terminada mi etapa de escolar. El resto te lo voy a contar cuando te vea: espero que eso se dé muy pronto.

Aún en la soledad - Antes De Las nueve IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora