Epílogo

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6 meses después

- ¡Papá!- gritó Suni con sus bracitos estirados al momento que me vio entrar en la habitación

- ¡Papa! - le siguió Sun He, quien intentó gatear hasta mí pero llegué yo a él antes. Ambos se encontraban en una colchoneta roja, en el suelo, rodeados de sonajeros. Como pude me senté junto a ellos y los cargué, uno a cada lado, olían a perfume de bebé, estaban grandes ya, sin embargo eran mis peques. Repartí besos para ambos mientras me ponía a jugar con ellos. Sun He tenía un pequeño chichón en la frente, el señorito era un travieso que gateaba por todos lados y había que estar vigilando todo el tiempo, mientras que la señorita, era una niña tímida y un tanto miedosa, pero lo que ambos tenían en común, era su risa y amor en sus ojos. Pasé alrededor de dos horas con sus muñequitos y sonajeros hasta que los bostezos comenzaron a aparecer uno tras otro. Al cabo de una media hora se encontraban durmiendo abrazaditos en la cuna. Saqué mi teléfono y les tomé una fotografía, nuevo fondo de pantalla. La habitación se inundó de perfume y supe que habías llegado, no podía controlar mi corazón cada vez que te veía. Desde esa noche que hablamos, me habías pedido un tiempo. Me di vuelta y mis pensamientos volaron cuando los ojos se posaron en ti. Con una blusa blanca y un pantalón ajustado negro, el cabello pasaba tus caderas en suaves ondas más claras.

- ¿Cómo estás? - preguntaste. Muriendo, quise responder

- Bien, ¿Y tú? - respondí haciendo caso omiso a lo que mi interior exigía

- Bien también - un silencio intenso se produjo entre nosotros - supe que te estás quedando en el café/bar - asentí en respuesta. ¿Qué es esto? ¿Hablar de estas cosas, temas triviales como divorciados?

- Sí, le cedí la escritura del local a Taehyung, aun así dejó que me quedara a dormir ahí, en la parte de atrás- respondí de forma monótona. ¿Qué te puedo decir? Estoy muriendo cada día lejos de ti, de los peques, estas visitas diarias me matan, me hacen peor, me dan lo que quiero por dos o tres horas para luego quitármelos. ¡Te odio destino!

- ¿La empresa? ¿Qué tal vas con eso? - ¿por qué siento que tus ojos me están intentando decir otra cosa? ¿O es que mi deseo por ti es tan grande que estoy imaginando cosas?

- Bien, el equipo está trabajando en algo nuevo, mientras tanto... ¿Recuerdas ese programa, Alba Antory? Bueno, una empresa japonesa de autos de alta gama quiere usar esa tecnología para aplicarlos al nuevo vehículo - comenté, ¿En verdad te interesa esto? - ¿Y tú? ¿Qué tal la vas de jefa?-

- Tener una propia agencia de publicidad es un desafío que día a día me pone retos - dijiste sin más. Ésta conversación era absurda, tan ilógica, pero eran las primeras palabras que cruzábamos después de meses. Todo se basaba en que abrieras la puerta y te desaparecías en tu trabajo mientras yo visitaba los peques. Y ahora me hablabas, era absurdo cuando nos estábamos comiendo con la mirada. ¡A la mierda todo! La puerta de la que era nuestra habitación estaba abierta, caminé hacia ti, mis manos fueron directo a tu culo haciendo un apretón fuerte al mismo tiempo que te impulsaba hacia arriba, una vez que tus piernas me rodearon caminé directo al cuarto, cerrando la puerta con el pie una vez adentro - ¿Qué haces? - exclamaste sorprendida - No podemos, esto está mal...-

- Lo que está mal es dejar a tu esposo sin atender- murmuré antes de chocar nuestros labios. Un gemido por parte de ambos fue ahogado en el beso. Te acosté sobre la cama, nuestra cama mientras mi boca reclamaba la tuya con entusiasmo y nostalgia. Mis manos fueron al extremo de la blusa dónde fueron tirando de ella...

- Jungkook, te pedí...-

- Tiempo, me pediste tiempo - dije interrumpiendo. Sin más saqué un par de cartas del bolsillo de mi saco y las arrojé sobre la almohada - eres mía Shiri y quiero a mi mujer ahora, la mujer que me dijo que me amaba a través de esos papeles- señalé las cartas. No esperé a que respondieras y me refugié en tu cuello, el cual comencé a besar, lamer y morder. Mis labios recorrían cada centímetro de tu piel, estremeciéndonos a ambos. Mi corazón retumbó en mi pecho cuando tus manos jugaron con mi cabello. Me separé lo suficiente para quitar la blusa, un sostén blanco de encaje apareció delante de mis ojos, tus pechos prisioneros en él. Con fuerza me atrajiste a tu boca, fundiéndonos en un beso ardiente, donde nuestras lenguas se enredaban. Amor... ¿Es que no lo entiendes? Me encanta dominar tu boca, demostrarte que es mía, que he conquistado cada rincón de ella. Mi saco voló por la habitación al igual que la corbata. Besé tu cuello de nuevo, dónde una marca rojiza comenzaba a formarse, entre beso y beso bajé al escote, dónde tus pechos retenidos en el sostén me esperaban, besé la piel que asomaba de ellos y arqueaste la espalda dándome la oportunidad de desprender la maldita prenda. Tus manos trabajaban a toda velocidad desprendiendo mi camisa, nos extrañábamos, la desesperación porque desaparezca la ropa era mutua, los suspiros llenaban la habitación. Al fin éramos tu y yo, si mentiras. Tus pechos quedaron libres a centímetros de mi rostro, llevé mis manos a ellos, masajeando el contorno, pasando mi pulgar por el pezón mientras observaba tu reacción a mis caricias, los gemidos empezaban aparecer como susurros, sin más me incliné llevando uno a mi boca sin dejar de prestarle atención al otro, se miraban sensibles, hinchados. Estabas excitada y eso me ponía duro. Chupé y succioné hasta que tus gemidos fueron fuertes. Mi atención recayó en el otro, en el cual también me dediqué a estimularlo. Fui dejando un camino de besos por tu vientre, de vez en cuando pequeñas lamidas. Desprendí tus pantalones ajustados y junto con tu bragas los quite de un tirón, tus ojos se encontraron con los míos, desnuda ante mí, con mis besos en tu cuello, tus pezones erectos invitándome a seguir besándolos. Me puse de pie observando la vista tan hermosa. Tus mirada siguió cada movimiento de mis manos al tocar la hebilla de mi cinturón - Esta vez quiero que digas mi nombre, que lo grites como siempre quisiste - sin más me quité lo que quedaba de mi ropa. Te tomé de las rodillas, abriendo de par en par las tus piernas, mostrándome ese centro tuyo, rosado y brillante. Llevé mis dedos allí, empapándolos, observando tu reacción, arqueando tu espalda, ofreciéndome todo. Comencé a trazar una línea con mi dedo sobre tu sexo, tocando ese botón lleno de nervios y acariciando la entrada al paraíso.

El Impostor | Jeon JungkookWhere stories live. Discover now