Capítulo 1: El peor de los días.

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Llevaba largos minutos mirando la caja que estaba sobre lo que solía ser mi escritorio horas antes. Me habían despedido una vez más por la misma razón. 

— No puedo hacer más nada Alison, lo siento mucho. —Continuaba disculpándose María la directora del departamento de Recursos humanos.

— Sí, entiendo. —Intenté calmar las cosas.— De igual forma no pensaba continuar aquí.

María desvió su mirada a la puerta que queda justo frente al pequeño escritorio, que dividía mi espacio de trabajo con la oficina del presidente de la compañía. Justo ahí estaba el bastardo de mi ex jefe sonriendo con cinismo, intentaba restregar en mi cara que había ganado.

Soy tu jefe Alison, tú no eres nada, te puedo patear el trasero cuando me apetezca.”

Sonreí al recordar aquello y inmediatamente saqué lo que podía significar algo para mí, por ejemplo, la carta de liquidación, algunos cosméticos que guardaba en uno de los cajones y goma de mascar, lo metí en mi cartera pero antes saqué un encendedor.

María me miraba sin poder comprender lo que estaba pensando, y el idiota parado en la puerta continuaba sonriendo. Los demás empleados que pasaban se detuvieron esperando ver que pretendía hacer.

Di media vuelta y tomé la mayor cantidad de documentos que pude sostener y con las llamas del encendedor le prendí fuego a los papeles para luego dejarlo caer junto con los demás. Todos en el salón quedaron perplejos, la mayoría de esos papeles tenían firmas que llevaría meses recuperar.

Tras dejar la caja en llamas caminé hasta el jefe y le sonreí, él intentó golpearme pero lo detuvieron.

— ¡Eres una zorra! —me gritó furioso.

— Gracias por el cumplido. —Abrí mi envase de agua y la volteé sobre su cabeza mientras le sonreía.

— ¡Te...

— A ver si así se te baja la calentura, viejo asqueroso. —Le dije antes de darle la espalda.

— ¡Te las verás con la policía! —Gritó y retrocedí.

— Puedes hacerlo señor Porklas y veremos quien de los dos irá a prisión y te puedo asegurar que no seré yo. Imbécil. —Esperé a ver si decía algo más pero no lo hizo. Asentí y sin pensarlo comencé a caminar hacia la salida.

Trabajaba como asistente de presidente en una compañía de aerolínea, era mi tercer trabajo en menos de dos años. Llevaba viviendo en Los Angeles dos años y varios meses, llegué allí tras graduarme de la universidad, vi la oportunidad y la aproveché, mis padres viven en Nueva York y definitivamente estaba sola, una de las rozones por la que decidí mudarme fue para estar más cerca de Hollywood, así me sentiría más presionada por alcanzar “mi sueño” de ser actriz lo cual mis padres consideraban absurdo.

El taxi me dejó frente al edificio de mi departamento, tras pagar subí lo más pronto que pude a mi piso y al llegar a mi puerta alcancé a ver algunos sobres en el buzón, los saqué y entré al departamento.

La mayoría de los sobres eran de los servicios, y unas cuantas con listas de audiciones para el fin de semana. Mi teléfono comenzó a sonar al ritmo de How to be a heartbreaker de Marina and the Diamond.

— Hola. —Hablé al contestar.

— ¿Estás en tu departamento? —Me preguntó.

— Sí, recién llegué.

—¿Puedes abrir? Estoy justo frente a él.

Al abrir la puerta le sonreí a Zeth mi novio —oficialmente— de hacía un año y varios meses quien al entrar se lanzó al sofá inmediatamente.

En mi pielحيث تعيش القصص. اكتشف الآن