Capítulo 30: Más que a mí misma.

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Me habría gustado estudiar en una universidad y trabajar en algún otro lugar, pero tengo que conformarme con mi trabajo en la cafetería Fuglen porque es lo único que logré conseguir.

No me he sentado desde que lo hice al despertar, la verdad ya me dolían las piernas.

—¿Le podrías agregar leche de soya? —Me pregunta la chica que recién me pidió añadirle leche de almendras a su café. —Es que recordé que la de almendras me está dando acidez.

Asiento y tras suspirar vuelvo a preparar el café lo cual me toma unos tres minutos, vuelvo a la caja y arreglo mis lentes para comenzar a facturar.

—¿Algo más? —Le pregunto y ella niega con la cabeza. —Son 50 kr.

Recibo el dinero y le doy el cambio. Veo como sale de la cafetería y voy por algo de agua.

—Oye Lea, ¿saldrás mañana en la noche? Es viernes. —Me pregunta Helena pasando detrás de mí. —Ya estás soltera.

Me río y niego antes de darle otro trago al líquido de la botella.

—No puedo, debo llegar temprano para recoger mis cosas. —Vuelvo a la caja para atender a quien ha entrado, pero me arrepiento de adelantarme, miro a Helena y esta se burla corriendo adentro.

—Lea. —Dice e intenta agarrar mi hamano sobre el mostrador. —Escúchame.

—Heimdall, por favor será mejor que te vayas estoy trabajando. —Le pido amablemente. Él niega e insiste en hablar.

—Solo necesito otra oportunidad, lamento lo que hice, no lo volveré a hacer, sé que me pasé en el club yo...

—Ya te dije que no me interesa, así que largo de aquí. —Le ordeno dando media vuelta.

Arik mi supervisor me mira, se levanta de su asiento y se detiene frente a Heimdall, este frunce el ceño.

—Si no vas a comprar será mejor que te vayas. —La voz gruesa de Arik lo hace retroceder, el chico me mira por última vez antes de dar media vuelta para salir por donde mismo entró.

—¿Estás bien? —Me pregunta el rubio y asiento rápidamente.

—Gracias Arik, te debo una. —Le sonrío y el se sonroja tras mi guiño.

—Sí, no. —tartamudea y yo solo sonrío más.

Puede que Arik sea mi supervisor pero soy dos años mayor que él, el chico es tímido, al menos cuando está conmigo.

Las siguientes horas sigue igual de movido que todos los días. En Noruega las personas beben más de cuatro tazas de café a diario y hoy no ha sido la excepción.

Cuando el reloj marca las cuatro en punto salgo a la acera en espera del autobús. Una sonrisa se forma en mis labios al ver como el vehículo se detiene y de él baja mi pequeña.

—¡Mamá! —Grita y brinca los dos últimos escalones. Da media vuelta y agita las manos para el chófer quien sonríe y le corresponde. —Adiós Daven, hasta mañana, que tenga un lindo día. —Continúa agitando sus pequeñas manos pero en dirección a la maestra. —Adiós señorita Sigrid, cuídese, la quiero mucho.

En mi pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora