Capítulo 29: Tiempo.

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Me muevo inquieta en mi asiento y miro el reloj de mi muñeca, estoy algo nerviosa, sí lo admito, ¿quién no lo estaría en mi lugar?

Estoy esperando a mi novio, sí, me tomó tiempo poder volver a tener una relación estables luego de ella, la verdad no se sentía igual, pero lo necesito, al menos eso creen todos.

—Billie debemos subir. —Es mi publicista quien insiste en que debo subir al avión.

Íbamos a París y el solo hecho de llegar sin nada que pueda despojarme la mente me aterra.

—Oh, espera, ahí viene. —Digo viendo como el moreno corre hasta nosotros. —Creí que no vendrías idiota.

Él me mira y ríe rodeando mi cintura con sus brazos, de hecho debe agacharse para hacerlo. Su colonia me invade y suspiro ante ello recibiendo su abrazo, se aparta y besa fugazmente mis labios.

—Perdón, no conozco Londres muy bien. —se disculpa cuando comenzamos a caminar.

Una hora después estamos en el avión, Derek, mi novio, está sentado frente a mí profundamente dormido. Se ve muy hermoso, sus labios gruesos están un poco abiertos y los risos le caen en la frente cubriendo sus ojos.

Miro por la ventana encontrándome con nada más que nubes y el cielo azul, no es que esperaba encontrar algo más, pero tampoco veo algo que ayude con mis pensamientos.

—¿Estás bien? —Me sobresalto al escuchar la voz de Derek, se está acomodando en su asiento con pereza.

—Sí. —Aclaro mi garganta y por instinto miro mi reloj como si quisiera ver la hora, cuando realmente lo que menos quería hacer era ver el tiempo.

—¿Segura? ¿Entonces por qué mirabas por la ventana como si esperaras encontrar a un angel? —Me cuestiona con burla.

Tal vez no cualquier Ángel, esperaba ver a Alison del otro lado.

Entonces comienzo a sentirlo otra vez, esas punzadas en mi pecho y mi estómago se encoge repentinamente. Quiero llorar, sí eso quiero.

—Disculpa, iré al baño. —Susurro levantándome de mi asiento.

—¿Billie? —Finneas se levanta de su asiento y tira de mi brazo para que lo mire. —¿Estás bien?

—Tengo que ir al baño. —me suelto de su agarre y casi corro al cuarto y me encierro en él.

Al instante me siento sobre el retrete con las manos contra mi rostro, las lágrimas mojan mis palmas y me duele el pecho por cada sollozo.

¿Cuándo se supone que deja de doler?

Porque han pasado cuatro años y cada vez se siente peor.

Tal vez le esté dando larga al asunto, pero es inevitable, aún la extraño, aún la necesito, aún la amo.

Alguien golpea la puerta con fuerza y sé que es Finneas. No quiero verlo, no quiero que sepa que estoy llorando por ella.

—Billie abre la puerta. —me ordena. —¿Te lo vuelvo a pedir?

Me seco el rostro y me levanto para abrir, al hacerlo me encuentro con mi hermano quien ya notó todo. Abre la boca para decir algo pero no dice nada solo me abraza con fuerza y ahí es cuando más me quiebro.

—La extraño Finn. —Articulo entre jadeos. —¿Por qué aún duele así? ¿Por qué el tiempo no me ayudó a curar?

—Lo sé Bill. —Me consuela acariciando mi cabeza con ternura. —Algún día lo harás, pero debes seguir adelante, sé que a ella no le gustaría verte así.

En mi pielWhere stories live. Discover now