4.Ari

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No definiría este sitio, a las afueras, como una cárcel.
Podría verse más como un pueblo, en el que todos nos conocemos entre nosotros.
El día en que llegué aquí fui acogida por la que hacen llamar Eve, en referencia a las siglas E.V.A., y por su hija Anne.
Cuando vine por primera vez, aún tenía 10 años, han pasado ya 9 años, pero lo recuerdo como si fuera ayer.
Recuerdo la sensación de miedo, incertidumbre, por llegar a un sitio nuevo. El terror al bajar del coche rojo y ver a tanta gente mirándome, como si estuvieran viendo un extraterrestre. Entonces entre la multitud Eve avanzó hacia mí y con una gran sonrisa me abrazó.
Al principio creí que por compasión, por venir aquí, a un sitio que parecía ser aterrador, por primera vez a tan temprana edad. Sin embargo Eve no lo hizo así, me abrazó porque de verdad quería que me sintiera bienvenida.
Todos entonces me sonrieron y recibí una oleada de preguntas. Estaban interesados en conocer mi nombre, mi edad, e incluso mi sabor favorito de helado (que es el de chocolate por cierto).
Les dije que mi nombre era Ariadna, pero al momento de decirlo comenzaron a llamarme Ari, tal y como hacía mi madre, así que me sentí aún más acogida.
Eve y un grupo de otras dos personas, una mujer y un hombre, de unos 30 años al igual que Eve( que en aquel entonces tenía 27), me condujeron por las calles que componían las afueras de la ciudad, la gente se quedaba mirándonos al pasar, y sonreían a veces y saludaban con entusiasmo.
Me pregunté cómo era posible que mamá pareciera tan asustada de un sitio tan... ¿Feliz?
Entramos en un edificio un poco más alto que el resto, todos los edificios se parecían entre sí, o al menos esa sensación me ha dado siempre, pero este parecía destacar, no por otra cosa que por su altura.
Subimos a la quinta planta y llamaron a una puerta, al final de un pasillo que poco tenía de tétrico teniendo en cuenta la de pegatinas y dibujos que había en sus paredes. Salió a recibirnos una niña, de pelo castaño oscuro y ojos grises, más o menos de mi edad.
-Hola- me sonrió mientras tiraba de mi mano indicándome que entrara a su habitación, soy Anne ¿y tú?- ya dentro de su habitación Eve me sonrió, se acercó a Anne, le dio un beso en la frente y se fue, cerrando la puerta tras de sí.
-Soy Ari, ¿qué es este sitio exactamente?-pregunté a la vez que me sentaba en la mullida cama de Anne, con un montón de peluches que se veían que habían sido hechos a mano, seguramente por Eve o alguno de los que habitaban la zona.
Entonces el chico que antes me había acompañado junto con Eva y la otra chica, (que más tarde se presentarían como Miguel y Marta),entró a la habitación, y me ofreció un helado, de chocolate.
Tras esto se fue, dejándome de nuevo a solas con Anne, que resultaba tener nueve años, uno menos que yo.
Anne me sonrió, como si mi pregunta le resultara divertida, y mirándome muy fijamente me dijo- Nosotros llamamos a este sitio "Edén", y aquí siempre podrás expresar tus emociones-.
Aquella noche, tras preguntarme si quería negarme, debido a mi corta edad, me marcaron con la frase de " Odio a mi padre" en la muñeca.
Anne sujetó mi mano derecha en todo momento, mientras Eve tatuaba la frase en mi muñeca izquierda.
Y mientras era marcada, me juré a mí misma que nunca escondería mis sentimientos, nunca más.
Es por ello que, volviendo una semana después a casa, semana en la cual no expresé de nuevo mi odio hacia mi padre, para asegurarme así ser únicamente una marcada y no una E.V.A, lo primero que hice fue abrazar a mi madre, y susurrarle una y otra vez que la quería. Eran las 12:02. Ella miraba asustada la puerta, sabiendo que volverían a llevarme al "Edén". Entonces entró a la habitación mi padre, y me pidió ver lo que me marcaron en la muñeca. Eran las 12:04. Sonreí y con gusto le dejé ver mis sentimientos hacia él, ahora grabados en tinta en mi piel.
Él se alteró y cogió una botella de cristal, acercándose a mí intentando golpearme con ella, sin saber que yo había calculado el tiempo.
12:05, llegó el agente con el coche rojo.
Por lo visto los coches rojos siempre eran conducidos por un agente de la policía, para asegurarse de poder llevar a la persona a las afueras. Aprovechando la situación, el agente pudo hacer que se llevaran a mi padre, acusado este de maltrato a mi madre, demostrado en las marcas que tenía mi madre en todo su cuerpo y de intento de agresión a su hija, yo, presenciado por el agente.
Dije de nuevo la frase que más feliz me hacía poder decir- te quiero mamá- mientras que el agente llamaba a un compañero para que se encargara de mi padre mientras que él me llevaba de nuevo a mi nuevo hogar, Edén.

Palabras hacia el EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora