13.Lucas

32 3 0
                                    

No consideraba que fuera especialmente bueno cuidando niños, pero ellos parecían apreciarme.
Eva se dio cuenta de esto un día en el parque, cuando dos niños pequeños me pidieron jugar con ellos a hacer montañas de arena y no pude negarme.
Es por esto que me aconsejó intentar ganar dinero cuidando a los niños de nuestros conocidos y vecinos.
Aquellos días visité numerosas casas, y cuidé de un gran número de niños.
Cogí especialmente cariño a una niña de unos seis años llamada Anne, que por ser hija de mis vecinos de enfrente, conocí desde que ella era tan solo un bebé.
Cada día que cuidaba de ella acababa contándole a Eva y a Luis cuando nos reuníamos las cosas que Anne hacía.
Eran una niña bastante trasta pero muy dulce.
Un día cuando fue al baño, yo me dirigí a la cocina para limpiar las cosas de la merienda.
Al salir vi la casa envuelta en papel higiénico.
Montones de papel higiénico.
Y a una pequeña momia frente a mi, sonriéndome.
Al verme tan sorprendido tras su trastada se río y comenzó a correr.
La perseguí por toda la casa, tratando de evitar que gastara el tercer rollo de papel que llevaba en sus manos.
Al alcanzarla la subí por los aires, por encima de cabeza y ella se empezó a reir.
La dejé de nuevo en el suelo, y con un tono serio, tras haberme reído con ella, le dije que tenía que ayudarme a solucionar el problema que ella había causado.
Asintió y juntos empezamos a recoger el papel higiénico.
Como ya no iba a ser útil para su uso habitual, decidimos aprovechar el papel higiénico mojándolo.
Una vez mojado lo amasamos e hicimos un muñeco "de nieve" (de papel higiénico), del tamaño de Anne.
Anne lo guardó en su cuarto y entonces volvieron sus padres.
Anne y yo nos lanzamos una mirada de "justo a tiempo", puesto que sus padres no llegaron a ver el desastre que hizo Anne con el papel en un intento de "redecorar" la casa.
Sin embargo no todos mis recuerdos respecto a Anne acabaron siendo agradables.
Un día que tenía que ir a cuidar de ella llamé al timbre y nadie abrió.
Entonces, vi un cartel en la puerta en el que antes no me había fijado.
"Se vende".
Llamé a la madre de Anne y quien contestó al teléfono no era ella.
-¿Diga?- contestó una voz femenina.
-¿Quién es? Soy el niñero de Anne- pregunté.
Hubo unos segundos de silencio.
-Lo siento, creí que estarías enterado.
Anne y su familia tuvieron un accidente de coche hace dos días. El padre sobrevivió, pero Anne y su madre no.
Sentí que era una pesadilla, días antes había estado cuidando de Anne, y ahora ella estaba...
No supe contestar así que la mujer al otro lado del teléfono habló.
-Sé que les caías muy bien a sus padres y que Anne te apreciaba mucho, siento que tengas que enterarte así-dijo, y tras esto se despidió y colgó.
Me senté a las escaleras del jardín de la casa de Anne y su familia unos minutos, sin saber muy bien como reaccionar, y después fui a casa de Eva y Luis.
Luis me abrió la puerta y sonrió al verme.
-Hola lucky luke- usó el apodo estúpido que a veces me dedicaba, pero no sonreí de vuelta. Notó que algo me pasaba y se preocupó- ¿Ha pasado algo?-.
Entonces me empujó adentro de la casa y Eva bajó las escaleras.
Al no contestar vieron que me encontraba realmente mal y me abrazaron. Nada más abrazarme no pude evitarlo y me eché a llorar, no sé durante cuanto tiempo.
-Cuéntanos qué ha pasado- dijo Luis tras unos minutos abrazandome ambos, tirando de mí hacia el sofá.
-Anne...- empecé a hablar y se me entrecortó la voz. Era una niña muy joven, ¿cómo podía estar muerta? Era muy injusto.
Luis apretó mi hombro y Eva me abrazó de nuevo.
-Un accidente de coche- dije, y ellos ya no preguntaron más.
Estuvimos varias horas juntos, con Eva abrazándome y Luis intentando hacer que me distrajera y poniendo mis películas favoritas.
Al anochecer decidí que era hora de irme a casa. Luis decidió acompañarme aunque estuviera al lado.
Me despedí con un beso de Eva, y Luis y yo salimos por la puerta.
Caminamos un rato sin hablar, y justo al llegar a mi casa Luis rompió el silencio.
-Lo siento mucho, sé que le tenías cariño a esa niña.
Sonreí a mi amigo, en agradecimiento a que se hubiera preocupado tanto por mí y hubiera conseguido consolarme tras lo sucedido.
-Nos vemos mañana Luis- dije entrando a casa.
-Hasta mañana Lucas- se despidió y se fue.
Mi madre estaba en la cocina, con mirada de preocupación.
-Hijo, los vecinos de enfrente...-dijo antes de que yo la interrumpiera. Seguramente creyendo que me iba a dar una noticia que me entristeciera la noche, sin saber que yo ya llevaba horas sabiéndolo.
-Lo sé mamá- dije mientras subía a mi habitación.
Me dormí y al día siguiente vi desde mi ventana al vecino de enfrente, Roberto, sentado en una silla en su porche, cabizbajo.
Había perdido tanto a su mujer como a su hija.
Bajé y entré a su jardín.
-Lo siento mucho señor- dije, interrumpiendo sus pensamientos.
-Ah, Lucas disculpa, no te había visto entrar- me miró.
-¿Sabe qué hará ahora? He visto que pensaba vender la casa.- pregunté por curiosidad.
-Sí- se quedó unos segundos en silencio.- No pude avisarte de lo que pasó, disculpa, estaba muy perdido y además no tenía tu número, sólo lo tenía mi mujer. Hoy es el último día que paso en esta casa, si necesitas contactar por algo conmigo, aquí tienes- me entregó una tarjeta de identificación con su número por detrás.
Roberto tenía que ver con el mundo de la política, muchas veces me dijo que si me interesaba por ello podría ayudarme a introducirme en ese mundo, pero yo hasta entonces no había tenido demasiado interés en ello y no creía que fuera lo mío.
Aún así guardé su tarjeta, por si algún día la necesitaba.
Me despedí de él, dándole de nuevo mi pésame por su pérdida, y entré a mi casa.
Mirando una vez más la tarjeta me pregunté a mí mismo si verdaderamente no me interesaba la política, es decir, no parecía interesarme ningún trabajo particular especialmente.
Me imaginé a mí mismo solucionando los problemas de nuestra ciudad, hablando frente a los ciudadanos, defendiendo sus derechos...
Seguramente no era lo mío, pero no quise descartar la posibilidad de ese futuro.

Palabras hacia el EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora