22.Lennox

16 2 2
                                    

Aún no me había hecho del todo al Edén.
El problema es que tampoco sabía ya si la casa en la que había vivido toda mi vida seguía siendo mi hogar o no.
Así que ya no estaba seguro de dónde quería estar, ni siquiera quién quería ser.
Sí que sabía más o menos con quiénes quería estar.
El problema es que no podía tenerlo todo.
No era dos personas.
No podía vivir en el Edén y a la vez vivir en la ciudad una vida corriente.
Algún día, aunque no fuera aquel día, tendría que escoger.
También me preguntaba qué querría Pablo.
Él parecía muy cómodo en el Edén, pero también tenía una vida agradable fuera de aquí.
A parte de la conversación del primer día respecto a que este era un buen lugar, no me había contado qué opinaba, ni qué quería, ni qué haría.
Y pronto se cumpliría el plazo de nuestro  "castigo" de permanecer aquí, en el Edén.
A veces se creaban conversaciones incómodas.
En cuanto el tema era tratado cuando hablábamos de cualquier otra cosa en grupo nadie decía nada en unos instantes en el que parecía que el ruido fuera algo de otro mundo, como si nunca hubiera existido ni hubiéramos conocido sonido alguno.
Pronto alguien cambiaba de tema y todos seguíamos la corriente.
Así habían sido los días de esta semana.
Pablo y yo habíamos pasado un rato juntos aquel día y él había decidido ponerse a retratar a gente del Edén.
No estaba muy seguro de si era mero amor al arte o para recordarlos mejor una vez se fuera de aquí.
Tampoco creía que saber la respuesta fuera a alegrarme de cualquier forma, cuando ni yo mismo estaba seguro de qué quería.
Decidí ir a dar una vuelta, solo.
En parte porque así podría pensar en todo y puede que eso me ayudara a tomar una decisión.
También porque me había dado cuenta de que, desde que llegué al Edén por primera vez, no recordaba haber paseado sus calles nunca solo, y quería probar a hacerlo.
Uno no puede considerar la posibilidad de llamar su casa a un sitio en el que nunca ha estado solo, puesto que no conoce el sitio en su totalidad, en su silencio.
Sin embargo poco después de empezar a caminar sólo el plan se vio alterado al ver a una cabizbaja Anne alimentando a dos pájaros.
Me senté junto a ella y ambos hablamos cierto rato, hasta que me hizo aquella pregunta que al principio había creído escuchar mal.
-Si alguna vez quiero irme de aquí- se quedó unos segundos callada- ¿me llevarías contigo?- preguntó.
Sus palabras me pillaron por sorpresa.
Como un balde de agua fría en la cabeza.
No diría que hubiera sido una mala experiencia pese a compararla con un balde de agua fría, precisamente podría compararse a ser empapado por esa agua en el día más caluroso del verano.
Sin embargo no sabía muy bien cómo contestar.
Pero sí que había algo claro.
Un lugar con Anne era un poco más hogar que uno sin ella.
-¿Crees que serías capaz de dejar atrás esto?- acabé contestando a su pregunta con otra mía.
Anne se lo pensó durante unos instantes.
-Yo siempre estaré aquí- acarició el banco con la mano como quien acaricia a un ser querido- yo siempre seré parte del Edén.- dijo.
-¿Entonces por qué quieres que te lleve conmigo?-solté, preguntándome en mi mente si había sonado muy agresivo con mi frase.
Anne me miró como quien intenta explicarle a un niño cosas sencillas del mundo.
-Porque quiero ver cómo es el mundo fuera de mi hogar. Quiero saber que escogí mi hogar por mí misma, y poder defender mi decisión de estar aquí si algún día me vienen las dudas sobre si viví una buena vida.- se acercó un poco, con una sonrisa en la cara- Si me llevas contigo yo sería sencillamente un pedazo del Edén que desaparece por un tiempo antes de volver definitivamente al lugar que le corresponde- susurró.
Tomé su mano entre las mías, haciendo más real su existencia.
Como si una parte de mí necesitara cerciorarse de que realmente estaba frente a mí.
Como si a ratos me costara creer estar aquí.
Un chico que siempre había vivido una vida corriente ahora se preguntaba si prefería vivir una vida ya no tan corriente dónde siempre había vivido o si prefería ser un recluido social pero entre otros igual a él.
Y Anne estaba frente a mí.
Como una aparición que surge reiteradamente en un sueño, y que aunque la recuerdes al despertar nunca será real.
Pero su tacto era real.
Su mano era real.
Y su petición merecía una respuesta.
-Si algún día te apetece ver qué hay más allá de la reja, estaré más que dispuesto a enseñártelo- acabé diciendo sin soltar aún su mano.
Anne amplió un poco más la sonrisa que ya había en su cara.
-Te tomaré la palabra, no me falles Lennox- dijo en un tono que resultaría incluso amenazante.
Y aunque supiera que no había nada que temer que me pudiera hacer Anne, también sabía que sus palabras de que no debía fallarle eran totalmente ciertas.

Palabras hacia el EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora