8.Luis

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Nací a la vez que Eva, el día 4 de marzo.
De pequeño esto se me hizo un fastidio.
No quería compartir cumpleaños, al igual que no quería tener que aprender lenguaje de signos para comunicarme con una hermana con la que me veía forzado a compartir no solo cumpleaños, sino juguetes y a veces incluso ropa que ella cogía sin mi permiso.
Por no hablar de tener que compartir también el cariño de nuestros padres.
A veces ellos no podían jugar conmigo por tener que llevar a Eva a revisiones al otorrino.
Todo cambió al darme cuenta de que ella no quería robarme nada de todas esas cosas.
Ella me ofrecía todo lo que era suyo, su comida, sus muñecos, y sus palabras que no era capaz de emitir por su boca.
Ella quería compartir todo el tiempo que tenía conmigo.
Ella quería que yo fuera una parte importante de su mundo, y además que le ayudara a comunicarse con todo lo que la rodeaba.
Por eso es que me esforcé más.
Aprendí lo más rápido que pude lenguaje de signos.
Además no sólo compartíamos el amor de nuestros padres y todas nuestras posesiones.
Compartíamos a Lucas, mi primer mejor amigo.
Aquel chico que jugó conmigo una tarde soleada de cuando éramos tan pequeños que supuestamente los recuerdos se borrarían con el tiempo o quedarían emborronados mezclados con otras tantas memorias.
Sin embargo, yo recordaba aquel día de tantos años atrás como si fuera ayer.
Me encontraba jugando sólo en el parque de enfrente de casa con mi coche rojo, bajo la supervisión de mi padre.
Eva estaba aquel día con mamá en una visita al otorrino.
Un niño de pelo rizado rubio y ojos color miel se acercó a mí.
-¿Puedo jugar contigo?-dijo con una de las más grandes sonrisas que me habían dedicado en la vida, como si realmente le hiciera ilusión.
-Vale- dije con entusiasmo mientras él se sentaba frente a mí.
A pesar de que no me gustaba dejarle a nadie tocar mi coche se lo pasé para que jugáramos juntos.
Así estuvimos durante horas hasta que tanto su madre como mi padre insistieron en que era hora de volver a casa porque se había hecho tarde y ya había oscurecido.
No quería dejar de jugar con él así que en un gesto que sorprendió tanto a mi padre como a mí mismo, le entregué mi coche rojo.
-Tenemos que jugar más veces, prométemelo- dije poniendo mi coche en sus manos.
-Lo prometo- dijo sonriente mientras abrazaba el juguete.
Ambos miramos a nuestros respectivos padres, indicándoles que tenían que guardar el número de teléfono del otro para que pudiéramos volver a vernos.
Así fue el primer día.
Aquella semana jugamos todas las tardes juntos, y días después le invité a casa.
Ese día Eva parecía estar muy nerviosa por poder conocer al amigo del que más le había hablado en tan poco tiempo.
A Eva le costaba mucho comunicarse así que hacer amigos no le era muy fácil y por eso quise compartir también la amistad de Lucas.
Desde el principio supe que se llevarían bien.
Y siempre lo pasé genial con ambos.
Los quise con locura.
Los tres celebramos juntos nuestras victorias y consolamos a los otros en las derrotas.
De mis victorias destacaría las del baloncesto.
Cada vez que venían a verme prometía a Eva que mi primera canasta metida se la dedicaría a ella, así que cuando encestaba siempre señalaba al cielo como gesto de victoria, y después al corazón, por recordarle que ella estaba siempre en él, en aquel corazón que empezó a latir más o menos al mismo tiempo que el suyo.
Cuando crecimos lo suficiente, algo surgió entre ellos. Eva comenzó a ponerse nerviosa siempre que quedábamos los tres.
Yo tenía poca experiencia en el amor, sólo había tenido dos relaciones que habían durado dos y tres semanas respectivamente, pero traté de aconsejarle en lo que pude.
Pasábamos mucho tiempo decidiendo cómo tenía que vestirse, cosa que resultaba un poco aburrido pero siempre se pasaba más rápido con guerras de almohadas.
A decir verdad, me derretía el corazón ver cómo hablaban el uno del otro.
Las dos personas del mundo a las que más quería se querían, y yo sólo deseaba que pudieran ser felices juntos.
Cuando Eva cumplió los 18 años decidió dar el paso.
Compró un ramo de flores y una estúpida notita ultra cursi, y,  a pesar de lo efectiva que resultó su estrategia me reí de ello tantas veces como pude.
Aunque a decir verdad cualquier táctica hubiera resultado efectiva teniendo en cuenta que Lucas estaba perdido por ella.
No sólo tenía que oír a Eva hablar de Lucas, sino también los poemas que Lucas escribía sobre Eva en secreto.
Pero ante todo, fue divertido.
Uno podría pensar que me sentí apartado cuando empezaron a salir, pero seguíamos pasando la mayor parte del tiempo juntos los tres.
Solían aprovechar para pasar tiempo solos en momentos en los que yo estaba ocupado, ya fuera con entrenamientos o con otros asuntos como alguna que otra cita con alguna chica.
A veces hablábamos del futuro.
Un futuro juntos los tres.
Con ellos teniendo hijos, puede que incluso tres, aunque ambos solían decir que preferirían uno o dos. Yo sería el "perfecto tío Luis", el favorito (y único tío).
Además, seguramente me casaría con una supermodelo y después me divorciaría y acabaría con alguna dulce chica que ellos me presentarían por no aguantar verme solo y amargado.
Ellos parecían tener claro su futuro, aunque yo no podía decir lo mismo.
Yo sencillamente quería ser feliz.
El camino que me llevara a la felicidad no importaba, sobre todo si podía recorrerlo con ellos.
Un gran inicio a ese futuro era un viaje que llevábamos planeando desde que teníamos 13 años.
Dicho viaje iba a hacerse realidad pronto, ahora que los tres teníamos 18.
Íbamos ahorrando dinero de pequeños trabajos a medio tiempo, que hacíamos cada uno por nuestra cuenta a la vez que estudiábamos el primer año de la Universidad.
Eva trabajaba de camarera en una pequeña cafetería de aquí cerca. Yo había empezado a trabajar en un restaurante que estaba más lejos, pero al que iba en bicicleta.
Y Lucas trabajaba cuidando a los hijos de los vecinos.
Pronto tendríamos dinero suficiente como para cumplir uno de tantos sueños, y haríamos una escapada los tres a una casa rural.
Pronto descubriríamos que a veces los sueños pueden joderse.

Palabras hacia el EdénWhere stories live. Discover now