9.Lennox

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Ahora que ya estaba en casa, pero que era un marcado, quería investigar sobre aquellos que estaban marcados como yo.
Pero también traté de seguir con la vida que había llevado hasta entonces.
Volví a clase a la mañana siguiente de volver del Edén.
Todo era bastante extraño puesto que notaba miradas puestas sobre mí y murmullos a mis espaldas.
El rumor de que era un marcado no había podido contenerse.
Principalmente porque estábamos a miércoles y había faltado desde el martes pasado.
Y la gente habla ese tipo de cosas, aún más cuando algunos son tus vecinos y vieron cómo te recogió y te trajo uno de los tan conocidos coches rojos.
Algunos de los compañeros con los que había crecido parecían distanciarse, de una manera muy descarada.
No les culpaba, seguramente sus padres les aconsejaron (y ordenaron) mantener una distancia prudente conmigo para no juntarse con "malas influencias".
Aún así las clases transcurrían más o menos con normalidad.
Mi compañero de mesa, Pablo, a pesar de clavarme varias miradas a lo largo de la mañana, más o menos actuó como siempre.
Pablo y yo habíamos sido mejores amigos desde que teníamos 13 años y llegamos a este instituto.
Ambos al ser nuevos, en cuánto descubrimos que el otro también lo era, nos aferramos el uno al otro cual lapas.
Y desde entonces siempre habíamos estado juntos.
No podríamos decir que fuéramos muy populares, teníamos un puñado de amigos contados, pero por lo general nos llevábamos bien con la mayoría de la clase.
Pablo era muy alto, de pelo rubio corto y ojos verdes, por lo que las chicas solían posar su interés en él, sin embargo él era un chico muy introvertido y nunca pareció darse cuenta de ello, o quizás no tenía interés en prestarle atención a ese hecho.
La clase de matemáticas se me estaba haciendo muy larga y me perdí en mis pensamientos, volviendo mi cabeza a los edificios del Edén.
De pronto una bola de papel me golpeó en la mejilla.
Me giré hacia Pablo.
-Tienes mucho que contarme espero.- susurró sonriéndome.
Yo asentí con la cabeza y sonreí, sintiendo por primera vez realmente desde que llegué, que alguien no consideraba mal lo que hice.
Se acabó matemáticas y llegó la hora del recreo.
Pablo cogió rápidamente su abrigo y el mío, y tirando de mí salimos hacia el patio.
-¿Qué dijiste exactamente para ir allí?-dijo mientras miraba mi brazo atentamente, inquisitivo, esperando que le enseñara mi muñeca.
Giré mi brazo hacia él y me subí la manga para dejarle ver la frase que le dediqué a Nora. "Me gustas".
Pablo se quedó unos segundos en silencio.
-No esperaba que fueras capaz de decir eso-. Me miró con una especie de admiración en sus ojos.
La sorpresa pareció dejarlo sin palabras de nuevo, pero abrió la boca una vez más.
-Tienes que contármelo todo.
Entonces le conté cómo me declaré a Nora, cómo ella me abrazó y se fue. El viaje en el coche hasta el Edén. Le hablé de Ari, y de la mirada de la chica de la ventana.
No dejé de hablar durante todo el recreo de las personas del Edén. Narré las historias de todas las personas a las que conocí allí. Le hablé también de cuando Ari me tatuó. Y de mi regreso a casa, y la bienvenida de mis padres y la extraña visita de Nora.
De hecho tardé tanto en contarle todo, que tuvimos que escabullirnos al baño para perdernos la siguiente hora al recreo y así poder continuar la historia.
Pablo escuchaba todas mis palabras con mucha atención, sin quitar sus ojos de mí.
Entonces preguntó aquello que nadie parecía querer, ni atreverse a preguntar.
-¿Mereció la pena?- dijo preocupado.
-Totalmente- dije con sinceridad.
-¿Cómo te sentiste al decírselo?- preguntó mi mejor amigo.
-Como si nadie pudiera controlarme. Como si fuera el dueño del viento y de mi voz.-Pablo notó la emoción en mi voz y tiró de mi brazo para hacerme una tercera pregunta.
-¿Volverías a aquel sitio?-noté la preocupación en sus ojos.
Negué con la cabeza.
-¿Este es mi sitio, no?-sonreí y sonando el timbre le indiqué que volviéramos al aula para no perder ninguna clase más.
Al acabar la mañana volví a casa y decidí investigar acerca de si había marcados que hubieran seguido con su vida con verdadera normalidad.
Descubrí que la ley dejaba más de lado los derechos de los marcados que los de los no marcados. Un claro ejemplo era que por el mismo delito, por ejemplo un robo, la multa pasaba a ser casi el doble que la que pagaría un no marcado.
Pero, para mi fortuna, sí que encontré ejemplos de marcados que habían podido tener una buena vida, lejos de las afueras.
Un ejemplo era Isabel Praga. Una actriz que se hizo aún más famosa de lo que ya era tras ser marcada.
La gente la admiraba en parte por el hecho de que esperaban que fuera más expresiva que otros actores, por ser una marcada.
Los directores solían contratarla para darle emoción a la obra cuando consideraban que sus otros actores no aportarían suficiente.
Aún sabiendo que ella no diría ninguna frase prohibida, el mero hecho de haberlo hecho en el pasado le dio fama de persona emotiva. Y eso en el cine vendía mucho.
Otro ejemplo que encontré fue Jaime Teiro, menos famoso que Isabel, pero con un gran número de fans de sus libros de fantasía. Estos libros trataban un mundo en el que las palabras "querer", " amar" u "odiar" sí que estaban permitidas. Esto era poco habitual en las novelas de la ciudad Etérea, puesto que la censura prohibía que entraran novelas de otras ciudades en las cuales las palabras que no nos permitían emplear eran usadas con libertad.
Por lo que sólo los escritores más valientes (considerados incluso temerarios) se atrevían a escribir novelas enalteciendo la importancia de esas palabras en sus páginas.
Otros autores las utilizaban también a veces en sus textos, pero contadas veces y con un contexto que insinuaba "aunque mi historia use esta expresión, tú no deberías usarla".
Sin embargo Jaime Teiro basaba sus obras en el poder de esas palabras. Puede que fuera precisamente la adrenalina de leer algo que se encontraba en una línea fina de legalidad  que se oponía a su vez al Gobierno, lo que atrajera a tantos lectores a su obra.
Tras horas de investigación se había hecho tarde y decidí antes de meterme en la cama escribir a ambos. Quería hablar con ellos de cómo fue su regreso a la ciudad.
Ya en la cama, envié un mensaje a Nora.
      Lennox: Buenas Noches Nora. 00:03
Cerré los ojos, y me imaginé al coche rojo y qué hubiera pasado si hubiera sido Nora la que hubiera ido al Edén y no yo. Pensando en si ella hubiera decidido quedarse allí, con Ari y el resto de E.V.A. o si hubiera vuelto. Preguntándome si yo la hubiera mirado del mismo modo o no. Y entre tantas ideas acabé durmiéndome antes de poder ver el final de aquella versión alternativa de lo sucedido.

Palabras hacia el EdénWhere stories live. Discover now