16.Eva

21 3 0
                                    

Lucas había estado bastante distante tanto con Luis como conmigo desde que sucedió el accidente de coche en el que falleció aquella niña a la que cuidaba.
Luis y yo intentábamos pensar nuevos planes o actividades que pudieran animarle un poco y hacerle reír pero resultaba bastante difícil.
Acabamos decidiendo aferrarnos al plan
que sabíamos que le haría ilusión.
Aquel plan que nos hacía ilusión a los tres.
Por lo que avanzamos con planear el viaje a la casa rural.
Primero estuvimos buscando en qué zona nos saldría rentable, teniendo en cuenta que debía estar relativamente cerca como para poder ir nosotros por nuestra cuenta en coche cuando Lucas y/o Luis se sacaran en carnet, y que debía tener un precio asequible para unos adolescentes sin muchos ingresos.
A pesar de contar con el apoyo de nuestros padres veíamos este viaje como el inicio de nuestra vida adulta así que no queríamos pedirles ayuda de ningún tipo.
Acabamos encontrando una bonita casa en la que podríamos pasar una semana a un precio bastante bajo, pero antes de alquilarla decidimos que habría que avanzar con otros asuntos.
Por lo que, a escondidas de Lucas, Luis empezó a intentar sacarse el carnet de conducir.
Originalmente iban a ir a la autoescuela juntos pero desde el accidente de conducción de la familia de Anne, Lucas no parecía muy entusiasmado con la idea de conducir, y queríamos sorprenderlo.
Luis tardó varios meses en sacarse el carnet, y en ese tiempo a veces Lucas parecía que sospechaba algo, debido a los numerosos interrogatorios que le hizo sobre qué andaba haciendo desapareciendo tantas veces.
Sin embargo, Luis y yo, le decíamos que Luis dedicaba todo ese tiempo a su queridísima "Lena".
Lo que Lucas no sabía es que Lena era el apodo que recibía el coche que nuestro padre nos prometió a Luis y a mí para cuando cumpliéramos los 18 años.
Lucas parecía volver a ser el de siempre tras esos meses, sin embargo, parecía ahora tener un especial interés en política.
Defendía que la ciudad necesitaba un gran cambio.
Que los ciudadanos merecían ser más felices y que se deberían tomar medidas para reducir la mortalidad tanto por asesinatos como por suicidios.
Luis y yo no entendíamos muy bien de dónde había sacado esas ideas, puesto que nuestro amigo nunca había hablado mucho con nosotros de política hasta entonces, pero buscábamos entender sus ideas y le escuchábamos.
He de reconocer que una parte de mí acabó agobiándose de que en ciertos momentos, al hablar con Lucas, todas las conversaciones parecían girar en torno a un único tema, la política.
Sin embargo, cuando notaba que sus argumentos me dejaban con cierta incomodidad solía dejar de hablar y darme cariño, ya fuera con caricias o con besos.
Lo cierto es, que había empezado a reunirse con más gente, a hacer más amigos, y a ratos parecía dejarnos un poco de lado tanto a Luis como a mí. A pesar de esto, ambos preferíamos no quejarnos al respecto, debido a que, tras tanto tiempo de un estado de humor muy bajo, parecía que había vuelto a ser el chico sonriente de siempre.
Incluso consiguió de alguna forma sustituir al antiguo delegado de su clase por una votación que acabó con él como el nuevo delegado.
Luis y yo nos alegrábamos de sus triunfos pero a la vez sentíamos que se estaba granjeando sin motivo enemigos.
Aquel antiguo delegado parecía guardarle ahora gran rencor.
Pero en vez de ponerse en su contra, adoptó una curiosa estrategia, transformándose en su "amigo inseparable".
Apoyaba todas sus decisiones, parecía incluso un perrito meneando la cola ante los ojos de su amo.
Sin embargo, le oíamos hablar.
Todo el mundo le oía hablar.
Se reía en pequeños grupos de la estupidez de Lucas.
Le parecía cómico haberse ganado su confianza, y le parecía que Lucas debía haber pensado que una vez le arrebatas algo preciado a alguien, no deberías creer que te apreciará tras esto.
A pesar de todo, siguieron juntos.
Incluso más juntos que Lucas con nosotros, puesto que ahora con él nosotros solo parecíamos poder hablar si se trataba del tema de la casa rural, que aún seguía en pie.
A pesar de la hipocresía del antiguo delegado, este sí que parecía entender y respetar la ideología de Lucas.
Escuchaba atentamente sus palabras y las elogiaba.
Cierto día, Lucas pareció arrepentirse de a dónde había llegado en esos días.
Empezó a alejarse de aquel insecto que tenía a su lado.
Y volvió a mostrar interés en nuestra amistad.
Vino a vernos a casa a Lucas.
Trajo un pastel y se esforzó, esta vez él, en hacernos felices a nosotros.
Hablamos durante horas, tanto del viaje, como de aquellos días, como de cualquier bobada que cruzara nuestra  mente.
No hubo disculpa explícita en su boca, pero tanto nosotros como él, sabíamos que había cierto arrepentimiento en él por el distanciamiento que habíamos tenido esos días.
Nuestros padres acabaron invitándole a cenar así que fue una larga tarde juntos los tres, como siempre había sido hasta entonces.
Lucas me dió la mano por debajo de la mesa, acariciando con su pulgar mis dedos.
Y aunque todo fuera como siempre, mentiría si dijera que nada había cambiado.
Notaba algo distinto en Lucas.
No sabría decir si para mal o para bien, pero se notaba en sus ojos, en sus palabras, en sus acciones, que ahora aquel chico veía el mundo de una manera distinta.
Y que estaba entre sus deseos poder compartírnosla.
Lo que yo me preguntaba era cuándo y cómo sería eso.
Y si nosotros veríamos igual que él las cosas o acabaríamos en una posición totalmente opuesta a sus ideas.

Palabras hacia el EdénWhere stories live. Discover now