10.Pablo

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Días atrás escuché el teléfono sonar y poco después mi madre me pidió que fuera a hablar con ella.
-Tu mejor amigo...- se quedó en silencio, como sin saber qué decir o cómo decirlo.
Su reacción me preocupó mucho e intenté meterle prisa.
-¿Le ha pasado algo a Lennox?-mi madre no contestó.-¿Mamá?-al notar la tensión en mi voz se dio cuenta de que probablemente yo me estaba haciendo una idea equivocada y peor de lo que le había sucedido a Lennox así que se apuró a hablar.
-No,no, está bien. Es sólo que se lo han llevado-dijo con incomodidad.
La frase sonó extraña por la falta de datos respecto a qué había pasado y a dónde se lo habían llevado.
-¿A dónde?-pregunté.
-A las afueras- contestó finalmente mi madre.
Se me hizo curiosa la idea; mi mejor amigo, un chico bastante tímido que llevaba varios años enamorado de la misma chica y no se había atrevido ni a darle la mano, ¿había dicho algo lo suficiente fuerte como para que se lo llevaran a las afueras?
La verdad es que me sorprendió mucho la noticia, y aunque era consciente de que eso suponía que iba a estar marcado, Lennox y yo llevábamos años siendo mejores amigos, y eso, una marca de tinta en la piel, no iba a cambiarlo.
No podía comunicarme con él así que tuve que limitarme a esperar a que regresara de allí.
Durante los días que él estuvo fuera, su ausencia se volvió el tema más popular de conversación.
La gente en el Colegio decía que no se esperaban eso de él, y que era una pena que un chico que parecía tan bueno y dulce fuera corrompido y llevado a las afueras. Aunque todos sabían que, a pesar de que ahora hablaran de él como quien habla de un recién fallecido, al volver seguramente lo tratarían como a un fantasma.
Durante esos días yo me dediqué a recordar cómo fue cuando nos conocimos.
A decir verdad, la primera vez que lo vi me pareció muy adorable, era más bajito que el resto de chicos de nuestra edad, y me costaba hablar con él.
Nos hicimos amigos y yo traté de convencerme de que todos los pensamientos extraños que había en mi cabeza respecto a él era porque al ser tan bajito, y tener el pelo largo (dos cosas que actualmente no podrían ser usadas para describir a mi mejor amigo), mi mente a veces lo veía como a una chica y por eso me ponía nervioso.
Sin embargo con el tiempo me di cuenta de que no.
No diría que llegué a pillarme por Lennox, no llegó a tanto.
Sin embargo tras conocerlo empecé a darme cuenta de que me fijaba más en los chicos que en las chicas.
Y nada tenía que ver con si eran bajitos o tenían el pelo largo, como al principio quise hacerme creer.
Con el paso del tiempo crecimos, y muchas chicas se empezaron a fijar en mí.
Lennox solía bromear con que yo estaba ciego o cosas del estilo, cuando sencillamente ellas no me despertaban ningún interés.
Aún sabiendo que sentía atracción por los tíos, me dio vergüenza hablarlo abiertamente.
Cuando me quise dar cuenta, aunque quisiera decirlo no veía la ocasión para hacerlo, ni sabía como debía hacerlo.
Tenía miedo de que la gente me viera distinto, que otros chicos con los que me llevaba se alejaran de mí por miedo a que me empezaran a gustar.
Ni siquiera fui capaz de decírselo a Lennox, a pesar de que nos lo contábamos todo.
Y la culpa me comía por ello.
Cuando Lennox finalmente volvió, noté en él cierto aprecio hacia las afueras, sitio que por lo visto ellos llamaban "el Edén".
Mi amigo apenas mencionó a Nora, lo justo y necesario durante los días siguientes.
Y no dejaba de hablar de gente marcada, y de cómo vivían en la ciudad.
No dejaba de hablar tampoco de la gente del Edén, y de sus anécdotas allí.
Parecía incluso que sentía nostalgia hacia un lugar en el cual había estado solo unos días contados.
A decir verdad nunca había visto mal ni a la gente marcada ni a los E.V.A., pero sentí cierto temor de que mi amigo quisiera quedarse para siempre allí y que yo lo perdiera.
Decidí ayudarlo a investigar sobre los marcados de la ciudad.
Le ayudé también a enterarse de las diferencias en la ley entre marcados y no marcados.
Y a ratos le pillé haciendo garabatos y bocetos de algunas de las personas del Edén.
Principalmente de una chica en una ventana, no paraba de hacer dibujos de la misma escena.
Me extrañó ver cómo mi amigo, que hasta entonces había mencionado a su queridísima Nora siempre en una de cada tres frases que decía, había dejado de nombrarla a menos que fuera necesario.
-¿Ha pasado algo más con Nora?- pregunté al no poder contener mi duda.
Él pareció sorprendido con mi pregunta y se quedó unos segundos en silencio antes de contestar.
-Dijo que vendría a verme a la salida- acabó diciendo, dirigiendo de nuevo su atención al dibujo a medio hacer de la chica en la ventana.
Fue en ese momento cuando noté aún más el cambio de mi amigo.
La chica por la que supuestamente estaba loco iba a venir a verle a la salida, viniendo desde su colegio que estaba al lado, arriesgándose a pasar vergüenza por ser vista por todo el colegio con un recién marcado. Es decir, la chica por la que perdía la cabeza iba a jugarse ser foco de rumores por verle un rato, y él ni siquiera lo había mencionado.
El antiguo Lennox hubiera pasado todas las clases del día hablando sobre el tema.
Pero el Lennox que estaba sentado frente a mí, dibujando y poniendo toda su atención en su cuaderno, lo había comentado como si el asunto careciera de importancia.
-Creí que Nora te importaba mucho- comenté en voz baja.
Mi amigo siguió dibujando.
-Me importa mucho, está muy bien que venga a verme, puesto que tengo que hablar con ella- contestó.
-Suena como si no te alegrara que venga a verte.
-Claro que me alegra- me contestó como quién dice algo evidente.
Entonces de nuevo formulé aquella pregunta que hice cuando volvió.
-¿Mereció la pena decirle eso aquel día?- pregunté a mi amigo.
Él se giró hacia mí, y con una sonrisa contestó.
-Claro que mereció la pena, pude conocer el Edén.

Palabras hacia el EdénOnde as histórias ganham vida. Descobre agora