23.Eve

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A veces veía a Anne y la culpa me hundía.
Veía en ella la sonrisa de su padre, algunos de sus rasgos, incluso su nariz era parecida.
No podía compararse en personalidad, ella no compartía eso que él tenía, que con una frase pareciera poder convencer a cualquiera de hacer lo que te pidiera por esa boca.
Sin embargo, la gente apreciaba a Anne.
La gente la escuchaba y confiaba en ella.
Y yo la quería con locura.
Pero no sabía qué contarle y qué no acerca de su padre.
Llevaba ya demasiados años sin comunicarme con él, sin poder verle.
Él no era consciente ni de la existencia de Anne, ni de dónde estaba yo, ni siquiera de si seguía viva o no.
Mi única compensación es que al menos había escogido para nuestra hija un nombre que sabía que a él le agradaría.
Sabía que si él pudiera verla la querría muchísimo.
Pero seguramente nunca la conocería.
Yo no podía salir del Edén, mi responsabilidad estaba para con los de allí.
Y él, estuviera donde estuviera, seguramente nunca vendría aquí.
Siempre intentó ser un buen chico.
Así que seguramente intentaba acatar las normas, aún si no le gustaban.
Algunas veces le echaba demasiado de menos, pero me recordaba a mí misma que las cosas habían sido de una forma que yo no podía cambiar.
A veces también echaba de menos a mi hermano, pero tampoco volvería a verlo, por mucho que eso me partiera el alma.
La vida había sido así y no podía cambiar las cosas.
Tampoco diría que me sentía sola, tenía a Anne, y a todos los habitantes del Edén.
Eran mi familia, y mi prioridad.
Mi trabajo consistía en mandar peticiones a los líderes de la ciudad para asegurarme de que mi familia, todos los de aquí, vivieran en unas condiciones aceptables.
A veces también me comunicaba con algunos de los marcados que se habían ido, para preguntarles cómo les iba, si eran tratados bien allí, y para recordarles que si se encontraban solos, siempre podían volver aquí y los recibiríamos con los brazos abiertos.
A veces había algún conflicto en el Edén, pero normalmente si yo intervenía todo se solucionaba rápidamente.
Nadie quería estropear nuestro hogar.
Sin embargo cuando de verdad había algún gran conflicto se obligaba a los causantes a ejercer trabajos a la comunidad para ayudar al buen funcionamiento del Edén.
Anne había tomado bastantes responsabilidades, y sus amigos normalmente también se ofrecían voluntarios a ayudar.
Todos parecían sentir cierta responsabilidad para con su nuevo hogar.
Los más mayores de la zona realizaban trabajos en función de sus especialidades y de los trabajos que habían realizado en la ciudad antes de venir aquí.
Teníamos gente especializada en sanidad, y un pequeño puñado de profesores que ayudaban en la educación de los más jóvenes y de los niños que hacían en el Edén.
También había artesanos, sastres, cuentacuentos, gente con habilidad para el teatro, dibujantes, cantantes, cocineros, y un montón de personas de diversas profesiones.
Podíamos valernos por nuestra cuenta relativamente bien, a pesar de depender de la ciudad para obtener alimentos y otros bienes.
A veces mirando todo me preguntaba cómo había cambiado este sitio tanto.
Esta zona que antes sólo se caracterizaba por un puñado de edificios abandonados rodeando un antiguo orfanato ahora era un "paraíso" para muchos.
Y ni siquiera habían pasado tantos años.
Cuando todo esto inició yo no era mucho más joven que ahora.
Y ahora, a mis 36 años, me sentía como si ya hubiera pasado una vida entera.
-Mamá- Anne irrumpió en mi habitación y me sacó de la nube de pensamientos en la que me había sumergido.-Creo que los dos chicos nuevos, si acaban quedándose, podrían ayudarnos mucho- dijo ilusionada.
De nuevo era aquella sonrisa que compartía con su padre.
Asentí con la cabeza.
Empezó a hablar de lo que sabía de ellos, especialmente del chico llamado Lennox que había venido aquí por segunda vez.
Que Ari le había cogido cariño.
Que creían que no volvería pero estaba aquí de nuevo.
Y de la curiosa historia de cómo su amigo decidió venir con él, arriesgando su futuro en la ciudad.
Verdaderamente parecía gente interesante.
Me quedé sonriendo mientras me hablaba y esto pareció confundir a Anne.
-¿Acaso me estás atendiendo?- dijo un poco molesta y después se sentó frente a mí y me pidió que le peinara.
Siguió hablando de que le habían estado contando cómo era su vida en las afueras.
A veces me olvidaba de que mi hija no había sido capaz de ver mundo más allá de la reja del Edén.
Dejé de peinarle, por quedarme con esa pregunta trabada en mi mente, ¿Anne quería abandonar el Edén?
Sentí que nunca había sabido si ella quería o no permanecer aquí toda su vida.
Y aquella forma apasionada de narrar las historias de aquellos que sí que habían estado fuera del Edén guardaba una especie de deseo de irse.
Al notar mi preocupación se giró hacia mí.
-Mamá, sabes que mi hogar es este- dijo para evitar que me preocupara demasiado- sencillamente no puedo evitar preguntarme qué hay afuera del Edén.- dijo rápidamente con seriedad en sus ojos.
Lo entendí perfectamente, la necesidad de ver mundo.
El deseo de conocer un poco más.
Anne me miró esperando una respuesta de qué opinaba acerca de que ella quisiera ver la ciudad Etérea, fuera de la reja del Edén.
Tras pensarme unos segundos la respuesta, valoré el derecho de mi hija a no ser retenida en este lugar, aunque fuera mi hogar.
Y sin hablar mi boca, mediante signos le dije:
"Si tus amigos vuelven a la ciudad pronto, puede que sea buena idea que les pidas ir con ellos y que te enseñen un poco su mundo".
Anne sonrió, con una de las sonrisas más amplias que había visto en mi vida, sólo comparable a la forma en la que sonrió Lucas cuando le entregué el ramo con la nota.
-Gracias mamá- dijo abrazándome con fuerza.

Palabras hacia el EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora