Capítulo 6.

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ETHAN

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ETHAN.

No. Nunca más Ethan. Nunca más.

De forma inmediata aparta mi mano de ella y se pone en pie. Pulsa de nuevo el botón de emergencia hasta que el conserje responde. Gira la cabeza, por su expresión puedo deducir que esta apunto de dirigirse a mí muy molesta.

— No lo hagas otra vez. —Advierte— Te agradezco que me calmes pero no vuelvas a tocarme sin mí consentimiento.

— Te he calmado, estabas en medio de un ataque de pánico ¿Así me lo agradeces?

Cierra el puño.

Oh no Yulima, yo no soy el saco de boxeo de Walker.

Vuelve a girarse, pone las manos sobre el espejo y echa la cabeza también para mantenerse igual de calmada. La observo detenidamente, ella inhala y exhala unas cinco veces. Claro que soy consciente de que sufre de claustrofobia y lo he sido mientras detenía el ascensor. Mi intención no era matarla, todavía, si no hacerla sentir miedo, angustia, que no pudiera respirar y que su única esperanza dependiera de mí.

— Siento si te he molestado. —Le digo fingiendo que no he estado observándola en todo momento.

— Tienes una manera extraña de calmar a alguien con claustrofobia. —Dice.

— Solo te he mantenido distraída porque de lo contrario habrías sufrido una fuerte crisis de ansiedad. —Da un paso hacia delante posicionándose a mi lado aún con los ojos cerrados.

— Todavía estoy a tiempo.

El ascensor vuelve en sí. La luz de emergencia desaparece y baja como si nada hubiera pasado. Ella suspira aliviada colocando la mano en su pecho y echándose el pelo atrás con la mano izquierda. Relame sus labios resecos y traga saliva. El ascensor se abre y sale corriendo buscando aire que respirar para recuperarse. Cojo la basura que traía para tirar y la saco fuera.

— Aquí tienes.

— Gracias.

Coge aire, se recupera y continúa con lo que iba a hacer. Su fuerza es admirable, pero no tanto como para fingir que me agrada el hecho de tener cerca a la persona que me mató hace dos años y por la que estuve sufriendo todo ese tiempo. Necesito calmar mis ansias de venganza por el momento, el plan está calculado en mi cabeza y para ello es necesario seguir siendo solo el vecino raro, que aparentemente es buena persona y no ha cometido un crimen en su vida.

Saco un cigarro, lo enciendo y me siento en un bordillo junto la puerta.

Siento dolor. La runa de mi cuello arde y siento el mismo dolor que sentiría un mortal cuando su tatuaje está infectado. No, no me he hecho ningún tatuaje y la runa no es uno de ellos, la runa es solo una conexión que exigió padre para dejarme regresar. Él me está llamando. Lanzo el cigarro prácticamente entero y subo al apartamento para responder a su llamado.

EL JUEGO DE LA BESTIA. ® [02]    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora