4. Como una mujer bipolar

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Me desperté abriendo los párpados lentamente, sintiendo como la luz que se infiltraba por la ventana bañaba mi visión, obligándome a achinar los ojos por su incandescente fuerza.

Me senté en la cama lentamente, un suave bostezo escapó de mi boca, y una sonrisa se dibujó en mis labios de inmediato. Después de varios días de insomnio, por fin, había podido dormir, sin ninguna pesadilla o alucinación escalofriante. Me sentía viva y con energía, totalmente descansada.

Mis ojos viajaron hasta mi dedo anular, donde descansaba aquel extrañamente hermoso anillo. El ángel de metal blanquecino me miraba con sus ojos muertos. ¿Acaso era posible que el anillo haya tenido que ver con mi insomnio?

Me levanté de un salto, nunca con tanta energía. Estaba tan feliz de mi sueño reparador que lancé una carcajada al aire, que rebotó entre las paredes de mi apartamento vacío. Era un monoambiente, era lo que podía pagar, y no me quejaba, ya que era suficiente para una sola persona.

Esta fue la primera vez que iba a trabajar con tan buen humor.

Me vestí tarareando una canción, y cuando ya hube desayunado, me marché en dirección a mi trabajo. Me sentía tan bien, que tuve que contener las ganas de recorrer las veredas brincando como un conejo.

— ¿Por qué te ves tan feliz? — me preguntó Ellie una vez que ya había llegado a mi trabajo.

Me encontraba poniéndome el uniforme de camarera, mientras tarareaba el Himno de la Alegría.

— Al fin pasé una buena noche.

Ellie me miró sorprendida y luego me envió un gesto sugerente, mientras sacudía sus cejas de arriba abajo.

— Cuéntame con quien. ¿Avanzaste tan rápido con el chico ese de los batidos de chocolate?

— ¿Quién?, ¿Chris?... ¡No!, siempre pensando en cosas con doble sentido— suspiré y ella rio de manera pícara — quise decir que dormí bien. Sin pesadillas.

— ¿Estabas teniendo pesadillas?

— Sí, algunas.

Ella me miró preocupada, pero no indagó más al respecto.

Pasó la jornada de trabajo que se me hizo interminable. Además de eso, de no ver la hora de ya volver a mi casa, no sucedió nada nuevo en el trabajo, y Chris tampoco había aparecido. ¿Puede que me hayan plantado? ¡No debía preocuparme antes de tiempo!, todavía faltaba para la hora acordada.

— ¿Hoy no era tu cita con Chris? — preguntó Ellie mientras nos quitábamos el uniforme.

— Sí, pero no lo veo por ningún lado.

Salimos a afuera y ella se despidió sacudiendo su mano en el aire.

— Adiós — le dije.

Richard cerró la puerta del restorán detrás de mí. Nos despedimos con un simple e incoloro "Hasta mañana", y me quedé sola en la calle.

Fuera hacía frío, y una ventisca violenta parecía querer arrancarme los pies del suelo. El clima parecía estar furioso, como si no quisiera que tuviera una cita con el chico hermoso de los batidos. Me refugié debajo de la entrada techada del restorán. ¿Debía esperar a que llegara mi cita o debía marcharme?, puede que, con este clima, la cita se cancelara.

La brisa que rallaba mi cuerpo fue cediendo, fue menguando hasta desaparecer completamente, el frío se hizo casi imperceptible y el sol reinó en el cielo azul. ¿Cómo era posible que el clima cambié de un momento a otro tan repentinamente?, parecía una mujer bipolar.

— ¡Qué suerte que el día mejoró!, no pensaba interrumpir nuestra cita, ni aun que nevara o truene — me sorprendí al escuchar que alguien me habló.

Entonces lo vi, que esa voz pertenecía a Chris, quien estaba frente a mí, y no me había percatado del momento que había llegado.

Lo miré sorprendida.

— ¿Cuándo llegaste? — le pregunté impresionada.

— Siempre estuve aquí.

Lo escuché extrañada. ¿Cuánto tiempo estuvo aquí afuera esperándome y por qué no lo vi?, talvez tenía que hacerme revisar de la visión.

— ¿Vamos? — preguntó dando por zanjada la conversación de su llegada — La pastelería nos espera.

Comenzamos a andar, pero me detuve cuando recordé lo que tenía para decirle.

— ¡No!

— ¿Qué sucede? — me preguntó curioso.

Levanté mi muñeca y la llevé cerca de sus ojos.

— Esto sucede — dije mostrándole el anillo en mi dedo —. Fuiste tú, ¿verdad?

— Sí — se alegró y sus ojos brillaron con reconocimiento al ver el anillo de ángel — ¿Te sirvió?

— Sí, sirvió — dije con agradecimiento, pero me retracté de inmediato —, pero eso no es lo importante. ¿Por qué?, esa es la pregunta. ¿Por qué lo enviaste? Y ¿cómo sabías dónde vivo?

Chris me miró unos segundos en silencio, como si estuviera sopesando su respuesta. Todo era muy extraño. Al parecer tenía dos acosadores, el joven de ojos oscuros y ahora Chris, por más que se veía angelical no podía confiarme. Los que se ven más inofensivos suelen ser los más peligrosos. Es regla.

— Bien, si me sigues te mostraré.

Dudé. ¿Debía seguirlo ciegamente?, una persona con un funcionamiento normal de su cerebro diría que no y sin pensarlo mucho, pero... no podía negarme, no sabía por qué, pero sentía que lo correcto era seguirlo, no alejarme de él.

— Bien — dije —, pero más te vale que tengas una buena explicación para todo esto.

— Nuestra cita tendrá que cambiar de destino — dijo mientras emprendíamos el camino.

Chris sonrió, y su alegría me contagió, me hizo sentir paz, me hizo pensar que estaba yendo por el camino correcto, y que no había tomado la decisión errónea. Chris me tendió su brazo y yo lo tomé como si fuera una abuelita que necesitara ayuda para cruzar la calle. ¿Por qué me hacía sentir tanta confianza en él a pesar que no lo conocía de nada?

Sus ojos de cielos, irradiaban una paz incomprensible, y su mera presencia era tranquilizadora. Sentía que podía decirme lo que quisiera, yo le creería, aceptaría todo.

Los dos caminamos a la par, él me guiaba, y yo me dejaba guiar por él.

Cuando llegamos al lugar indicado, hallé ante mis ojos una enorme biblioteca. A pesar de que su fachada se veía antigua, le rodeaba un aura de fortaleza y seguridad, que me invitaba a acobijarme dentro.

— ¿Entramos? — me preguntó y yo sólo pude asentir con una afirmación con la cabeza.   

DaemoniumWhere stories live. Discover now