5. La biblioteca del ángel

1.3K 165 15
                                    

El lugar lucía como un santuario por dentro. Las paredes eran cubiertas por estanterías de libros añejos, pinturas celestiales, esculturas de ángeles y otras de mujeres con apariencias de ninfas adornaban los rincones vacíos. Los techos eran iluminados con enormes ventanales, lo que llenaba la biblioteca de una luz brillantes, sin dejar lugar para las sombras. Era un ambiente agradable, que te hacía sentir alegría y una extraña satisfacción en el corazón y en el alma.

— Christopher, ¿ya llegaste?, tenemos problemas, de nuevo, con los... — un hombre se detuvo en sus palabras al ver que una desconocida acompañaba a Chris — Oh — se expresó preocupado, como si hubiera roto alguna regla de hospitalidad — ¿Es ella? — le preguntó a Chris. ¿Por qué todos eran tan extraños últimamente?

— Sí— respondió Chris con una sonrisa de orgullo.

— Así que tú eres Amanda — pareció una pregunta, pero era una afirmación, al parecer estaba seguro de quién era yo, y decía mi nombre con una familiaridad, que sólo correspondía a las personas que se conocen de años —. Christopher me habló mucho de ti.

— ¿Le habló mucho de mí? — pregunté extrañada, supuse que era una broma así que reí — lo dudo mucho, ya que nos conocimos anteayer, recién.

El hombre rio como si supiera algo que yo no.

— Bueno, me habló de lo hermosa que eres, dijo que parecías un ángel de los cielos — me sonrojé gravemente. Era débil ante los cumplidos.

— ¡Papá! — se quejó Chris — ¡Me avergüenzas!

— ¿Papá? — pregunté asombrada, es que... wow, este hombre era hermoso, no podía adivinar cuantos años tenía, pero por los que podía intuir, se mantenía muy bien, no había perdido una pizca de atractivo por la edad, era como si el tiempo hubiera tropezado en su rostro para estancarse por siempre. Ahora que lo mencionaba, podía ver cierto parecido entre los dos, en esos ojos etéreos que ocultaba detrás de unos lentes, y en su cabello, entre rubio y albino, atado en una cola baja, que caía sobre uno de los hombros. Era más atractivo que cualquier modelo de revista de cosméticos, al igual que su hijo. Parecían de otro mundo. Demasiados hermosos para ser humanos.

— Bueno, los dejo solos — dijo su padre, y le envió una mirada que indicaba que tenía algo importante que decirle, y que esperaría hasta más tarde para hablar, seguramente cuando yo me fuera.

— Y aquí es donde comemos — Chris me había guiado en un tour por la biblioteca, la cual también resultaba que era su casa. Me pregunté que se sentía vivir en una biblioteca, todas las mañanas despiertas rodeado de libros y todas las noches te acuestas a dormir rodeado de más libros.

— Dijiste que ibas a mostrarme — lo interrumpí antes de que continuara su recorrido, sólo quería saber que significaba el anillo y por qué sabía que lo necesitaba.

— Bien — acordó —. Ven.

Lo seguí, me llevó hasta una habitación que quedaba al final de un pasillo al subir una escalera de madera. Olía a masculinidad de pared a pared, había poster colgados de las paredes, un televisor de cincuenta y dos pulgadas con una PlayStation conectada. Una cama armada con unas sábanas color bordó sin motivos ni dibujos, un escritorio con algunas revistas y un perfume de hombre, tuve que contenerme para no pulverizarlo al aire y deleitarme en su secreta fragancia. A veces tenía pensamientos tan extraños.

— ¿Tu cuarto? — le pregunté para cerciorarme y él respondió afirmativamente.

— Aquí — indicó recogiendo una caja de madera lustrada, con tallados que parecían una obra de arte en un motivo renacentista. La caja había estado oculta detrás de uno de los posters en lo que parecía ser una caja fuerte. Luego de abrirla mediante la introducción de una llave, me mostró su contenido —. Pertenecía a mi madre.

Miré asombrada, dentro se encontraba ordenado de manera prolija varias alhajas: un collar, una pulsera, una tiara, un anillo, y había un lugar vacío, donde seguramente antes estaba la joya que tenía en mi dedo, lo supuse, porque el motivo de la bisutería que guardaba la caja, era idéntico a la del anillo que me había dado Chris. El dorado brillante del oro, y ese blanco ángel, se encontraba en cada pieza en esa caja. Entendí que el anillo que portaba era parte de la colección.

— Pero... — dudé — este anillo pertenecía a tu madre. ¿Es correcto que yo lo tenga? — algo me decía que su madre ya no estaba con él, y que esto era un recuerdo valioso de ella.

— Sí, tú lo necesitas más que yo — concluyó, y entendí que no tenía caso que insistiera más en el asunto, pero todavía había algo que me perturbaba aún más, y eso sí era algo que no podía dejar pasar por alto.

— ¿Cómo supiste dónde vivía?

— Le pregunté a la chica con la que trabajas — lo miré para ver si podía percibir la mentira en su rostro, pero no pude hallar ni el menor signo de que no estaba diciendo la verdad, sin embargo, yo no podía creerme eso, Ellie no le daría mi dirección a un desconocido, por más bueno que esté, o, por lo menos, eso esperaba.

— ¿Y cómo explicas el tema de las pesadillas? — estaba segura que yo no se lo había contado en nuestro pequeño encuentro en el restorán. Sólo Ellie lo sabía ahora y ella no parecía haberle dado mucha importancia. Todos tenemos pesadillas, las mías no son especiales sólo por darme un miedo atroz.

— ¿Qué pesadillas? — al parecer quería jugar el papel de desentendido, pero yo no se la iba a dejar pasar tan fácil.

— En la nota dijiste que "Tengas una noche libre de pesadillas" — recité la nota de memoria, nunca podría olvidarla.

Chris me miró fijamente, como si estuviera analizando entre todas sus opciones para elegir la mejor respuesta posible.

— Era una forma de decir, de desear unas buenas noches.

— Esa es una mentira — lo increpé —. Quiero la verdad.

— Bien — el joven pareció darse por vencido —, te diré que tienes razón, sabía de tus pesadillas, pero no puedo decirte más que eso.

— Pero — no podía creerlo, estaba en mi derecho a saber, un desconocido averigua donde vivo para entregarme un anillo que acabaría con mis pesadillas. ¡Era algo que necesitaba saber! ¡Me concernía! — no puedes pretender que acepte esa respuesta. Ponte en mi lugar, un desconocido deja una nota, una flor y un anillo en tu casa, y para colmo, el anillo tiene la habilidad de evitar pesadillas. No puedo quedarme tranquila, puedes ser un acosador y puedo estar en peligro.

— Si me consideraras un peligro no me hubieras seguido hasta aquí, ¿verdad?

Todo lo que tenía para decir se me olvidó de repente, sólo por escuchar esa gran verdad. Pero era cierto, no podía temerle, sentía de él una confianza que parecía absurda, tanta calidez, como la que se siente de los amigos de toda la vida, incluso más.

— Y tampoco hubieras entrado en la habitación de un desconocido. ¿Me equivoco?

— No — respondí, no tenía forma de contrariar sus argumentos.

— Sólo puedo decirte esto: No tengas miedo, porque yo nunca haría algo para lastimarte. Sólo debes confiar en mí. Deja tu corazón en mis manos, aquí — dijo mostrándome ambas palmas juntas como si estuviera sosteniendo un corazón invisible — estará a salvo.

Sus ojos querían absorberme. ¿Era por su atractivo? ¿Esa era razón suficiente para aceptar todo lo que tenía por decirme?, algo me decía que no era así, que había algo más, que su atractivo no tenía nada que ver con la seguridad que me trasmitía, había algo intangible que no alcanzaba a ver, pero que era tan real como que podía influir en mí. Algo estaba pasando, y yo no tenía manera de saber que era, ni tampoco de entender por qué me involucraba a mí.

— ¿Puedes hacerlo?

Lo miré confundida, sin entender su pregunta.

— Confiar — me aclaró cuando no respondí.

¿Debería confiar ciegamente en él? ¿En un desconocido?

— Sí — respondí, y supe que había dado la respuesta correcta.  

DaemoniumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora