17. Como las llamas del infierno

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              La entrevista había ido bien. O por lo menos eso me repetía para no caer en una depresión insumergible.

Dentro de la oficina donde estaban llevando a cabo las entrevistas, me esperaban tres personas, una mujer, que traía su traje pulcramente planchado, un hombre algo joven pero no por eso parecía más accesible que el resto, y el último, y más aterrador, era un hombre, a la que su edad parecía imposible de descifrar, tenía sus ojos tan oscuros como una noche sin Luna, y llevaba una sonrisa nula entre los labios, pero eso no era lo que me estremeció en él, sino ese deje familiar de no sabía qué que había en él, era como si tuviera algo que ya había visto antes en otra persona, un parecido parental, pero no podía hallar de quién, pero su nombre había quedado grabado en mí, Cameron.

Me sentí sumamente intimidada, no sólo por ellos, sino también por el ambiente pesado y oscuro que rodeaba a mis entrevistadores, que me daba un impulso casi instintivo de salir corriendo de ese lugar lo cuanto antes posible, pero a pesar de eso, me contuve porque necesitaba este trabajo de manera dolorosa.

Me hicieron varias preguntas de protocolo, cuál era mi nombre, qué estudios tenía, habilidades... y la más difícil para responder:

— ¿Por qué quieres el trabajo? — preguntó el tal Cameron, era un hombre hermoso, su cabello era negro, y lo tenía peinado hacia su nuca, dándole un aspecto sumamente refinado y atractivo a su rostro —. Por lo que leí en tu currículum y por lo que hemos estado hablando, no pareces tener mucha experiencia en lo que se especializa nuestra empresa. ¿Por qué deberíamos contratarte?

Al escuchar esa frase se me congeló la sangre en las venas. Esta era una pregunta clave, era la que posiblemente decidiría mi futuro en esta empresa, dependiendo siempre de la respuesta que dé.

Decidí ser sincera. Creí que lo mejor en estos casos era no ocultar la verdad, si les agradaba tal y como era, tendría el trabajo asegurado, o por lo menos, eso creía.

— Voy a ser sincera — dije y me acomodé en la silla lo mejor que pude —. Mi madre está internada en el hospital en un estado grave — mi voz amenazó con fallarme, pero tenía que demostrarles que era una persona determinada y fuerte, una persona que podría con cualquier cosa, incluso con esto —. Ella es todo lo que tengo, y daría todo de mí por ella, incluso hasta mi última gota de mi propia sangre... si su bienestar significa que debo trabajar como un burro de carga día y noche, pues lo haría con mucho gusto — me detuve un minuto dándome cuenta que podría estar pasándome de la raya, así que intenté volver a un punto confortable en la conversación —. Creo que ese es mi fuerte, la determinación que traigo conmigo, y creo que también es mi garantía para este trabajo.

Cuando terminé mi monólogo, los miré de manera decidida, aunque mi rostro amenazaba con retraerse en dirección al suelo, lo contuve en el lugar, allí en alto, sin importar cuan avergonzada me sintiera en ese momento.

Cameron miró a sus dos colegas intercambiando entre ellos unas miradas que no supe descifrar.

¿Había pasado? O ¿La había cagado?

— Bien — dijo la mujer mientras tachaba algo en su lista —. Nosotros te llamaremos.

Repasaba la escena en mi mente, una y otra vez, mientras caminaba en dirección a la casa de Ellie, sin dejar de pensar que había perdido mi oportunidad de conseguir el mejor trabajo que pudiera tener, lo había arruinado, tal vez debí practicar más lo que iba a decir antes de presentarme a la entrevista, estuve debatiéndome a mí misma internamente un buen rato, pero sin una razón aparente, de un momento a otro, noté que no me dirigía hacia la casa de Ellie como pensaba, pues había cambiado mi trayecto sin que me diera cuenta, doblé en la esquina que no tenía que doblar, y anduve por aquella calle que se me hacía tan familiar. ¿Será por la costumbre?, ya que estos mismos pasos los recorrí todos los días durante los últimos años. De ida y de vuelta. Una y otra vez. Creía que ya nunca volvería a caminar por estos lares, pero ahora heme aquí, traída inconscientemente por mis propios pies.

DaemoniumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora