30. Nuestra promesa

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Tuve que abandonar aquella biblioteca para volver al hospital. A mi pesar, debía hacerme cargo de la burocracia correspondiente a la post mortem de mi madre.

Tuve que firmar un documento para sellar legalmente la muerte de mi progenitora y endeudarme para darle un entierro digno.

Un crédito por un cajón.

El hombre negocia incluso con la muerte.

Tuve que controlar mi corazón cada vez que llevaba un paso más cerca del sepelio, todo el papelerío me pareció tan morboso y poco sensible. La mujer que me decía de manera estoica "firme aquí" me pareció tan inhumana. Mi corazón se encogía en dolor y al resto de aquellos trabajadores funerarios parecía no importarles. ¿Estaban insensibles por su trabajo fúnebre? ¿Se habían acostumbrado a ver tantos muertos y tanto sufrimiento ajeno que simplemente se habían vuelto inmune a ello?, en cambio yo, me sentía destruida. No había querido ver el cuerpo de mi madre, mientras este permanecía en la camilla en la que había bajado la muerte sobre ella, y tampoco quise ver cuando se la llevaron de aquella habitación, y estuve a punto de no ir a su sepelio, pero tuve que obligarme a mí misma, esa sería la última vez que vería el rostro de mi madre.

Estaba en la habitación de Ellie, mientras nos vestíamos de negro, como si fuéramos hermanas parcas.

Miré mi funesto reflejo en el espejo. Mi rostro estaba hinchado de tanto llorar y mis ojos denotaban el más pesaroso cansancio y dolor.

Había hecho como Vretiel me había aconsejado, no me había guardado ni una lágrima, había llorado como magdalena y había sacado todo. También le había prometido que me perdonaría a mí misma por lo que había hecho y que intentaría seguir adelante por los que todavía estaban.

Ellie me abrazó con delicadeza. Y fue su contacto el que me despegó del abismo de mis pensamientos.

— Gracias por siempre estar para mí — le agradecí. Y en ese momento me di cuenta que nunca lo había hecho, nunca le había agradecido por ser una hermana para mí.

Ella me sonrió levemente y supe, al temblor de sus ojos, que estaba intentando ser fuerte para mí y no llorar.

— Siempre estaré para ti, hermana — me dijo y me abrazó con más fuerza.

Luego de contener las lágrimas, ambas juntamos fuerzas y emprendimos el viaje al sepelio.

Fuimos al lugar donde nos despediríamos de mi madre. Sólo éramos Ellie, yo y un sacerdote pobremente pagado. Era una solitaria y triste despedida. Me rompía el corazón que no hubiera nadie más aquí para honrar lo que fue la vida de la mujer más fuerte que conocí.

Hubo una pequeña ceremonia, donde el sacerdote hizo una pequeña oración y dio un pequeño mensaje sobre en qué consistía la muerte y la vida eterna que nos espera después de esta.

— ¿En verdad mi madre estará viva en algún otro lugar? — le pregunté a Ellie de manera silenciosa, para no interrumpir el sermón elegíaco.

— Por supuesto, y desde allí tu mamá te mira.

— Me parece difícil de creer — le dije dándole un vistazo triste al cajón que la contenía —. A mí me parece muerta.

— Porque ese era su cuerpo — me sorprendí al escuchar su voz.

Chris, Mayo, Andrei, Raguel y Vretiel se unieron a la ceremonia. Todos vistiendo de negro.

— Su alma todavía vive — me aseguró Chris.

Lo miré agradecida. Su presencia realmente me sorprendió, nunca creí que estarían aquí, acompañándome en este triste momento. Mi corazón se llenó de un sentimiento acogedor, me sentí parte de algo, me sentí que ya no debería pensar en soledad, porque esta no formaría parte de mi vida, no, ya no lo haría. Mi madre se iría, su pérdida me destrozaba, pero no me quedaría sola, no, había encontrado un lugar al qué pertenecer.

La parte más difícil fue observar como el cajón descendió dentro de la tierra. Ese era el final, allí acababa todo, en la tierra y allí se quedaría hasta ya no ser nada más que polvo. Con los días, con los años ya no quedaría ni eso, sería simplemente nada y cualquier atisbo de que alguna vez su cuerpo existió ya no estaría, incluso su memoria moriría con el tiempo y ya nadie sabría quien fue ella. Y eso es igual a nunca haber vivido.

Mis ojos lagrimearon sin piedad al comprender que la había perdido, que ya no la volvería a ver en lo que faltaba de mi vida. Y no sabía si era lo suficientemente fuerte para soportar su ausencia, para sobrellevar el sentimiento de extrañarla, de querer volverla a ver.

Ellie me abrazó cuando me vio llorar y esta vez ella lloró conmigo.

La tierra cayó sobre la madera hasta cubrir de mi vista el cajón, de una vez por siempre.

El cura fue el primero en retirarse cuando ya todo estuvo hecho. Chris y el resto entendieron que necesitaba un momento a solas.

Me quedé sola frente a la tierra donde yacía el cuerpo de mi madre.

Las lágrimas habían cedido un poco, pero el dolor en mi corazón persistía con la misma intensidad.

No sabía qué hacer. ¿Debía decirle unas palabras de despedida? ¿Valía de algo hablarle a un cuerpo sin vida? Ella ya no podía escucharme.

En vez de despedirme, mi mente viajó al contenido de mi bolsillo. Había guardado algo allí dentro, y su presencia se había superpuesto al dolor que sentía.

Al final me decidí e infiltré mis dedos en aquel hueco de tela. Extraje lo que guardaba en su interior y lo llevé con algo de temor frente a mis ojos.

— Lo siento, madre — dije en un susurro que sólo yo pude escuchar —. Lo siento madre, pero no podré cumplir nuestra promesa.

Después de decir eso, volví a guardar la fotografía donde había permanecido oculta anteriormente.   

DaemoniumWhere stories live. Discover now