37. Al final ellas ganaron

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Sentí la puerta detrás de mí cuartear su madera y caer al suelo de manera antinatural.

Fue en ese momento que mi padre me soltó y yo caí al suelo sin fuerza, mientras intentaba recuperar el oxígeno que me había sido robado.

Me giré en dirección a donde la puerta estaba y por ella vi una sombra masculina que resaltó dentro de la polvareda que se formó por la puerta al caer y el reflejo de las luces. La sombra dio un paso dentro de la habitación y la luna iluminó su rostro.

— ¡Chris! — quise gritar su nombre, pero no pude, ya que el dolor en mi cuello hizo que mis palabras salieran sólo como un quejido de dolor.

Chris me miró entre aliviado, como alguien que no llega suficientemente tarde, y asustado, al ver el grupo de personas que me rodeaban.

— ¿Quién llamó al niño ángel? — dijo mi padre y luego lanzó una risa burlona.

Chris ignoró su comentario y sólo se enfocó en mí, como si quisiera trasmitirme con los ojos que todo estaría bien.

— Dije que te protegería y así lo haré.

— No me hagas reír, ¿un mestizo? — mi padre lo miró como si fuera una cosa insignificante — ¿Qué hará un mestizo contra mí?

— Mi hijo no está solo — sentí un gran alivio al escuchar aquella voz.

Mi padre retrocedió un poco al verlo, alejándose de mí, lo que Chris aprovechó para arrodillarse a mi lado e inspeccionarme.

— ¿Estás bien? — me preguntó, yo quise responderle, pero mi voz volvió a fallarme — Está bien. No hables.

Me giré como pude y me prendí con fuerza al cuerpo de Chris.

Estaba llorando y, al mismo tiempo, estaba muy agradecida. Nunca creí que pudiera confiar en él incluso en estos momentos.

Vretiel se adelantó, posicionándose frente a nosotros dos, como si sirviera de escudo. Enfrentó a mi padre, sin vacilar en su voz, ni físicamente. Su cuerpo se mantuvo entero y firme. Era cómo si él pudiera ser tan peligroso como mi padre, pero de una manera completamente diferente.

— Nos llevaremos a la chica — le dijo de manera amenazante, pero el hombre frente a él no se vio ni un poco intimidado.

— Lo siento, pero recién recuperé a mi hija después de veinte años y no pienso volver a dejarla ir — dijo y su sonrisa me dio a entender que esas no eran buenas intenciones.

Vretiel, hizo como si no hubiera escuchado las palabras de ese hombre, y se giró unos grados para hablarle a su hijo.

— Llévatela de aquí.

Chris no tardó en obedecer a su padre. Se puso de pie y tiró de mi hombro para ayudarme a caminar.

Cameron se adelantó a mi padre, y fue él quien se enfrentó a Vretiel. Yo lo miré de manera asustada, sin saber lo que pretendía hacer. Cameron extendió su mano y del suelo comenzó a expeler un extraño vapor negruzco.

— No respires — me dijo Chris tapándome la boca con sus manos, pero era muy tarde, ya había aspirado ese extraño aire, y sentía que me llenaba los pulmones, robándome el aire de ellos.

Tosí desesperadamente, intentando librarme de esos extraños grumos que se adherían a mis pulmones.

Creí que moriría ahogada, pero fue Chris quien me salvó una vez más. Fue extraño, y no entendí cómo lo hizo, pero de un segundo a otro, de su espalda se extendieron dos enormes alas llenas de plumas blancas que brillaban como estrellas. Las sacudió un par de veces, y con la brisa producida de sus plumas, alejó esa extraña neblina.

DaemoniumWhere stories live. Discover now