28. Como una lela, como una idiota

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Estaba destrozada.

Cuando escuché "hicimos todo lo que pudimos" sentí que el oxígeno ya no tenía lugar en mis pulmones. Sentía que me ahogaba, que me moría.

Lo había perdido todo. La había perdido a ella, a mi única familia.

Caminé hacia atrás. Me sentí palidecer y el doctor frente a mí notó que la noticia me estaba destruyendo.

— Cálmate — dijo y yo quise preguntarle cómo podía decirme eso. ¡Mi madre acababa de morir! ¡No podía estar tranquila! ¡El peor de mis miedos se había hecho realidad!

Me sentí como una estúpida por todo este tiempo guardar una pequeña esperanza. Talvez si en vez de pensar que existía una posibilidad de que ella se sanara, y me hubiera concentrado solamente en prepararme para su partida, tal vez... no hubiera dolido tanto.

No sé qué más dijo el doctor, creo que intentó calmarme, pero yo me encontraba entrando en un vértigo emocional tan profundo, que era incapaz de entender cualquier frase coherente que viniera de afuera. Sólo estaba concentrada en lo que pasaba en mi mente: "Mi madre está muerta", y lo que adolecía en mi corazón, el cual era aquejado por una fuerte apuñalada invisible, cargada de un sentimiento destructivo.

No lo soporté.

Comencé a correr por el pasillo, ignorando la llamada del doctor Dalton. Corrí como si pudiera escapar del dolor, pero eso era imposible, porque el dolor estaba dentro de mí, no era una entidad de la cual pudiera deshacerme físicamente. No, se había aferrado a mí, en mi pecho, en el centro de mi corazón, con garras invisibles, pero mortales.

Corrí y corrí, hasta estar fuera de aquel edificio que olía a muerte.

Mis lágrimas me asaltaron en demasía. Caían por mi rostro sin pudor. Pues, no me importaba quien me viera, los transeúntes me miraban con extrañeza, incluso una anciana me preguntó si estaba bien, pero yo no pude contestarle, sólo pude seguir huyendo.

Huía, pero el dolor no hacía más que aumentar con cada segundo que pasaba.

Lo necesitaba a él, sólo él podría sanar este dolor. Él era mi medicina, estaba segura. Tenía que encontrarlo.

Corrí hacia su casa, era lejos, un camino largo, pero no me detuve, mi pecho dolía tanto, que este opacaba la puntada de cansancio que se resentían en mis piernas. Corrí, no sé cuantas cuadras, pero corrí hasta llegar a mi destino.

Subí la pequeña escalera corriendo y me eché sobre la puerta, la cual estaba cerrada. La golpeé con fuerza y desesperación, pero nadie abrió.

Me aparté unos centímetros de la puerta para asegurarme que sucedía.

— ¿Acaso... vine en un horario fuera de... servicio? — hablé para mí misma con la voz quebrada.

Ante mis ojos encontré una nota clavada en la madera.

"Hoy estaremos cerrados" decía y la arranqué de la puerta con fuerza para romperla en miles de pedazos.

— ¿Quién mierda... cierra una... biblioteca? — me quejé mientras mi llanto se volvía más ahogado y frustrante — Se supone que siempre debe estar al servicio del público.

Apoyé mi frente contra la madera de la puerta mientras una fuerte punzada resonaba en la piel de mi corazón.

— Chris... ¿dónde estás?

Me despegué de la puerta. Quedaba un lugar más donde podía buscarlo.

Volví a correr, ignorando completamente el dolor de mis piernas y el latido desaforado de mi corazón.

DaemoniumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora