Hidrocarburo de sodio

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Capítulo 3

-No se me ofrece nada –dijo Dylan Bloom, serio

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-No se me ofrece nada –dijo Dylan Bloom, serio.

Era el chico más serio que conocía, siempre trataba mal a todos, nunca saludaba a nadie, y era muy silencioso, en pocas palabras, no era muy agradable cruzártelo.

-A ver si te mueves... -dijo aún serio-. Que llego tarde a clases.

Para mi suerte en la primera clase del día me tocaba con él. Aunque no sabía por qué él iba para otro lado, decidí no darle importancia. Compartíamos varias clases con él, bastantes.

-Eres tú el que está aquí parado –le respondí cortante.

-Fuiste tú quien me chocó –me desafió con la mirada.

Entrecerré mis ojos y luego, le sostuve la mirada, desafiante. No solía dejarme intimidar por nadie, y no cedería ante él.

(...)

-Bueno... -carraspeó Lenna, luego de unos minutos.

Oh, me había olvidado de ella.

Dylan se obligó a despegar su mirada sombría y penetrante de mí, y miró a Lenna con una ceja levantada.

-Hannah, es mejor irnos, ya vamos muy tarde –me dijo tomándome del brazo, incomodándome un poco.

Sin despedirnos, comenzamos a alejarnos de Dylan. Giré mi cabeza observándolo mientras nos marchábamos. Él retomó su camino con su libro en mano, como si nada hubiera pasado, en ningún momento se volteó a vernos. Decidí seguir mi camino con mi mejor amiga.

No sé por qué él era así, siempre habíamos ido juntos a la escuela, con varios de nuestros compañeros de la actualidad, y él era muy bueno pero... a medida que fue creciendo, se volvió alguien aburrido y serio. Se parecía a mi hermano, aunque Noah por lo menos jugaba y reía. Dylan no.

-¿Viste cómo te miraba? –Preguntó mi amiga-. Es un desubicado, o sea, ubícate en la palmera.

-¡Sí! –le di la razón. Dylan era un tonto aburrido y enojón.

Nos adentramos al salón, donde la preceptora estaba tomando asistencia.

-Llegan tarde, señoritas –dijo en cuanto nos vio.

-Lo sentimos –dijimos al unísono.

-Que no vuelva a suceder, ¡tienen cinco tardanzas en lo que va del año! –exclamó escandalizada.

Por Dios, señora, tampoco es para tanto. Siempre que habíamos llegado tarde, nos había ocurrido algo de suma urgencia. Como comprar comida, por ejemplo, la comida es siempre lo más importante.

-Siéntense –dijo saliendo del salón. Todos hicimos caso omiso, mientras el profesor entraba a la clase.

-Bien parados –pidió mi maestro de química.

CONSTELACIÓNWo Geschichten leben. Entdecke jetzt