⚡Capítulo 35: Sudor

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Otro golpe más, los golpes continuaban, mi padre se encontraba en su habitación golpeando todo lo que se encontrara por delante mientras maldecía.

Terminé de doblar toda mi ropa y la acomodé dentro de la maleta, ya mi padre había sido claro, tenía que irme de la casa, y yo estaba cansado de tantos problemas que si me quedaba en la casa sabía que los iba a seguir ocasionando, era mejor irme ahora mismo ya que tenía la oportunidad.

— ¿A dónde vas?— Me Preguntó Ren entrando a mi habitación algo preocupado.

— Iré a la casa de nuestra madre— Respondí mientras cerraba la maleta.

— La casa de nuestra madre queda a media hora de aquí, ya es muy tarde para ir hasta allá, es peligroso.— Comentó Ren con mucha preocupación.

—Descuida, ya hablé con Matt, pasaré ésta noche en su casa y en la mañana tomaré un autobús hasta la casa de nuestra madre.

— Me tranquiliza saber eso...

Observé a mi alrededor y vi mi habitación vacía, ya no quedaba mucho la verdad, solo unos pósters en la pared, el televisor y mi consola de videojuegos.

— Realmente lo siento— Se disculpó Ren— Fué mala idea crear una conversación.

—Tranquilo— Respondí— Tu intención era muy buena, incluso creí que todo podría solucionarse, pero no fue así,  ésta discusión tarde o temprano ocurriría. Estaré bien.

Ren se acercó más a mi y me dió un fuerte abrazo, era cálido y se sentía muy bien.

— Te quiero hermano— Dijo mientras aplicaba más fuerza al abrazo.

— Yo más— Le respondí.

Salí de la habitación con la compañía de mi hermano, mi padre no salió de su habitación para despedirse, bajé las escaleras y salí de la casa.

— Joder— Suspiré sintiendo un escalofrío en mi cuerpo.

Di unos cuantos pasos y toqué la puerta de la casa de Matt, él ya sabía de la situación, era imposible no saberlo, los gritos habían llegado hasta su casa.

— Adelante Adrián— Dijo abriéndome la puerta.

Entré y dejé mi maleta en la entrada, Matt guardaba silencio mientras yo caminaba hasta su sofá para tomar asiento.

— Lo siento mucho, toda ésta situación debe ser muy fuerte— Comentó Matt mientras se acercaba hasta mi.

— No te preocupes, estaré bien— Respondí.

— No, no lo estarás, no te hagas el duro conmigo, se que estás mal— Respondió Matt— Lo veo en tus ojos.

El tenía razón, no estaba bien, era ridículo aparentar estarlo.

— No sé que haré— Murmuré dejando escapar una lágrima.

Matt posó su mano encima de mi hombro.

— Esperar, después de la tormenta viene la calma— Dijo.

— He estado esperando esa calma toda mi adolescencia, por un momento creí encontrarla pero resultó ser un relámpago más, sólo para avisarme que la tormenta empeoraría— Solté mientras bajaba la mirada.

— Mírame— Dijo Matt para tomar mi mentón y subirlo, mi mirada automáticamente se posicionó sobre sus orbes color café— Quizás, nunca salga el sol porque las nubes grises no lo dejarán brillar, quizás nunca pase la tormenta porque la dirección del viento no está a nuestro favor, puede que nuestra vida siempre sea una tormenta, porque no todos tenemos un final feliz, pero si alguna vez un relámpago te ilumina el camino, quizás sea el relámpago que te ayude a escapar lejos de la catástrofe, pero también puede que sea el único rayo de luz que veas durante toda la tormenta. Lo importante es ser feliz y enfocarte en lo que más te anima en los momentos más difíciles.

Esas palabras bastaron para hacerme llorar, me sentía en mitad de esa tormenta, pero Matt tenía razón, tenía que concentrarme en lo único que me hacía feliz en éste momento, y ese era Matt.

— Matt— Le llamé— Quítate la ropa.

—¿¡Que!?— Exclamó sorprendido— Pensé que estabas triste.

—Lo estoy, sigo destrozado, pero quiero unir mi cuerpo con el tuyo, tu eres mi único rayo de luz en éste momento, quiero centrarme en ti y nada me haría más feliz que escucharte gemir mi nombre.

Después de decir eso no fué necesario que Matt se quitará su ropa, pues yo me posicioné encima de él y comencé a quitarle todas sus prendas. Dejé su pectoral y su abdominales descubiertos, ví su rostro y me percaté que sus mejillas estaban  algo coloradas.

—¿Tienes vergüenza?— Pregunté.

—Un poco, todavía no me acostumbro a todo ésto— Respondió.

Pase mi lengua por su pecho y me centré en sus tetillas, mi lengua daba vueltas en círculos sobre éstas haciendo que el cuerpo del castaño se estremeciera.

— Adrián, controlas muy bien tu lengua— Alagó.

— ¿Si?— Le pregunté acercándome hasta su rostro, éste asintió y su gesto me había encendido más de lo que ya estaba— Sé de un lugar donde te gustará sentirla.

El rostro de Matt ardió de vergüenza pero no me importó, lamí su pecho y bajé lentamente mi cabeza sin separar mi lengua de su piel, pasé por su abdomen hasta llegar a su pierna. Todavía tenía puesta su ropa interior, mordí la tela del bóxer para tirar de éste y así logré quitarle su ropa interior de su cuerpo, utilizando solo mi boca.

Sería mi primera vez en hacer lo que estaba apunto de hacer, estaba nervioso al igual que Matt pero el impulso pudo más que los nervios. Tomé sus dos piernas y las aparté, dejando ver su orificio color rosa, me acerqué lentamente e introduje mi lengua sobre él.

Era extraño hacerlo pero de alguna forma me gustaba y Matt lo disfrutaba, escuchaba sus gemidos y como sus piernas se hacían débiles ante el movimiento de mi lengua dentro de él.

El ambiente había pasado de ser frío a uno muy caliente, mis poros expulsaban sudor y mi cuerpo se había unido con el cuerpo de Matt, empujé a Matt contra la pared de la sala mientras lo penetré, su rostro estaba frente a el mío, así que podía oír y sentir su agitada respiración cada vez que mi miembro entraba y salía de su cavidad, mis brazos hacían fuerza para poder sostener el cuerpo de Matt y evitar que éste tocara el suelo, movía mi cintura para introducir mi miembro en lo más profundo del castaño y hacer que éste gimiera lo más placentero posible.

El sudor de nuestros cuerpos hacia difícil el agarre, pero aún así ambos nos esforzabamos por seguir teniendo sexo, nuestros cabellos estaban mojados por el sudor parecía que un balde de agua hubiese caído sobre nosotros, la velocidad y la intensidad de las embestidas aumentaba cada vez al igual que el placer.

El placer que sentí esa noche era indescriptible al igual que mi sufrimiento.

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