⚡Capítulo 42: Viejos Recuerdos

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Rápidamente corrí hasta el armario de mi habitación y me escondí dentro de él, no podía dejar que alguien me viera, había cometido un grave error al entrar en la casa de mi padre, tuve que haber ido directamente a la casa de mi primo, pero me deje llevar por los sentimientos.

Escuché la puerta de la habitación abrirse, luego unos pasos avanzaron lentamente y se detuvieron en medio de la habitación.

— Adrián...— Pronunció una voz femenina.

Mis ojos se abrieron por aquella sorpresa, no podía estar equivocado, esa voz... Esa voz era la de mi madre.

— Cuánto te extraño— Dijo en voz baja como si no tuviese energía.

El asombro y la tristeza estaban mezclándose dentro de mi cuerpo, no podía soportar escuchar a mi madre hablar en aquél tono de voz, nunca la había oído hablar de aquélla manera pues ella siempre sonreía para hacer sonreír a los demás. Pero también estaba el hecho que era la primera vez después de tanto tiempo que veía a mi madre en la casa de mi padre, toda una gran sorpresa.

— He estado pensando que sigues en alguna parte— Dijo mi madre con voz quebrada— Solo sigo esperando tu llamada para irte a buscar...

Mi corazón se quebró ante aquellas palabras, y estuve a punto de salir del armario y darle un fuerte abrazo pero cuando coloqué mi mano sobre la madera para salir de aquél lugar, otra voz habló dentro de la habitación.

— Margaret— Pronunció mi padre— Prepararé algo para cenar ¿Gustas?

— No quiero cenar— Respondió mi madre— Sabes muy bien porque estoy aquí, vengo a hablar contigo para hacerle una despedida digna a Adrián.

— Lo sé— Respondió.

— Prometí que jamás volvería a ésta casa, pero aquí estoy, rompiendo una promesa por nuestro hijo.

— ¿Finalmente lo aceptaste?— Preguntó mi padre.

Era tan notoria la diferencia de ambas voces, la voz de mi madre se escuchaba quebrada y triste, mientras que la voz de mi padre se escuchaba relajada y calmada.

— Xavier— Pronunció mi madre— ¿Realmente no te duele ésto? ¿Cierto?

— Claro que me duele, también es mi hijo y no sabes todo lo que he sufrido por él. Obvio no lo sabes porque no lo criaste.

La voz de mi padre fué dura al momento de decir aquellas palabras.

— Desde un primer momento yo debí de quedarme con nuestros hijos— Respondió mi madre abrazándose a si misma.

— No tenías un buen empleo, los hubieras dejado morir de hambre— Respondió mi padre.

Si, lo había extrañado mucho pero en éste momento me provocaba salir y darle un fuerte golpe en la cara, sé que nunca lo haría porque es mi padre pero se lo merecía.

— Yo hubiera hecho cualquier cosa para que mis hijos estuviesen bien, y lo sabes— Respondió mi madre algo molesta.

— Lo único que sé, es que conmigo ambos crecieron con todas las comodidades y no sufrieron en ningún momento.

— Adrián sufrió mucho, siempre me hablaba de lo terrible que se sentía por la presión que tú le ocasionabas, querías convertirlo en alguien que él no era.

— Yo siempre lo apoye, en las cosas que debía apoyarlo— Respondió mi padre en voz alta.

— ¿En serio lo apoyaste? Una vez él te pidió que lo inscribieras en clases de arte y tú lo inscribiste en clases de fútbol. Yo pagué las clases de arte para él y eso lo hizo muy felíz.

— Por Dios Margaret eso no le serviría de nada en un futuro— Reprochó mi padre— Tu siempre lo apoyabas en cosas inútiles.

— Lo apoyaba en cosas que lo hacían felíz, desde pequeño le gustaba dibujar, si él quería expandir su talento lo tenía que apoyar.

— Lástima que no pudiste seguir pagando las clases.

— Eran costosas, lo peor es que tú tenías el dinero para pagarlas y nunca lo hiciste.

Varias lágrimas corrían por mi mejillas, aquélla discusion me traía tantos recuerdos que era imposible no sentirse afectado.

— Margaret, un hombre no va por la vida pintando arcoiris y maripositas.

— No Xavier, un verdadero hombre va por la vida pintando sueños y metas. Y tú nunca lo apoyastes en eso, era la vida de él, no la tuya.

— Joder Margaret— Dijo mi padre suspirando— Tu tienes la culpa de todo ésto.

Un escalofrío volvió a recorrer mi cuerpo y esta vez si estaba dispuesto a salir.

— Adrián salió maricón por tu culpa— Dijo mi padre con molestia.

— ¿Qué? La sexualidad de nuestro hijo no tiene nada que ver en todo ésto.

— Si tiene que ver, tu siempre lo apoyaste en todo lo que te pedía por eso salió así.

— Veo que te falta muchísima información en tu cabeza, Xavier.

— Por eso él está muerto, quién sabe lo que estuvo  haciendo durante todo éste tiempo mientras tú lo apoyabas a qué se revolcara con otros maricones, no me sorprendería que muriera con sida.

De pronto el sonido de una gran bofetada retumbó la habitación y escuché como el cuerpo de mi padre se derrumbaba en el suelo, tal cuál cómo él lo había hecho conmigo aquélla noche de la cena.

— No hables así de mi hijo.

Sabía que no había más nada en el mundo que le afectara a mi padre que aquélla bofetada de mi madre.

— Margaret, abre los ojos por favor— Dijo mi padre con voz quebrada.

— No Xavier, el que tiene que abrir los ojos acá, eres tú. Aceptar la realidad y aprender que en el amor no importa el género.

— Un hombre con otro hombre y una mujer con otra mujer, es algo realmente asqueroso.

— Aquí el único que da asco, eres tú.

— Margaret...

— Fuí una estúpida al creer que me ayudarías con la despedida de Adrián.

— Si te puedo ayudar...

— Ya no necesito tu ayuda, me encargaré de todo ésto yo sola— Dijo mi madre saliendo de la habitación.

— ¡Maldición!— Exclamó mi padre dándole un gran golpe al suelo.

Mi padre se levantó de suelo y siguió los pasos de mi madre, dejando así la habitación complemente sola. No esperé un segundo más, me limpié las lágrimas y salí del armario, aproveché que ambos habían salido de la casa para salir de la habitación y bajar las escaleras, caminé hasta la cocina y salí por la ventana, corrí por el patio de la casa tratando de que nadie me viera y salté la valla blanca que dividía la casa de Matt con la mi padre.

— ¿Quién coño eres?— Preguntó una voz delante de mí.

Me levanté del pasto y vi a Matt sujetando una escoba con su mano.

— Te pregunté ¿Quién coño eres? ¿Un ladrón?

Joder, estaba jodido, no podía hacer más nada, me había atrapado.

Lentamente me quité la capucha del suéter y los lentes oscuros.

— Soy yo— Respondí en voz baja.

Los ojos de Matt se abrieron enormemente y su piel se puso más pálida de lo normal, antes de que el chico reaccionase y se emocionara corrí hasta él y tapé su boca con mi mano.

— Te explicaré todo, pero primero vamos a dentro.

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