CAPÍTULO 29: "La muerte busca y encuentra"

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"No juzgues a nadie, ni a la persona más mala que conozcas. Todos tenemos un motivo, nada puede ser sin una justificación. Recuerden que el tigre mata por hambre y el psicópata por obsesión"

Aylena Rodríguez.

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Capítulo 29:

Una brisa fría despeinó el cabello del azabache, quien se encontraba mirando fijo a la nada, aún bajo el conjuro. La noche se estaba haciendo presente. Sebastián seguía tirado en el suelo, intentando recuperarse.

Algunas palomas habían salido volando de las ventanas rotas de aquel edificio abandonado. El tránsito ya era menos lento y la gente se dirigía a sus casas, pero nadie se había percatado de la presencia de aquel chico en la azotea.

Adriel miraba a Angélica, reflejándose en sus ojos miel llenos de confusión. No entendía nada, toda su vida ella fue un ángel.

¿Una mortal?

Era imposible, ella era uno de los ángeles nacidos en el plano divino, sin derecho a enamorarse, sin derecho a recodar, sin derecho a...

Espera.

Ella se había enamorado de Kevin justo siendo algo imposible. Algo que no debía ser, pero aun así pasó.

—¿De qué hablas? —La castaña le respondió con una pregunta sin dejar de mirarlo, su cuerpo continuaba paralizado.

—Hace más de mil quinientos años tú eras una hermosa niña de una apoderada familia. —Adriel caminó hacia Sebastián y lo levantó, tumbándolo contra una pared y dejándolo inconsciente.

—¡Sebastián! —gritó asustada al ver a su amigo tirado en el suelo.

—Cállate —Adriel le ordenó y la boca de Angélica se cerró sin permitirle emitir algún sonido—. No me dejas concentrarme. —Soltó un suspiro pesado y se teletransportó hacia atrás de ella—. ¿Por dónde iba? Ah, sí, ya recuerdo. —Posó sus asquerosas manos en la cintura de la castaña.

La brisa despeinó aún más el cabello castaño de Angélica, mientras lo miraba con terror. Había confiado tanto en él y ahora le tenía tanto miedo…

—Yo ya era un demonio, nací en el infierno y crecí ahí. Me mandaron a la Tierra con un objetivo, así como tú ahora: Destruir a tu familia. Pero me tardé 17 años, Angélica. —Rió con picardía, tomando su mentón para que girara su cuello hacia él—. Porque me enamoré de ti, siendo tú una niña. Y sí puede sonar maniático y es así, porque soy un demonio maniático de mis locuras.

El Sol se empezó a poner detrás de otros edificios y rascacielos, pero el paisaje no duró mucho cuando una enorme nube oscura cubrió el cielo anaranjado.

—Esperé 17 años y te volviste la más hermosa de tu ciudad. Todos te amaban. Tan bondadosa y tan linda con todos, hasta con los malditos mendigos. —Adriel pasó su mano por una de las mejillas rosadas de Angélica por el frío—. Entonces aparecí en tu vida ofreciéndote joyas, diamantes, dinero, una vida de reina a mi lado. Tus padres avariciosos se comprometieron conmigo, pero tú no sonreías nunca a mi lado.

Recuerdos fueron apareciendo en la mente de Adriel, como si mencionarlos lo reviviese todo: las sonrisas de Angélica con los demás y el silencio con él. Como tocaba el piano para muchos, pero para él ni siquiera una nota.

Tantos escenarios que lo hicieron sacar toda esa rabia que sentía por dentro.

—Y así, siendo mi esposa, siendo alagada por tener el marido más adinerado y prestigioso de la ciudad, te enamoraste de un muerto de hambre. —Agarró el cuello de Angélica, apretándolo.

COMO CAÍDA DEL CIELO (CCDC) ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora