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No sé en qué momento pasó, pero dejé de mirar a la diosa que se contorneaba sobre Marcela; y me concentré solo en ver los ojos azules de la pelirroja, sus facciones, en como con disimulo tocaba el cuerpo de Leonela, y no entiendo por qué desee ser yo la que disfrutara de sus toques.

La había conocido hace menos de una hora y estaba teniendo deseos de ella, es demasiado absurdo, sin embargo tiene algo que hechiza. No sé si es la timidez que demuestra o sus ojos que deslumbran y provocan quedarse perdidos en ellos.

Era ella y yo, en un duelo de miradas mientras se escuchaba ahora por los altavoces a Michel Bublé con "Feeling Good" y vaya que se estaba sintiendo bien, mis bragas lo podían corroborar, las sentía un poco húmedas.

—Al parecer te gustó la futura condenada. No le has quitado la vista de encima.

—No sé de qué hablas—mentí

—Hablo de que estas a punto de quitarle la ropa con la mirada—sonsacó, mi asistente.

—No digas estupideces, y disfruta el show que está a poco de culminar—me defendí.

—Engáñate, mujer. Ya no digo nada—calló y siguió disfrutando. Mientras yo, traté de enfocarme en mi diosa y evitar mirar a la pelirroja.

Leonela, sorpresivamente besó los labios de Marcela, dejando impávida a aquella mujer, ella solo llevó sus manos a su boca por la sorpresa, mientras sus amigas gritaban eufóricas por lo sucedido.

—Vaya con Leonela, no se le escapa ninguna, otra a la lista interminable de mujeres besadas en un show—habló con gracia Camila. Aunque para mí no tuvo nada de gracia.
Mi diosa tomó de la mano a la pelirroja y la ayudó a bajar del escenario.

Sus amigas seguían vitoreando lo ocurrido, le daban palmaditas en la espalda, se había convertido en su ídolo. Pude observar como una de ellas hablaba con Leonela, estoy más que segura que le ofrecerá dinero para una noche de sexo con ella, y conociendo a mi diosa no se negará.

—Camila, regresaré a la oficina por unos papeles, para poder ir a casa. Ha sido suficiente por hoy.

—Sé que insistir será en vano, así que aceptaré que te vayas, yo me quedaré un poco más, tal vez pesque algo bueno—guiñó, mientras tomaba su margarita.

Me dirigí hacia la oficina, llevaría trabajo a la casa, de esa manera me ocupaba en algo este fin de semana. Tomé todo lo necesario, salí y observé el blazer que me había arruinado aquella mujer condenada, como la catalogó Camila. Sonreí porque a pesar de todo me hizo gracia lo ocurrido.
Caminaba de vuelta por los pasillos hacia la salida y choque con alguien nuevamente, esta vez no fue mi culpa, esa mujer apareció de sorpresa y no pude evitar el golpe.

—Has planeado hoy accidentarte conmigo cada vez—regañe, se trataba de Marcela.

—No. No, yo, yo. Estoy perdida—hipo, se notaba que iba tomada.

—¿A dónde quieres ir?—suavice mi voz y mis expresiones.

—Baño, yo necesito baño—logro decir.
No me quedaba más remedio que ser buena samaritana.

—Ven, yo te llevo—ofrecí mi ayuda.
Le pedí que caminara adelante, temía que si la dejaba atrás se cayera o se perdiera, además, en esta posición podía observar el trasero respingado que tiene, se nota que su cuerpo es trabajado en gimnasio.
Abrí la puerta del baño, dejando que pasara primero.

—Hasta aquí te acompaño. No sigas tomando que terminarás inconsciente —aconseje, antes de irme.

—No te vayas, por favor. Espérame que me puedo perder—pidió amablemente. Lo que me faltaba, hacer de niñera.

Tomé aire antes de hablar.

—Está bien, pero no demores que tengo apuro—exigí
La vi entrar a unos de los cubículos, y yo recosté mi espalda en la puerta de entrada. Esperaba que hubiera entendido mis palabras.
Sin embargo cuando veía que no salía me tocó llamarla, odio esperar.

—Sera que ya estás, tengo que irme —mencione algo ofuscada.

—Tengo un problema—susurró. Maldición, ahora que será.

—¿Qué pasó? ¿Te orinaste en los pantalones?—temía lo peor.

—¡No! solo que, que...

—Habla de una maldita vez—me estaba alterando.

—Se atascó la cremallera de mi pantalón—chilló angustiada. No pude evitar reírme en tono bajo para que no escuchara.

—Abre la puerta, yo te ayudo—No sé porqué lo hago, o bueno, tal vez si lo sepa.

Sentí sacar el seguro de la puerta y abrirse de enseguida. La vi parada en una esquina del retrete, con sus manos en el pantalón si poder cerrarlo.
Era la escena más tierna que podía a ver visto en mucho tiempo; sus ojos azules enrojecidos, su nariz roja y haciendo puchero. Desee tanto abrazarla para consolarla, pero estaría fuera de lugar.

Me acerqué a ella

—Déjame ayudarte. ¿Sí?—pedí primero, simplemente asintió.
Me puse en cuclillas para estar a la altura de su pantalón. Tome el cierre e intente subirlo, no pude pasar por desapercibido la piel blanca de esa parte, como tampoco el color negro de sus bragas. Es pura tentación.
Traté varias veces pero no lo lograba.
Alce la mirada para poder observarla, ella tenía una de sus uñas en su boca, parecía una niña.

—Debo acercarme un poco más, tal vez tenga algo en el seguro del cierre. ¿No te molesta?—indague. Al ver que negó con su cabeza me puse en la labor.
Acerqué más mi rostro a su pantalón y su olor me embriagó, ¡maldita sea! debía reunir las fuerzas suficientes para no terminar bajando su braga e invadir con mi lengua su interior.
¡¿Por qué me meto en apuros?!

¿Creen que se aproveche de la pelirroja?😲

¿Ustedes que harían?👀

Espero les guste. Besos alcoholizados

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora