PRÓLOGO

116 14 6
                                    

¿Jamás soñaste con tener un amor de verano? Y no me refiero al típico amor que se esfuma apenas se oculta el sol o de esos que duran dos o tres semanas, más bien, hablo del que apenas despertar te hace sonreír, el que te hace suspirar y olvidar lo...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Jamás soñaste con tener un amor de verano? Y no me refiero al típico amor que se esfuma apenas se oculta el sol o de esos que duran dos o tres semanas, más bien, hablo del que apenas despertar te hace sonreír, el que te hace suspirar y olvidar lo que ocurre a tu alrededor, el que te hace sentir "mariposas en el estómago" y te hace cometer locuras. Aquel con el que tienes la sensación de estar viviendo dentro de una película romántica, sí, como esas que ves en televisión.

Bien, si tienes este libro es porque lo has soñado. Además, siempre es necesario tener un plan o mejor dicho, un proyecto.

Eso mismo soñó Astrid. El vivo ejemplo de que puedes encontrar un amor verdadero en las redes sociales.

Aquella mañana en medio de su habitación, Astrid tenía la intención de comenzar su historia tal como lo había hecho una de sus amigas al crearse un perfil falso en Facebook. Tal vez porque confiaba en que podía tener la misma suerte o porque le resultaba más fácil conseguirse un novio haciendo uso de las redes sociales. Pero a quién engañamos, ella es Astrid. Su historia es diferente.

Astrid Eissi era una chica de 17 años, quién felizmente había cursado los mejores dos años de su preparatoria en compañía de sus amigas, tres chicas carismáticas y muy entusiastas que desde que se conocieron juraron siempre estar juntas. Cada una de ellas era única a su manera, pero Astrid se ganaba el premio a ser la más atrevida, divertida y en cierto punto, despistada. Cuando se lo proponía podía llegar a ser un dolor de cabeza, pero eso solo era en pequeñas ocasiones, sobre todo cuando se trataba de animar a sus amigas a hacer algo que claramente iba a beneficiarles. Aunque en casa resultará ser otra cosa...

En fin, ella estaba decidida a vivir una historia romántica maravillosa o en el último de los casos, vivir una increíble aventura sobre ruedas, así que contaba los días para ello. Sin embargo, la idea no se le habría ocurrido de no haber sido por lo que había acontecido en el colegio antes de las vacaciones.

Según recordaba, la historia de amor de una de sus amigas había circulado por el colegio apenas siendo un manuscrito, pues por una u otra cosa, alguien la había filtrado. Era de esperarse, se trataba de la historia en la que un chico y una chica se conocían en las redes sociales, como en las películas que están en Netflix. Quizá fuera eso o las hormonas, lo que hicieron que para el final del ciclo escolar, todos o casi todos en el colegio, tuvieran una pareja.

El revuelo causado por el manuscrito había desatado una revolución hormonal en sus compañeros de clase. A todos les había quedado claro que el amor podía encontrarse en cualquier lado, pero para facilidades, en las redes sociales. Esa era la magia de Internet y la razón por la cual a Astrid no le había tomado demasiado tiempo idear un plan para conseguirse un novio.

Sabía que era el momento adecuado para pasarlo bien, para presumir a su pareja mientras caminaban de la mano a lo largo del pasillo. Hablar sobre los romances era el chisme del día, la noticia que estaba en boca de todos durante la hora del almuerzo.

Proyecto VenusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora