Capítulo 12: Nunca tiembles

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No había tenido momentos de pausa

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No había tenido momentos de pausa. El mundo no dejó de girar mientras los cambios se debatían a mi alrededor, chocando, haciéndome sufrir el impacto de sus explosiones, quitándole lugar a las estrellas que solían guiarme. Me habían dejado un firmamento desierto sin nada seguro a lo que me pudiera aferrar.

Mi mundo pasó a ser una nube de gas rotando lentamente, y en medio de ese nuevo big bang que daba forma a mi universo, el externo nunca dejó de moverse.

No hay piedad, ni paz, para una identidad en reconstrucción. Para aquellos que no pueden adaptarse sobre la marcha solo espera la frialdad de la nada, de un cielo sin estrellas.

Y en medio de esa ausencia de pausas, me tocó asimilar de camino a la habitación de la princesa, haciendo lo posible por ignorar las paredes y tapices que se mezclaban a mi alrededor, además del guardia de aspecto asustadizo que me escoltaba. Era tal su nerviosismo, delatado en su postura encorvada, sus movimientos temblorosos repentinos y el hecho de que se asustaba hasta con el murmullo del viento, que me daba la impresión de que a la hora del peligro sería él quien necesitara ser protegido por mí y no al contrario.

Me di cuenta que de todas las cosas que habían cambiado desde el momento en que Madame Delphini puso quedó a cargo de Mujercitas, lo que abarcaba un puesto prioritario de mi preocupación mientras me encaminaba a mi nuevo destino, sabiendo que ese sería tan incierto como todos los anteriores, era Orión. En concreto, me descubrí incapaz de asignar un sentimiento, de formar una opinión, sobre el hecho de que fuese él, y no ningún príncipe, el que decidiera comprarme.

Lo imaginaba como un espectador silencioso mezclado entre los coros de borrachos que habían bajado de los carruajes del castillo, siendo oyente del castigo que me impartía Lord Zeta dentro de la tienda, observando impotente cómo me arrastraba dolorida, destrozada y casi desnuda a un destino peor. Lo imaginaba debatiéndose entre cerrar los ojos, dar la vuelta y buscar una taberna con un licor digno que le arrancara mis gritos de la cabeza y borrara de la retina de sus ojos la imagen de mi lamentable rostro lleno de lágrimas, pavor y maquillaje corrido; o enfrentarse a la ira del Escorpión de Aragog al emplear su dinero en rescatar una de las tantas Vendidas que plagaban la Capital.

Lo imaginé cobrando el valor de Orión, el cazador del cielo, su constelación, armándose con una sonrisa diabólica para transformar su misión suicida en una travesura, ignorando el hecho de que con cada paso que daba se añadía un leño más a su hoguera. Lo vi aguardar, atento como un depredador mientras Lord Circinus, su presa, se sentía seguro en medio de su discusión con Madame Delphini. Luego, lo imaginé echándose la capucha de la túnica, sacando la arrogancia de donde la guardaba para ese tipo de emergencias, y haciendo lo que yo con todo un salón de asesinos sin ningún arma más que mi valor y una mentira: usar el nombre de Sargas.

Tal vez sentía demasiadas cosas al respecto que, abrumada con tanto, se me hacía imposible identificar más que una gran y aplastante nada. Solo era consciente de que una duda me llevaba a otra, y que no tenía más respuestas que antes, solo distintas cosas qué preguntar.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Where stories live. Discover now