Capítulo 31: Un buen hombre

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*Este capítulo está dedicado a ti, lector, que con paciencia esperas los capítulos de mi historia

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*Este capítulo está dedicado a ti, lector, que con paciencia esperas los capítulos de mi historia. Esta historia es tuya junto con mi corazón ♡*

Su camisa enrollada rodeaba mi cuello con presión, lastimándome. No perdía el conocimiento porque él tenía el control, y cada vez que estaba a punto de enloquecer por la falta de oxígeno él aflojaba su agarre dejando el espacio suficiente para que el aire pasara por mi garganta hasta mis necesitados pulmones.

Su cuerpo contra mi espalda me mantenía pegada a la pared, firme, inmóvil. Sus puños estaban apoyados en mis hombros, aferrándose a los extremos de la camisa, y su rostro cerca de mi oreja para que escuchara con claridad todo lo que tenía que decirme.

—Basta —le pedí una última vez con la voz estrangulada, la siguiente no sería tan amable.

—No puedo. —Su aliento apestaba a licor. No lo suficiente para llegar a ser nauseabundo, pero evidenciaba lo mucho que había bebido, lo nublada que debía estar su razón y su juicio—. No hasta que sepa que no vas a mentirme.

—Si te quisiera mentir… —Pero apretó más el nudo sobre mi tráquea asesinando el resto de mi oración.

Bien, así jugaremos entonces.

Eché mi cabeza hacia atrás con todo el impulso que pude para golpear con fuerza su rostro. Salté, afincando mis pies en la pared, y me impulsé hacia atrás, haciéndonos rodar por el suelo.

Me puse de pie de inmediato, resguardándome detrás de un sofá con las manos alrededor de mi cuello, tosiendo mientras recuperaba el aliento.

—Para, hablemos como personas civilizadas.

Ebrio o no, sus reflejos y condición física seguían intactos. Con la destreza y soltura de un animal salvaje saltó el mueble cayendo del otro lado con una mano en el suelo y las rodillas flexionadas, mirándome fijamente con una intensidad desestabilizante.

—Pero no somos personas civilizadas, ¿o sí? Somos asesinos.

Su mano izquierda se cerró sobre mi cuello y mi pie se estrelló contra su pecho, alejándolo de mí. Rodó por el suelo, sacó algo de su bolsillo y lo arrojó. El proyectil pasó tan cerca de mi rostro que me rasguñó la mejilla y se llevó consigo unos mechones de mi cabello recogido, hasta clavarse en el sofá.

Arranqué la daga del cuerpo del mueble y me reí.

—¿Te diviertes? —preguntó con odio.

—¿Yo? Para nada. ¿Tú? Al parecer, sí. —Negué con la cabeza—. ¿A qué juegas, Ares? Puede que tu hermano sea el mejor con la puntería pero en esta habitación no existe nadie con mejores reflejos que tú. Si hubieses querido darme con esa daga, la tendría clavada en el cuello.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora