Capítulo 37: Gloria

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Quiero dedicar este capítulo a AriadneHurrem por este hermoso booktrailer. Amo los booktrailers 😍

Antes de que el sol blanco de Ara saliera y las aves despertaran a anunciar el inicio de la mañana, Orión se levantó. Lo supe al sentir la calidez de su pecho despegarse de mi mejilla, cuando el brazo que rodeaba mi cuerpo desapareció y solo quedaba su mano en mi cabeza, acariciando mi cabello. Mi último recuerdo de la noche eran sus labios en mi frente, en mi nariz, en mis párpados, en mi boca. Sus pequeños besos se tornaron tan hipnóticos que acabaron por adormecerme.

—¿Te vas ya? —pregunté arrastrando las palabras. Al levantarse había movido la sábana, descubriendo mi cuerpo. El frío que se colaba por la ventana de la torre erizaba mi piel desnuda y contraía mis senos. Orión, al tenerme descubierta, no pudo evitar volver a acostarse a mi lado con cuidado y esparcir besos por mi pecho. Con él no existían todas esas inseguridades con respecto a mis senos que nacieron con las burlas de mis hermanas de Mujercitas. Nunca me hizo sentir anormal por lo inusual de mi pezón, él amaba mi cuerpo tal cual.

—Orión… —dije sonriente—. Quédate.

—Solo lo dices porque estás drogada de sueño, preciosa. Me matarías si alguien me descubriera aquí. Esas fueron tus propias palabras.

—¿Algún día podremos vivir juntos?

—Vas volando, cariño. Empecemos por dejar que nos vean en público.

—Por todos los Sirios de Ara, ¿por qué todo tiene que ser complicado?

—No lo es, ¿sabes? Es complicado para ellos comprenderlo y aceptarlo, pero a mí no me cuesta nada adorarte.

Sonreí de oreja a oreja. Estaba empezando a amar a ese hombre más de la cuenta.

—Te dejo dormir, preciosa. Buscaré un modo de comunicarme contigo más tarde. No hagas planes.

—Está bien…

Ni siquiera estoy segura de haber terminado de pronunciar aquellas dos palabras, pues la bruma del sueño me venció.

☆☆•☆☆

    Quise abrir los ojos, pero no pude. La fatiga en mí era abrumante e inusual, mis pestañas pesaban como vigas de mármol. El entumecimiento de mi cuerpo, la lentitud con la que mi cerebro se agilizaba para analizar su situación, y la sensación de que todo giraba a mi alrededor, se asemejaba a una resaca monumental.

Por suerte, el alcohol no era una parte habitual en mi mercenaria existencia, la noche anterior no había probado ni una copa a pesar del caos desatado, así que aquello no tenía explicación.

¡Sirios, Aquía, abre los ojos! —me insté a mí misma, pero por más que intentaba no lograba hacer que mis párpados se despegaran.

Hablar tampoco podía, y mientras poco a poco iba recuperando la sensibilidad de mi cuerpo, empezaron a despertarse ciertas sensaciones inusuales. Como una presión extraña en mis brazos, un cosquilleo poco habitual, y una hinchazón en mis manos producto de una presión en mis muñecas a la que todavía no encontraba lógica. No podía separar mis pies, ni articular con ninguna extremidad.

No podía mover mis labios, cerrar mi mandíbula o pronunciar palabra alguna, así que con un esfuerzo consciente moví mi lengua y sentí lo que inmovilizaba mi boca. Un trapo. Estaba amordazada, y hacerme consciente de este hecho generó una descarga de horror en mí que desesperó mi mente. Gritaba a mis músculos, a mis extremidades, a cada célula de mi cuerpo que me respondiera pero todos parecían seguir dormidos, y comprendí que la presión que sentía en mis muñecas y tobillos debían ser ataduras.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Where stories live. Discover now