Capítulo 22: No seas de nadie

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De nuevo en los aposentos de Sargas, no en el pulcro, accesible y más iluminado lugar que le habían asignado como fachada el día del baile, sino el hoyo de oscuridad en el corazón de las mazmorras

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De nuevo en los aposentos de Sargas, no en el pulcro, accesible y más iluminado lugar que le habían asignado como fachada el día del baile, sino el hoyo de oscuridad en el corazón de las mazmorras. Pero en esa inusual oportunidad tuvo la decencia de recibirnos con un orbe de fuego blanco en medio de la habitación, lo que iluminaba la parte frontal del escorpión maldito de Aragog, sentado con las piernas cruzadas en un recluido sillón, con un tumulto de sombras detrás a las que no alcanzaba la claridad.

Ver a los Enif juntos, poder detallar al fin sus facciones de cerca y compararlas, era toda una novedad para mí. Orión era más fornido, lo veías y sabías que era el mayor de los dos, pese a ello Sargas se veía más alto incluso estando sentado. El parecido físico pasaba desapercibido con los gestos tan distintos de cada uno, Orión había aprendido sus expresiones faciales de la emoción y el peligro, del trabajo y la victoria, Sargas todo lo que expresaba en su cara lo había robado a la oscuridad en la que con perpetuidad había vivido. También había señales de sus condiciones de vida tan distintas, Orión con una cicatriz de combate en el rostro, Sargas tan pálido y con las mejillas hundidas por su encierro. Sin embargo, los parecidos no podían negarse.

Hubo muchos segundos de silencios que transcurrieron largos y pesados como horas, hasta que al fin el escorpión habló.

-Tengo rato tratando de idear una respuesta lógica a por qué estarías tú aquí, y con ella, luego de mi última orden. Pero no se me ocurre nada, Orión. ¿Qué mierda haces?

-Podemos jugar a que no sabías que volvería aquí, a que no esperabas que lo hiciera, o podemos proceder.

-Esperaba que fueras más listo, imbécil -escupió Sargas poniéndose de pie y caminando hacia su medio hermano, confrontándolo-. Esperaba que no dejaras que una Vendida nublara tu buen juicio. De verdad que esperaba muchas cosas de ti y solo me demuestras egoísmo, ceguera e inmadurez. No te quiero más cerca de mi Vendida y se acabó, no me importa si necesita que alguien la lleve al baño con urgencia y tú eres el único cerca. No. Más. Juegos. No con mi paciencia.

Los hombros de Orión se elevaron mientras el caballero respiraba para calmarse, miró a Sargas sopesando opciones que eran un misterio para mí, y al final decidió que escogería dar un paso más cerca del hombre entre las sombras para soltar todo lo que venía guardando en silencio.

-No más juegos, campeón. Ni uno más. Tu paciencia no sufrirá ningún daño mientras te acostumbres a verme con Aquía, porque no me pienso alejar de ella.

Sus palabras, dirigidas al príncipe heredero de Aragog, batallaban contra todo lo que era racional. Y me habían taladrado, tal vez habría podido abrir la boca si hubiese sabido cómo, o qué decir. Miedo, vértigo, y euforia se entremezclaron en mis entrañas mientras le buscaba significado. ¿En serio acababa de desafiar todo un sistema ante una de las manos que lo hacían funcionar por mí, por estar a mi lado?

A su hermano se le veía más demacrado que nunca, los pómulos le resaltaban de forma alarmante, y su aspecto solo empeoró al analizar las palabras de Orión, al comprender que no habían sido un juego de sombras.

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