Capítulo 40: Perverso

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¿Por qué hacía tanto frío?

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¿Por qué hacía tanto frío?

Mis articulaciones chillaban como roedores, me pedían que las dejara en paz, que no insistiera en moverlas. No sentía los dedos, mi piel estaba erizada y sensible a un punto crítico y temblaba tanto que parecía que convulsionaba.

Las bajas temperaturas en Ara son comunes por la falta de calor del sol blanco; estar expuesto y desprotegido al frío nocturno es letal y en minutos puede debilitar todo un cuerpo, apuñalar sus nervios, adormecer sus músculos hasta volverlos inútiles, y congelar el flujo de aire a los pulmones hasta matarlo de frío o falta de oxígeno en el cerebro, lo que ocurra primero. El punto es que nadie resiste una noche en la Capital de Aragog sin protección ni los cristales especiales. Es la razón por la que comprendí que no podía estar afuera: estaría muerta.

Pero es que el frío era bestial y despiadado, no podía relacionarlo con la frescura máxima que podía colarse por la ventana en mi torre, aquello iba más allá, perturbadoramente mucho más lejos.

Luego de asumida la conmoción del frío pude comprender que mi entorno no era mi cómodo lecho personal.

Estaba durmiendo en el suelo desnudo, y no era ni de piedra ni mármol ni cerámica ni cualquier otro material racional y común. Dormía sobre una fina superficie lustrada y reflejante al igual que las paredes y el techo de aquel extraño sitio.

Estaba encerrada sin indicios de una salida en un cuarto cuadrado, minúsculo y rodeado de espejos.

Sombra, este es un buen momento para que aparezcas.

No me llames sombra, suena muy impersonal -me contestó casi adormilada.

¿Impersonal? Te llevo pegada a los pies, ¿qué más íntimo que eso?

No quería hablar en voz alta, no fuese que me estuvieran espiando. Aquello debía ser parte de la siguiente prueba, y si bien Lesath a partir de la primera ya debía estar al tanto de que era un Cosmo, no iba a revelarle la procedencia de mi poder hablando con mi sombra. Tal vez conseguiría la forma de arrancármela.

Bueno, ese es un nombre horrible. Si me llamas así no contestaré -prosiguió mi sombra.

¡Pero si estabas dispuesta a que te llamara ladilla! -repliqué.

Ese sí que es un nombre interesante.

¿Podemos discutir luego lo de tu nombre? Por si no lo has notado estoy encerradísima. Y tenga frío. Mucho frío. ¿Crees que esto sea una ejecución? Dudo que ponerme a romper los espejos sirva para algo. Lo puedo intentar, pero temo perder el poco calor que me genera esta posición. ¿Será eso? ¿Me trajeron aquí para morir congelada?

Si tuviera que apostar diría que definitivamente no -contestó mi sombra-. No es del estilo del rey eso de las ejecuciones, perece más cosa de tu ex.

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